Ahora que las cosas iban mejorando de a poco en mi vida, decidí investigar sobre becas académicas, era consciente de que mi inteligencia no era tanta como creían los seres que me querían, pero precisamente para eso quería estudiar; para aprender cosas nuevas, para superarme y para darle el estilo de vida que mamá merecía, sobre todo cuando cada vez su partida se vislumbraba más cercana.
Los ojos se me llenaron de lágrimas al imaginarme una vida sin mamá, mi círculo familiar siempre se redujo a mamá y su esposo, pero él nunca se interesó en crear una buena relación conmigo, lo único que captaba su atención eran sus jodidos vicios.
Cada que pensaba en belleza, resiliencia, amor, valentía y todos los adjetivos calificativos lindos, se me venía mamá a la mente, dudaba llegar a conocer a alguien tan cariñosa y con un corazón tan bondadoso como el de ella.
Nunca entendería muchas cosas y creía que algunas dudas respecto a la vida de mamá y respecto a mi existencia «¿dónde estaba su familia? ¿Por qué aguantó todo el maltrato de su esposo? ¿Cómo se enamoraron?» siempre me abordarían, de lo que estaba segura era de que tener la mamá que me tocó, fue lo mejor que pudo haberme pasado y justo por eso era que en ocasiones detestaba tanto que la vida, el universo o el destino fuesen tan cruel, ¿por qué alguien tan angelical como mamá tendría que irse al cielo? Creía con firmeza que ángeles como ella eran más útiles en la tierra que en el cielo, pero absolutamente nadie escuchaba mis plegarias y al tener una enfermedad tan degenerativa, era seguro que muy pronto me abandonaría.
Sorbí con tristeza por la nariz y sacudí mi cabeza mientras limpiaba las lágrimas derramadas, tenía que aprovechar al máximo la existencia de mamá, tenía que irse orgullosa de mí y... Joder y lo que ocurrió dentro de poco fue todo menos eso.
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Mientras mamá tomaba una de sus tantas siestas, yo continuaba investigando sobre becas, de verdad quería estudiar la universidad, pero ya no estaba segura de querer estudiar nutrición, sino algo más enfocado en el altruismo, me llenaba de felicidad imaginar una vida en la que obtuviese dinero por ayudar a las personas que lo necesitaban, podría estudiar trabajo social, enfermería, fisioterapia o... O nada, tal vez estaba soñando muy en grande y es que sí, había programas que me ayudarían con cierto porcentaje de la colegiatura, ¿y el resto cómo lo pagaría? La frustración se coló en mis huesos cuán frío y lloré por segunda vez en el día por no tener trabajo y por lo difícil que me resultaba cumplir los sueños que tenía.
Lancé al demonio el antiguo celular que continuaba utilizando y me lancé a la cama cansada de llorar, cansada de sentir, malditamente cansada de fracasar.
Mis ojos fueron cerrándose con lentitud en señal de que me dormiría, pero en eso escuché unos ligeros golpes en la puerta, pegué un saltito haciendo de lado el agotamiento y corrí a abrir para encontrarme a mi novio con un precioso arreglo floral.
—¡Terroncito! —lo abracé con ilusión, cerré los ojos embriagándome con su masculina fragancia y por los pálpitos de su corazón latiendo al unísono con el mío.
—Hola, princesa —musitó en mi oído erizándome de pies a cabeza, no sólo por su cálido aliento, sino por todas las mariposas que volaban en mi estómago cuando mencionaba alguno de sus tantos apodos cursis —. Te traje un obsequio, espero que te guste —me entregó las flores que no dudé en olfatear y lo tomé de la mano introduciéndolo al interior de mi hogar.
—Muchas gracias —besé su mejilla como agradecimiento e hizo un puchero de inconformidad.
—¿Sólo eso, tortuguita? —sonreí sabiendo lo que quería que hiciera.
—Muchas gracias, terroncito —se notó satisfecho.
—Adoro que me digas así, adoro tu voz, adoro tu olor, adoro todo de ti, Keleincta... Te adoro a ti —besó mis labios mientras negaba —. No, no te adoro, te amo —tuve el atrevimiento de besarlo con ímpetu, no era la primera vez que lo decía, pero cada que lo hacía, todo dentro de mí se teñía de uno y mil colores.
Tenía 20años y sabía que en la actualidad el amor se experimentaba desde muy temprana edad, sabía que era joven, pero a veces el noviazgo que tenía con Maximiliano me hacía creer que era una adolescente experimentando su primer amor o mejor dicho, hubiese anhelado vivir cosas tan lindas cuando era pequeña, pero en vez de eso sufrí abusos y maltratos por parte de mi ex novio, suponía que justo por eso era que mi relación con terroncito era tan especial y melosa, incluso a veces se sentía como si fuese mi primer amor, mi primera relación, ¡mi primera ilusión! Lo que no debíamos olvidar, era que los primeros amores no siempre terminaban bien y que los primeros amores eran los que tardaban mucho más en sanar cuando expiraban, algo que muy pronto tendríamos que experimentar y de la peor manera posible.
—Perdóname por no avisar que vendría, mi amor.
—Usted siempre es bienvenido —le di un besito esquimal y como si de un presentimiento se tratase, cerré los ojos y acaricié su rostro.
—¿Qué pretendes hacer, corazón?
—Algo muy cliché —solté risitas —memorizo cada rasgo de su rostro.
Con delicadeza deslicé mi índice en su naricita y recordé las lindas pequitas que tenía ahí, luego masajeé sus pómulos, su frente con diminutas arrugas que eran invisibles a la vista, pero que eran notorias al tacto, masajeé su suave cabello y debido a la fricción de mis manos, desprendió un agradable aroma que inhalé como si fuese una pervertida, continué toqueteando su cuerpo, fue el turno de sus orejas, eran pequeñas y tenían perforaciones, lo cual no me sorprendía considerando su pasado de fuckboy, lo imaginé en la preparatoria o universidad con expansiones y me divertí por aquello. Al llegar a su boca, deslicé mi pulgar por su labio inferior y luego por el superior, mordí los míos recordando todos los besos que nos habíamos dado y anhelando que siguiéramos dando muchos más.