Clayton
Mientras me visto para la oficina, recuerdo que soy un hombre casado y no puedo creer que alguna vez me convertiría en el esposo falso de alguien.
Pensaba que me casaría por amor o al menos habría algo de afecto, no por contrato con alguien que apenas conozco y con quien no puedo compartir la cama.
No pasé el fin de semana romántico con mi esposa, sino tomando algo con Emir en su departamento y ayudando a Lily y a los pequeños a mudarse a mi casa. Ya están instalados en las habitaciones que tengo libre. Una para la mini pelirroja y la otra para Lily y el bebé.
Es tan raro levantarme sabiendo que ya no estoy solo, sin contar a Charlotte que también vive aquí.
Termino de anudar el nudo de la corbata y miro el anillo en el dedo anular izquierdo. Ni siquiera podré sacarme el anillo para disimular porque trabajo en la empresa familiar y mi abuelo ya se encargó de hacerles saber a todos que soy un hombre casado.
Lo supe el viernes cuando me estaba retirando de la oficina y me felicitaron por la boda que se celebraría el domingo.
Nunca estuve con ninguna empleada, pero estando soltero me gustaba filetear y hacerles creer que había una posibilidad de que sucediera algo, sobra decir que eso no puedo hacerlo más.
Mi matrimonio es un acuerdo de negocios entre Lily y yo, para los demás estoy casado por amor y durante un año deben seguir creyendo que es así.
Salgo de la habitación, paso por las habitaciones, las cuales encuentro vacías.
Apenas llego al final de las escaleras escucho las voces provenientes de la cocina. Ahí encuentro a mi esposa, y es tan raro decir eso, y a los niños.
Charlotte está sirviendo el desayuno, mientras que Lily alimenta al bebé que parece más interesado en meter la mano en la comida y tirarla al piso que comer.
La mini pelirroja es la primera en verme y repasarme con la mirada. No le caigo bien y aunque no debería importarme si es así o no, por algún motivo detesto que me rechace.
Charlotte me entrega una taza de café y me dice que mi desayuno está servido en el comedor.
—¿Por qué todos están desayunando aquí? —cuestiono.
Lily sonríe.
—Porque Caleb no siempre se levanta de buen humor y hace desastre con su desayuno cuando está de malas.
—Y Charlotte no se queda sola. —agrega la mini pelirroja.
—De acuerdo. ¿Qué harás hoy, Lily?
Ella se incorpora y se limpia las manos y luego el rostro del bebé.
—Llevar a Amaris a la escuela y ver a la asistente social—mira a la niña—. Amaris, termina y agarra tus cosas o llegaremos tarde.
La niña pone los ojos en blanco, termina su leche y se baja de la banqueta.
—Siempre dices lo mismo. —exclama saliendo de la cocina.
—¿Debo ir contigo? —pregunto.
Me arrimo a la isla, agarro un pedazo de tocino y lo como mientras espero la respuesta.
—No, hoy no. Creo que alcanza con que presente la libreta matrimonial. Puede que te llamen para hablar contigo y asegurarse de que Amaris estará a salvo contigo.
No puedo evitar reírme.
—Mientras no le pregunten a ella que piensa y diga que me detesta, no considero que haya problema.
Lily ríe, agarra la taza de café y le da un trago.
—Yo me ocuparé de ella. Tú solo encárgate de fingir que estás enamorado de mí y amas a los niños.
—Eso no es problema. Mis abuelos y mi madre se tragaron todo el cuento. Unos extraños son pan comido.
Se encoge de hombros.
—Si tú lo dices.
Dicho eso, le pide a Charlotte si puede vigilar al bebé un momento en lo que va a apurar a Amaris y sale de la cocina.
—Daddada… —bajo la mirada y noto que el bebé está sonriéndome.
—¿Y a ti que te pasa? —tira los brazos hacia mí—. ¿Quieres salir?
—Dadada...
—Oye, no hablo idioma bebé.
Charlotte ríe.
—Quiere que lo levantes. —exclama.
Enarco una ceja.
—No creo que sea seguro que haga eso—le digo al bebé como si entendiera—. Probablemente te haré caer y tu madre me asesinará. Soy muy joven para morir y no quedaría bien que ella convirtiera en viuda unos días después de la boda.
El bebé asoma una sonrisa y balbucea algo que no entiendo. No puedo negar que es bastante dulce. Nada que ver a su pequeña tía que no me muerde porque Lily no se lo permite.
En lugar de levantarlo, agarro la cuchara con comida, se la llevo a la boca y este la observa antes de abrir la boca y comer. Sonrío triunfal. Tal vez no soy tan malo con los niños.
Repito la acción y esta vez él niega y tira los brazos hacia mí. ¿Acaso comió el primer bocado para convencerme de levantarlo?