No volví a saber nada de Logan desde que abandoné las instalaciones de la agencia de modelaje, me llenaba de felicidad estar rodeada de tanta paz luego de haber colapsado, pero tenía un mal presentimiento y es que el silencio de los villanos nunca era una buena señal en las películas ni novelas, para mi fortuna «o desgracia» mi vida no era una historia ficticia, lo que significaba que podía mantenerme tranquila, ¿verdad?
El fin de semana pasó muy rápido y a mi terroncito no se le olvidó que teníamos una cita pendiente en su casa, pasó a recogernos a mamá y a mí a muy temprana hora de la mañana y demostró que nos mimaría hasta el cansancio, era un hombre jodidamente espléndido y lo quería muchísimo por eso.
Intentaba no compararlos ni pensar mucho en eso, pero a menudo me daba cuenta de que desperdicié muchos años de mi vida estando con alguien que nunca me amó; Saúl nunca me observó con el inmenso amor con el que me veía Max, mi ex novio jamás fue detallista conmigo a excepción de las veces que me regalaba flores marchitas y chocolates derretidos para disculparse por lo agresivo, grosero, tóxico y celoso que era conmigo, Saúl siempre ignoró a mamá e intentó varias veces que dejara de ser amiga de Hannah, mi ex novio jamás tuvo consideración, amabilidad ni el mínimo respeto conmigo, lo que me hacía darme cuenta de lo estúpida que fui desde tiempos inmemorables; no dejaba de cuestionarme porqué me enamoré de él, no dejaba de preguntarme porqué me aferré tanto a una relación que lo único que me daba era lágrimas, dolor, decepción, temor y que para colmo desmoronaba el poco autoestima que tenía.
Desde el inicio las cosas entre Max y yo fueron muy diferentes; a pesar de ser un hombre frío y duro con el personal, me trató con paciencia, respeto y cariño, siempre fue amable conmigo a pesar de lo mucho que le desesperaba mi llanto, de lo mucho que afectaba mi dislexia en el trabajo y de la infinidad de las veces que lo rechacé por no sentirme suficiente para alguien como él.
Hasta la fecha seguía luchando con mis inseguridades, con mis miedos y traumas desarrollados a lo largo de mi vida; aún me sentía muy fea, insípida e insuficiente para él, pero sabía que su compañía me ayudaría a aceptarme tal y como era y a darme cuenta de que muy en el fondo, tenía cualidades buenas y aptas para relacionarme con las pocas personas que me rodeaban, que me apreciaban y que me valoraban tal y como era; con mis millones de defectos y mis casi inexistentes virtudes.
Me columpiaba de adelante hacia atrás en una hamaca artesanal y mi sonrisa era enorme sin importar al lado en el que enfocara mi mirada; en la esquina del bonito jardín se encontraba mi novio semidesnudo «¡sólo traía un short acuático y sandalias!» encendiendo el carbón del moderno asador para iniciar a cocinar la carne «intenté ayudarlo y me lo negó en todas las ocasiones, no me sentía cómoda siendo espectadora. Sin embargo, decidí obedecer sus melosas órdenes al estar bajo su propiedad» y por otro lado estaba mamá nadando en la alberca de tamaño olímpico, era una sobreprotectora de primera cuando se trataba de mi progenitora, pero la vi tan relajada y con tanto control de sus articulaciones mientras nadaba, que por unos instantes me recordó a cuando no estaba enferma, debido a eso le di su libertad y le permití que gozara de un lujo que lamentablemente yo no podía darle al estar desempleada, supe que a mamá le encantaba el agua cuando me enseñó a nadar en la alberca de la casa de Hannah, la cual siempre estuvo disponible para nosotras, nunca me cansaría de recordar la intensidad con la que amaba a mi mejor amiga, quién además de mamá, ya no era la única que me ocasionaba ese regocijo enorme de amor en el corazón, Max iniciaba a ocasionar emociones en mí que eran difíciles de explicar con palabras.
Cada día me enamoraba más de él y lo sabía debido a que contaba las horas para verlo, me despertaba con emoción al saber que recibiría un mensaje suyo de buenos días y me dormía con entusiasmo al saber que sin importar lo ocupado que estuviera, siempre tendría el tiempo necesario para despedirse de mí; dormir, soñar, despertar, comer, vivir e incluso respirar era mucho más bonito teniéndolo en mi ex grisácea vida que comenzó a ser colorida desde que él apareció en ella.
Me ruboricé cuando me sorprendió babeando por él, me guiñó el ojo demostrándome que era consciente de sus atributos físicos, era tan tierno que a veces olvidaba lo egocéntrico que era, podía ser adorable conmigo, pero en su naturaleza siempre estaría ser un badboy total.
Me encantaba lo atractivo y masculino que se veía con esa enorme cantidad de tatuajes en los brazos y algunos sutiles en las piernas, la curiosidad por saber qué significado tenían, seguía latente en mí y no me rendiría hasta saberme de memoria los motivos que lo orillaron a tatuarse cada una de las figuras bien hechas que llevaba en la mayor parte de su cuerpo.
Admitía que pasearme en la hamaca se sintió fenomenal. Sin embargo, me ganó el sentimiento de culpabilidad y decidí ponerme de pie e ir a ayudarlo a pesar de que eso estaba en contra de lo que me pidió, no podía evitar ayudarlo, ¡no me gustaba holgazanear!
—Hola —lo saludé abrazándolo por detrás, reposando mi rostro en su espalda desnuda y acariciando su abdomen cuadrado con las yemas cálidas de mis dedos.
—Hola, tortuguita, ¿ya tienes hambre o a qué viniste? —reí cuando giró a verme.
—¿Me está corriendo? —fingí ofensa.
—Claro que no, pero creí que había sido claro al decirte que hoy me encargaría de ustedes, no tienes que preocuparte por nada, déjame mimarte, mi amor —se inclinó para dejar un beso en mi cuello y respingué sintiendo un peligroso calor en la parte baja de mi vientre.