Necesito encontrarlo.

♡C A P 29:

Después del pesado, frustrante y maldito día en el trabajo, la felicidad brotó en mí de manera instantánea al saber que ya iba de regreso a mi hogar para abrazar, besar y mimar a mamá, además de que hoy Max nos visitaría, un motivo más para sonreír e intentar olvidar todo el caos en mi jornada laboral.

Mi relación con terroncito cada día me gustaba más porque ambos respetábamos los tiempos del otro y en vez de hacernos ideas erróneas, negativas y tóxicas en la cabeza, éramos suficientemente maduros para comprender que la convivencia presencial no era como nos gustaría por nuestras ocupaciones diarias y no porque hubiese algo para alarmarnos o dudar del otro, razón por la que adoraba ser novia de un hombre tan comprensivo, respetuoso y amoroso como él.

Si bien era cierto que al principio de nuestro noviazgo surgieron muchas dudas en mí, hoy en día me sentía completamente plena y satisfecha con la decisión que tomé, porque Max no me restaba, sino que me sumaba, algo que en realidad valoraba, sobre todo al haber estado por tantos años por alguien que me succionaba la felicidad, energía y fuerza.

Mi terroncito era tan adorable y disfrutaba tanto de su compañía, que si por mí fuera me le pegaría al cuerpo cuán chinche, pero entendía que las cosas no siempre podían salir como deseábamos, menos cuando cada uno se encontraba tan ocupado tomando las riendas de su vida.

Tenía el presentimiento de que la tarde sería inolvidable, pero ni siquiera mis mejores expectativas superaron la realidad de todo lo que aconteció, ya que siempre supe que mi novio era un increíble ser humano, pero esa noche logré conocer la parte más noble, sencilla y admirable de él, ¡de MI terroncito!

Al mantener mi mente tan ocupada pensando en la tarde que pasaría con Max y mi mamá, el trayecto para llegar a casa me pareció súper rápido.

Bajé del autobús después de oprimir el botón en mi parada correspondiente y con calma caminé hasta llegar a mi hogar, ¡ansiaba por ver a mi mamá!

Saqué las llaves de mi bolsa para poder abrir la puerta y anuncié mi llegada como de costumbre.

—¡Llegué, mami! —anhelaba que no estuviese durmiendo, porque con mi exclamación, era más que obvio que terminaría despertándose.

—Tesoro —escuché a lo lejos y luego de lanzar mi bolsa al sillón, corrí hasta su habitación para lanzarme a la cama y abrazarla como cada que regresaba del trabajo.

—Hola, mami.

—¿Hi-hija? —tartamudeó estupefacta al verme, al principio no entendí, pero después caí en cuenta de que por la mañana se durmió y no me alcanzó a mirar vestida y maquillada de esta manera, así que entendí a la perfección su reacción e impresión.

—Soy yo aunque no lo creas —reí besando su cabecita —Hannah vino por la mañana y me ayudó a arreglarme, mami, en el nuevo trabajo son muy exigentes con la apariencia —bufé —he perdido la esencia con esta porquería, ¿verdad? —interrogué apuntando el vestido entallado.

—Luces más preciosa de lo que eres, pero el exterior es lo de menos, cuando tienes un interior más bonito que cualquier otra cosa —sonreí al instante.

—Aww, mami —la abracé con fuerza intentando no lastimarla —te amo muchísimo, significas todo para mí.

—Te amo, hija, eres mi mayor tesoro y ha quedado claro en cada respiración que doy, eres mi inspiración para respirar incluso cuando creo no poder más —mis ojos se llenaron de lágrimas, intentaba no pensar mucho en eso precisamente para no desmoronarme, pero sabía que cada que avanzaba el reloj, el tiempo de mamá junto a mí expiraba.

—No quiero que te vayas, mami —admití escondiéndome en su pecho.

—Sólo se irá mi cuerpo, mi alma siempre estará junto a ti, acompañándote, apoyándote, amándote e impulsándote.

—Ser tu hija fue lo mejor que pudo pasarme —aseguré con toda la certeza y seguridad del mundo —te amo con locura, mamá.

—Y yo a ti, tesoro.

Después de eso, las palabras sobraron, como de costumbre nos mimamos con besos, abrazos y caricias.

A pesar de lo difícil que era saber que el tiempo de vida de mamá estaba contado, agradecía conocer su estado de salud, porque sabiendo que un día ya no despertaría, el tiempo para pelear o discutir era nulo.

Besaba la mejilla de mi progenitora repetidas ocasiones cuando tocaron el timbre y al instante me sonrojé.

—Es Max —anuncié con una sonrisita en el rostro.

—Me alegra que venga a visitarte, hija, tu semblante cambia cada que estás con él, te ves muy feliz y eso me hace feliz a mí —masajeó mi mejilla —ve con tu novio.

—¿Y tú? —entristecí.

—Lo siento, estoy muy cansada —la frustración apareció en su voz aún cuando intentó disimularla —dormiré un ratito más e iré a saludarlo cuando despierte, si es que sigue aquí.

—Intentaremos no hacer ruido —negó.

—Ni siquiera con todo el ruido del mundo podrían interrumpir mis siestas, así que relájate y dedícate a disfrutar de su compañía.

—¿Comiste, mami?

—Sí, no tengo hambre, ve a abrir antes de que tu príncipe se convierta en ogro —reí.




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