Clayton
—¿Por qué estás más nervioso que yo? —Inquiere a mi amigo Emir—. Yo soy el que se va a casar con una mujer que apenas conoce.
—Exacto. Esto es una locura. Le estás mintiendo a tu familia y estás aprovechándote de esa mujer que necesita un esposo para no perder a su hermana.
Pongo los ojos en blanco bebiendo mi café.
—No me estoy aprovechando de nadie. Ella tomó la decisión sola. En todo caso, ambos nos estamos aprovechando mutuamente o utilizándonos. Estamos libres de culpas.
Emir niega con la cabeza.
—Yo sigo pensando que tu abuelo no hubiera cumplido con lo de sacarte el control de la empresa. Y podrías haberla ayudado a ella…
—Basta, Emir. No hay vuelta atrás y nada de lo que digas cambiará la situación actual. En unos minutos bajaré, me casaré con Lily y viviremos felizmente falsos para siempre.
»¿Por qué te importa tanto? No la estoy engañando ni estafando, estamos en un acuerdo legal, firmado y sellado. Ella se quedará con su hermana, podrá terminar sus estudios, no deberá preocuparse por llegar a fin de mes y al final del acuerdo se llevará una buena cantidad de dinero, y puede que un trabajo de abogada que es lo quiere. A mi punto de vista, ella gana más que yo con el trato.
Emir suspira y asiente.
—Está bien. Supongo que tienes razón. Lo difícil va a ser cuando se vaya con los niños porque acabo de ver a tu madre con la pequeña y el bebé.
—Sí, está enamorada de ellos. Procuraré que no pasen mucho tiempo juntos.
—¿Cómo te llevas con ellos?
Acomodo la corbata.
—La mini pelirroja es un caso serio y con una lengua afilada, es muy directa y yo no le agrado, algo que deja claro siempre. Aun así, me sorprende lo inteligente que es. Ten cuidado con ella, puede ladrar y morder—mi amigo ríe—. El bebé… Bueno, es un bebé, no hace mucho.
Emir suelta una carcajada.
—A ver si tú no terminas encariñado con ellos.
Volteo hacia él.
—No, eso no va a pasar.
—Nunca digas nunca, Clay.
—Oh carajo, necesito hablar con Lily.
—¿Ahora?
—Sí, ahora.
—¿No puedes esperar? Ya debes bajar.
—Lo haré en cuanto hable con ella. Deja de opinar y hazte a un lado para que pueda ir a buscarla.
—No debes ver a la novia antes de la ceremonia. —emite Emir riendo.
—Las novias falsas no cuentan.
Lo hago a un lado y me dirijo a la habitación donde Lily se estaba preparando, me detengo un minuto al ver salir a mi abuela y a las dos amigas de Lily, espero que las tres bajen las escaleras y entro en la habitación.
—¿Lily? —musito en voz baja.
Me acerco al baño y entro encontrándola en ropa interior, ella se gira y antes de poder decir algo cierra la puerta en mi cara casi rompiéndome la nariz.
—¡Pervertido! ¡¿Qué haces?!
Froto la nariz.
—Necesitaba hablar contigo. No te estaba espiando.
Ella abre la puerta y sale vestida con un simple vestido blanco, largo de seda con tiras, con escote discreto y más de la mitad de la espalda descubierta.
Debo admitir que se ve muy bien. Si bien no parece una novia.
—Está bien. No voy a hacer drama por eso—se acerca al espejo y acomoda el cabello suelto y peinado con hondas—. Después de todo has visto a muchas mujeres desnudas y yo no tengo mucho.
Me acerco al mismo tiempo que ella se incorpora y sus ojos azules quedan fijos sobre mí.
Tiene un maquillaje suave y delicado que resalta sus ojos y sus labios. Las pecas siguen visibles y me alegra que no las oculte como suelen hacerlo otras mujeres con pecas.
Ya admití que es bonita, lo supe desde que la vi en el restaurante y si no estuviera en esta situación incómoda, probablemente ya me hubiera acostado con ella.
—No tienes nada que envidiarles a otras mujeres.
—Ya lo sé. No soy una mujer insegura. Acepto mis virtudes y defectos… ¿Cuál es tu frase típica para llamar la atención de una mujer? —cuestiona apartándose y sentándose en la cama para luego ponerse los zapatos blancos.
—¿En serio quieres que hablemos de eso ahora? Es el día de nuestra boda.
Se incorpora riendo.
—Oh vamos, estoy un poco nerviosa. Boda falsa o no, es una boda. Por ejemplo, mi ex me hizo caer en sus redes diciendo: «Soñé contigo y no creí encontrarte nunca». Una frase tonta que me gustó y me hizo querer darle una oportunidad. Terminó enredándome con el «te amo» y «eres la mujer de mi vida».
Paso la mano por mi cabello y suspiro.
—No es por sonar engreído, pero no me esfuerzo mucho para conquistar a las mujeres, ellas vienen solas, y si me gustan les sigo el juego, sino les digo que no me interesa. Únicamente le dije a una mujer que la amaba y era cierto, o eso suponía, ya no estoy seguro. Mi abuela me implantó dudas.