Malika
Camino hasta el departamento de tía Magna, el cual está al lado del mío. No quiero ver a Emir, pero ella necesita comer y no le gusta cocinar. No creo que Emir sepa cocinar.
Su madre quiso enseñarle en varias oportunidades y él se negó por completo, aludiendo que no le gustaba.
Dije que lo evitaría lo más que pudiera y eso pretendo hacer, nada más dejaré la comida y listo. Él puede servírsela a la tía.
Llego a la puerta y hago un par de ejercicios de respiraciones para calmar mi sistema nervioso y poner en orden mis emociones.
Después del divorcio, Liam y yo vendimos la casa y me compré un departamento en el mismo edificio que el de Magna. El lugar queda cerca de la escuela de los niños y de mi cafetería, además es bueno tener personas conocidas cerca.
Mi hermana vive fuera de la ciudad, pues las multitudes no son para ella y vivir juntas no era una opción.
Después de la muerte de mi padre, mi madre no se tomó bien que mi padre me dejara la cafetería y decidió mudarse al otro lado del país con su hermana solterona. No es que ella estuviera muy apegada a sus hijas. No era novedad que nos tuvo para complacer a nuestro padre y nunca demostró ser una madre abnegada. La muerte de papá fue la excusa perfecta para irse.
A pesar de mi matrimonio fallido, no me quejo.
Golpeo la puerta controlando mis emociones y me quedo de boca abierta con Emir que acaba de abrir la puerta luciendo su cuerpo tonificado. Ya no tiene la camisa y resalto que su torso desnudo ya no es el del adolescente que conocí alguna vez, sino el de un hombre que ha sabido mantenerse en forma y mejorar.
—Malika.
—Hola, lamento molestar—trago con fuerza y dibujo una sonrisa falsa—. Le he estado trayendo comida a Magna estos días y he traído un poco de arroz con pollo.
Él mira el interior.
—No necesitabas venir hasta aquí.
—Vivo al lado. —señalo.
Emir se asoma y forma una “o” con su boca.
—No lo sabía. Tú no bailas con las cortinas abiertas. ¿Verdad?
—Ya conociste a la vecina bailarina. No era yo, ella vive del otro lado. —señalo el lugar contrario al mío.
—Ya sabía que no eres tú. Te reconocería a donde fuera, Mali—le tiendo la fuente—. Ya comió, pero llegaste justo para ayudarme. —agarra la fuente.
—¿Con qué?
—Con las mujeres que me quieren desvestir por completo.
—¿Qué mujeres?
Abre la puerta y me asomo lo suficiente para visualizar Magna con dos de sus amigas con las que juega a las cartas y juegos de mesa de vez en cuando.
—¿Por eso estás sin camisa? —inquiero en voz baja—. ¿Le estás haciendo un striptease? Deberías asegurarte que ninguna tenga problema del corazón.
Dibuja una sonrisa.
—Tomo eso como un cumplido—me guiña un ojo—. Lo estoy porque una de esas señoras me tiró “sin querer”—enfatiza con comillas—el té helado encima, justo después de decirme que quería evaluar mis abdominales y me negué a quitarme la camisa—me tapo la boca ahogando una carcajada. Las amigas de Magna son capaces de todo—. Ríe. No eres tú a la que quieren desvestir.
—Mami.
Bajo la mirada hacia mi pequeña hija.
—Katie, ¿qué haces aquí? ¿Nilo?
—Quería darle el beso de las buenas noches a la tía Magna. Nil está mirando la película, no quiso venir. Sigue triste porque papá no vino hoy.
—Magna está ocupada, así que nos iremos y la veremos mañana. —aclaro evitando que cuente todo el drama que hay con Liam.
Dicho eso se escuchan las risas de Magna y de sus amigas, mi hija entra sin pedir permiso y tengo que maldecir en mi cabeza por eso.
—Lo siento, cualquiera pensaría que mis hijos no tiene modales, hasta yo lo pongo en duda.
Emir no sonríe.
—Mis sobrinos son peores. Por favor, entra. Mi tía ya estaba acostada, yo hacía la cena cuando llegaron esas dos señoras haciendo que se levantara y no sé como hacer para que se vayan sin ser grosero.
Vuelve a pedirme que entre y dudo, no solo porque Nilo está solo en casa, sino que no quiero pasar más tiempo del debido con Emir.
Mi exnovio no se queda a esperar a que decida entrar o no, él se da la vuelta regresando a la sala, yo lo sigo con la idea de buscar a mi hija e irnos.
Al entrar a la sala, Katie recibe atención y ella ama la atención, saludo a las mujeres con una sonrisa aunque no recuerdo sus nombres.
—¿Por qué sigues sin camisa, Emir? Hay una niña presente. —escucho decir a Magna.
—A mí no me importa—exclama mi hija—. Papá andaba con el torso descuidado cuando tenía calor o no quería ensuciarse la ropa.
—Creo que querías decir que andaba con el torso descubierto. —corrige Emir mientras se coloca una camisa.
Mi hija arruga la nariz y achina los ojos.