Necesito que me ames

Capítulo 2

Lily

Ruby me avisa que mi hermanita está hablando con un cliente y aconseja que la busque antes de que el señor Grecco la vea.

Mi jefe es muy buena persona. Me dio una mano cuando más la necesité y me deja traer a Amaris al trabajo sabiendo de mi complicada situación. La única condición que puso fue que se quedara en las sombras y no anduviera paseando por el lugar hablando con los clientes.

Él siempre está dispuesto a ayudar, con ciertos límites que debo respetar.

Me apresuro a llegar hasta Amaris dispuesta a regañarla por no seguir mis órdenes y me quedo de piedra al escucharla.

—Señor Anderson, el alcohol es malo para su salud. Afecta el corazón, las arterias, el hígado y hasta se puede morir. No debería beber tanto.

Anderson es un cliente regular. Viene todos los viernes al salir del trabajo y se toma un par de cervezas. Todos lo conocemos.

Por suerte es amable y no se embriaga al punto de causar problemas, excepto cuando su esposa lo encuentra y lo saca a patadas del restaurante. Aunque podría ir a un bar a beber, le gusta la comida de aquí. 

—Anderson, ya es la cuarta cerveza que te bebes y luego no quiero a tu esposa aquí armando escándalos—exclamo. Amaris gira la cabeza y se muerde el labio—. Y a ti te di una orden. Me dices que no eres una niña y no hacer caso es de niños.

Amaris se encoge de hombros.

—Tenía que ir al baño.

Anderson ríe.

—Deja a la pequeña. Me gusta hablar con ella, aunque a veces no entiendo nada de lo que dice—se acaba la cerveza—. No te preocupes por nada, Lily, mi esposa se fue por el fin de semana a visitar a su hermana. Puedo respirar y beber tranquilo.

—Bien, si tú lo dices.

Tomo la mano de mi hermana y la llevo de regreso a la parte trasera del bar.

—¿Por qué debo quedarme ahí? Podría haberme quedado con Caleb y la señora Hanson.

—Porque la señora Hanson no está en condiciones de cuidar a un bebé y a una niña al mismo tiempo, y no puedo traer a Caleb al trabajo. Mis amigas están trabajando y no puedo pagar una niñera que se ocupe de ambos. Por favor, pinta y lee en silencio. Te traeré algo de comer y tu batido favorito. ¿De acuerdo?

Ella suspira.

—No estoy de acuerdo, pero eso no importa porque debo estarlo.

Sonrío.

—Sé que no es fácil la situación desde que mamá y papá murieron. Hago lo mejor que puedo y necesito tu ayuda para que sigamos juntas.

Ella asiente.

—Está bien, intentaré que mis pies no tomen el control de mi cuerpo y me saquen de aquí.

Beso su frente y regreso al restaurante esperando que cumpla.

Amo a mi hermana y detesto tener que traerla aquí, mas nuestra situación económica es complicada desde que tuve que hacerme cargo de ella y el padre de mi hijo me abandonó.  Servicios sociales me vigila con lupa y no puedo perder ni a mi hermanita ni a mi hijo de diez meses.

Le prometí a mis padres que la cuidaría en caso de que ellos faltarán y cumpliré mi palabra así deba sacrificar mi propia vida y morir trabajando aquí.

Me arrimo a la pareja recién llegada para tomar su orden, grabo la orden en el ordenador para Cliff, el cocinero, y le pido a Madison que me sirva dos tés helados.

El lugar está tranquilo a pesar de ser viernes. Si bien sé que no será así por mucho tiempo. El bar y restaurante Carmín es uno de los más frecuentados en Melbourne. Durante la semana es un tranquilo restaurante familiar y los fines de semana por la noche se convierte en bar que a los empresarios, modelos y gente importante les encanta visitar por sus tragos únicos y comida excepcional.

Madison dice que tenemos suerte de trabajar aquí. Es uno de los bares que mejor paga y lo hace en tiempo y forma.

Mi plan no era ser camarera y morir aquí, solo tenía que ser los fines de semanas mientras asistía a la Universidad, pero los planes cambiaron cuando me quedé embarazada y, más tarde, con la custodia de Amaris. Los sueños terminaron ante circunstancias complicadas.

Madison me entrega los tés helados, los llevo a la mesa, hago un giro esquivando a Ruby y me dirijo a buscar la comida para la otra mesa que lleva esperando más de la cuenta.

—Gracias. —exclama el joven.

—Ya era hora. —dice la mujer dejando ver su mal humor.

—Disculpe la demora, estamos con falta de personal.

—No te preocupes—dice el joven—. Gracias.

Le brindo una sonrisa a ambos para que ella no crea que le sonrío a su novio y sigo con mi trabajo no tomándome personal los disgustos de la gente.

Trabajando de camarera es estar en contacto directo con las personas todo el tiempo. Algunos son amables, divertidos y te dejan buena propina. Otros no hacen nada más que quejarse, exigir y no saben lo que es la propina. En conclusión, hay que adaptarse y luego de un año trabajando aquí a tiempo completo, aprendí a no dejarme afectar por las personas.




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