Necesito irme.

14. Carretera, sinónimo de problemas.

 Después de media mañana de despedidas y bendiciones por parte de los padres de Cielo y Damián, los cinco se encontraban con las maletas listas, en la sala de la casa de los hermanos Handal.

―Hum ¿y qué hacemos ahora? ―divagó Ximena.

―No sé, o sea si tenemos que buscar las piedras pero ¿por dónde comenzamos si podrían estar por todo el mundo? ―preguntó Cielo, sin molestarse en ocultar su entusiasmo.

―¿De verdad crees esa wea? ¿Una piedra mágica que salvará al pueblo? Demasiada fantasía para mí ―acotó Irene cruzándose de brazos.

―No sé, Airi, tal vez sea cierto. Oye, vivimos en Depstor, sabemos de sobra que aquí todo es raro ―opinó Hendrick.

―¿Qué dices, culiao? Por algo mi padre construyó la casa al extremo de Depstor, él sabía que sus habitantes estaban un poco chiflados. ―contradijo Irene, elevó ambas señas y añadió―: ¿Dije un poco?

―¡Ire! ―la reprendió Cielo― ¡No seas grosera! ¡También eres de Depstor y estás hablando de mamá Aga!

Irene rodó los ojos, se sentó en el sofá y pasó su vista al techo.

Finalmente, después de un incómodo silencio, Damián habló:

―Bueno, sea cierto o no, el viaje ya está planeado, ¿por qué no sólo nos enfocamos en eso? Si las gemas son reales, las encontramos en el camino y si no, disfrutamos el viaje y ya está.

Todos asintieron satisfechos, incluso Irene pareció estar de acuerdo, ya hasta Ximena sabía que le encantaba viajar. Los chicos se recargaron en la contraparte del sofá, cansados y en silencio.

Su conclusión fue sencilla; todos se ducharon, se cambiaron, comieron y se fueron a descansar en el ático de vidrios transparentes de la casa de los pelirrojos.

Necesitaban dormir cuando menos toda la tarde. Sin embargo, despertaron algunas horas después con los gritos de Ximena anunciando su vieja pesadilla. Tardaron unos eternos minutos en despertarla y cuando por fin lo lograron, la chica no dejó de gritar palabras incoherentes.

Cielo logró tranquilizarla con palabras de aliento, después la abrazó hasta que se tranquilizó. Damián se había asustado y Hendrick le contó que eso ya había ocurrido, pese a esto nadie la interrogó.

A media tarde, decidieron marcharse. Acordaron llevar un único automóvil; el de Ximena, puesto que era el más espacioso y rápido.

Tomaron sus maletas. Ximena al volante, Damián de copiloto y los demás atrás, Irene en medio. Con la puesta de sol casi frente a ellos, emprendieron el viaje, que todavía no sabían pero cambiaría para siempre sus vidas.

****♡****

Unas horas después, Ximena se mostró mucho más platicadora de lo normal, podría decirse que la entusiasmaba el viaje, todos los chicos le agradaban y estar con ellos la hacía sentirse bien, pero obviamente no dijo eso.

―Vale, pues me encanta escalar montañas, nadar y viajar a la cuidad ―contó Hendrick.

―Y este weon es el mejor en todo eso, deberías verlo ―lo respaldó Irene con gran orgullo.

―Hey, eso es genial ―exclamó Ximena― ¿y a ti Irene?

Conchetumare ―balbuceó Irene en voz baja― ¿Qué te digo, weona? Odio nadar y las montañas también. Me gusta ir a la cuidad y viajar pero nada que me encante.

Ximena se rió.

―Que va, a Airi le gusta tocar la guitarra, su pasión es la música y es la mejor en eso ―contradijo Hendrick orgulloso, Irene dobló el brazo y con su codo, lo golpeó con fuerza en el estómago.

―¡Cállate culiao! No lo divulgues ―se quejó la pelirroja. Su hermano se dobló por la mitad con las manos en su estómago, todavía tenía moretones por el accidente.

―¡Perdón! Quise decir que canta mal y toca peor, es una buena para nada ―corrigió el pelirrojo fingiendo indignación, miró a su hermana y añadió cargando de sarcasmo la última palabra―: ¿Contenta, weona?

―Wow, nunca me hubiera imaginado que Irene tuviera dotes musicales ―dijo Damián, asombrado y obviando la discusión de los hermanos―, cómo pasas poco tiempo en Depstor ni siquiera lo sabía.

―Si bueno, alguien tiene que comprar las cosas que necesita el pueblo ―respondió Irene como si fuera algo lógico, miró a su hermano y sonrió para aminorar el golpe―, ana behibak.

―Aja ―respondió Hendrick y se recargó en el respaldo del asiento. Su hermana puso una expresión dolida en el rostro pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Hendrick habló―: Ana behibek.

Irene sonrió y regresó la vista a la carretera. Así de fácil arreglaban los problemas, siempre era así, Hendrick adoraba a su hermana y había aprendido a tenerle una paciencia sobrehumana pues a pesar de todo, nunca le había faltado al respeto.

―Okay hermanos Handal, ambos son interesantes ―continuó Ximena―, por cierto ¿qué le pasa a Cielo, que anda tan callada?

―¿No es lógico? ―preguntó Damián―, la única forma de que ella esté callada es que esté dormida.

―Claro, la weona está.... ¡Cuidado! ―gritó Irene, tomando a todos desprevenidos, se impulsó al frente y giró el volante con rudeza. Ximena por la impresión apretó accidentalmente el acelerador y el auto comenzó a dar vueltas por la autopista a la par del fuerte rechinar de las llantas.

La velocidad arrojó a Irene al asiento de Damián; y a Cielo, quién despertó en ése instante, a los brazos de Hendrick.

Ximena, quien era la única que llevaba cinturón, sintió como éste la aferraba al asiento. Intentó retomar el control del vehículo pero fue en vano, la tierra estaba húmeda por la reciente tormenta e hizo girar el carro por varios metros más.

Un momento más tarde, varias cosas pasaron al mismo tiempo: Damián abrazó a Irene con fuerza para evitar que se estrellara en el vidrio, Hendrick golpeó su espalda contra la puerta y Cielo se estrelló contra el pelirrojo. Y por supuesto, el auto fue detenido de forma poco amable por el tronco de un árbol.

Ximena sintió una gota espesa escurrir sobre su frente, su vista se tornó borrosa y le costó gran trabajo poder incorporarse. Por algún motivo, su cinturón había fallado en el último momento y su frente había quedado en la superficie del portavasos de su carro, a un lado de la pierna de Irene.



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En el texto hay: carretera, nuevavida, romanceyamistad

Editado: 09.09.2020

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