Presenté mi renuncia en el hotel por diversas razones; no me sentí nada cómoda trabajando ahí después de las insinuaciones sexuales de Jacob después de pedirle el préstamo y aunque no me gustara nada la idea, había decidido aceptar la oferta de Logan, aunque él aún no sabía nada.
Por supuesto que me daba cuenta que era una incoherencia renunciar a mi trabajo en el hotel y que fuese a la agencia de modas, en donde el alto mando era nada más y nada menos que el hermano de Jacob, quien veía a todas las mujeres como objeto sexual, era consciente de que últimamente nada de lo que hacía tenía sentido, pero tenía que adaptarme a todas las mierdas que sucedieran con tal de culminar las deudas económicas que siempre terminaban persiguiéndome, comenzaba a creer que todo se trataba de un estúpido y maligno don.
Me costaba despedirme del hotel porque recién me adaptaba a él, extrañaría al señor Rush y a las demás chicas a las que ya les había tomado cariño.
Salí del hotel para dirigirme a la casa de Hannah, tenía un asunto que resolver con ella y deseaba que pudiese disculparme por mis actitudes del pasado.
Al llegar a la mansión en la que vivía luego de una larga distancia considerable, toqué su puerta y como era habitual, una empleada doméstica me dio la bienvenida.
—Hola —saludé —¿está Hannah?
—Sí, señorita, pase —agradecí con una sonrisa —¿desea algo de tomar?
—Así estoy bien, gracias —asintió y me hizo un ademán para que subiera a la habitación de mi amiga.
Toqué la puerta, preguntó de quién se trataba, no abrí y continué tocando deseando que abriera.
—Hola —mencioné en cuanto salió de su habitación.
—Hola, pasa —rodó los ojos y me sentí fatal ante su indiferencia.
Ingresé a su espacio personal y una inmensa sonrisa apareció en mi rostro, en su escritorio reposaban bocetos de vestidos elegantes que mi mejor amiga tenía intención de hacer, la admiraba demasiado, su carrera parecía ser muy fácil, pero conllevaba más trabajo del que pudiese imaginarse; para empezar, los diseñadores tenían que tener una imaginación muy grande, un sentido de la moda adecuado, una innata habilidad para dibujar y además de todo, debían usar la máquina y todas las técnicas de cosido, ¡era muy difícil desde mis ojos!
—¿Estás muy ocupada? —indagué lo obvio.
—No tengo problema en que te quedes —se encogió de hombros.
—Hannah, sé que fui muy grosera contigo y lo lamento demasiado —inicié disculpándome —nunca quise que explotaras y que te alejaras de mí, sé que todas las soluciones que me diste fueron pensadas en mi propio bien, pero no podía aceptar que me regalaras tanto dinero.
—¿Lo conseguiste? —ella era fría por naturaleza, pero su lejanía en ese momento me dolió como nunca.
—No —solté un largo suspiro.
—¿Y qué harás? —me escrudiñó de pies a cabeza.
—Trabajaré para él.
—¡No lo toleras! —recalcó.
—Ya sé, pero es lo único que puedo hacer —me encogí de hombros.
—¿Por qué no le pediste el dinero a Maximiliano? —insistió.
—Porque no estoy segura de poder pagárselo.
—Tu puto orgullo va a hundirte —mis ojos se inundaron de lágrimas.
—No quiero que sigamos enojadas, discúlpame, por favor —rogué acercándome a ella —entiendo que todos los consejos que me das y las alternativas que tienes son por mi bien, pero no puedo seguir el mismo patrón de cosas que me han orillado hasta aquí.
—Somos mejores amigas desde que tengo memoria —sonreímos al unísono al recordar que literalmente éramos unas bebitas cuando nos conocimos y surgió nuestra duradera amistad —he estado en todo lo malo y bueno que te ha pasado, por eso sé que mis papás no tendrían problema en darte ese dinero, al igual que sé que Maximiliano pagaría por ti sin ningún tipo de doble intención.
—Entiendo tu punto, Hannah, pero tú te olvidas que las deudas ajenas son las que me han orillado a esta vida de mierda, he sufrido por deudas de las que yo no soy responsable y ahora que tengo una propia, necesito pagarla por mis propios méritos —expliqué —te agradezco mucho que siempre estés dispuesta a ayudarme, pero ese apoyo es demasiado inmenso y ni ayer, ni ahora, ni mañana podré aceptarlo porque significa nunca salir del profundo hoyos de deudas que tengo.
—¿Prefieres trabajar con un hombre al que no soportas con tal de no aceptar la ayuda de quienes te amamos? —no hablé, pero mi silencio respondió —bien, enfoca tu vida en un trabajo que más que beneficiarte va a ser tu mayor perdición —levantó los hombros haciéndose la que no le afectaban mis decisiones, pero en el fondo sabía que se preocupaba demasiado por mí, razón por la que la amaba —sólo no vengas llorando a decirme que te advertí de las cosas en el momento en que todo se desmorone con esa maldita decisión.
—Te amo —fui a abrazarla evadiendo lo que me dijo —¿me perdonas?
—Nunca puedo enojarme en totalidad contigo —farfulló —te perdono, pero las cosas entre nosotros no volverán a ser iguales.
—¿¡Por qué?! —me quejé.
—He demostrado ser tu amiga y siempre estar para ti, me hiere que no confíes en mí y en lo que quiero hacer por ti.