"Han sido solo ideas tuyas, Drya".
Recordaba las palabras de Winchester una y otra vez en mi mente. Después del último encuentro que tuve con Eron, no he logrado dejar de pensar lo extraña, temerosa e intimidada que me hace sentir él con su sola presencia.
Ubicada estratégicamente en el salón, encorvada y con mi mirada dirigida a su asiento, que estaba al final de la última fila de la izquierda, lo observaba sigilosamente. Cual espía intentaba tapar mi rostro con la orilla de mi hombro para evitar que me sorprendiera viéndolo.
Es tan alto, incluso sentado.
Tan elegante y varonil en sus movimientos. Con esa chaqueta negra y ese peinado tan perfecto. Sin ningún cabello fuera de su sitio, excepto por el mechón que siempre se acomoda cuando pasa su mano desde la frente hacia atrás. Se agarraba la barbilla con el índice y el pulgar de su mano derecha, mientras que con la otra movía un lápiz rápidamente en el aire.
Él y Kendra empezaron a estudiar hoy en Haptown, la única secundaria del pueblo. Por lo que pude notar, él es el hermano mayor solo por dos años, pues Kendra está en otra clase con gente menor. Algo que no concuerda con su actitud madura al corregir constantemente a Eron.
El timbre sonó.
Cerré mi cuaderno y guardé mis útiles de estudio en mi mochila.
—¿Qué estudiaste hoy? —me preguntó Win, parándose de su asiento y esperando a mi lado—. ¿Analizar la anatomía del chico nuevo I y II?
Eron pasó a nuestro lado en silencio, como un depredador en plena cacería. Serio y sin esa sonrisa de esencia malvada. Parecía frío y sus ojos reflejaban esa misma oscuridad que tuvo conmigo cuando lo vi por primera vez en aquella farmacia. Esta vez no cruzamos miradas, simplemente salió y se perdió por el pasadizo entre los demás estudiantes.
Creo que mi subconsciente ha adoptado la costumbre de soportar la inoportuna gracia sarcástica que él tiene conmigo; por eso, se me hizo más extraño su comportamiento.
—¡Oye! —La voz de Win me hizo volver a la realidad—. Te has quedado en blanco.
Le sonreí y caminé.
—Iré a buscar al maestro Griffin para entregarle mi proyecto. Solo tengo plazo hasta hoy —avisó adelantándome el paso. Al salir por la puerta, gritó—: ¡Me esperas para ir juntos a Chase!
Caminé directo a los casilleros con la mirada un poco perdida. Abrí mi bloque y guardé mis útiles uno por uno.
—Tienes que ser menos obvia al mirarme, Drya. —Escuché la voz de Eron detrás de mí. Di un brinco porque no me lo esperaba y me mantuve quieta.
Se dio cuenta.
Cerré los ojos y los apreté fuerte.
Debía cambiar de tema lo más rápido posible.
—¿Te crees una especie de fantasma que aparece de repente? —pregunté y continué acomodando mis cosas para ocultar mis nervios, simulando desinterés. Sentí que él se acercó más. Su respiración chocaba en mi cabello una y otra vez.
Un solo movimiento mío y nuestros cuerpos harían contacto.
—No lo sé —susurró, logrando que los vellos de mis brazos se erizaran.
¿Por qué podía hacer eso?, ¿por qué mi cuerpo reacciona así por él?
Sentí que su respiración bajó poco a poco detrás de mí recorriendo mi cuerpo: desde mi espalda, pasando por mis glúteos y quedando en mis piernas. Mi corazón latió tan fuerte que volteé de inmediato para quedar frente a Eron, que estaba en cuclillas, introduciendo una llave en la ranura de su casillero para asegurarlo.
Él se paró y quedó frente a mí muy cerca, inspeccionando mi rostro con sus ojos azules.
—Solo quería cerrar mi casillero —dijo con su voz profunda.
La cercanía hizo que percibiera su perfume: uno nuevo, diferente, fuerte, uno muy suyo.
Huele bien, huele muy bien.
Fruncí mi rostro para mostrarle un falso enojo, aunque por dentro estaba muy nerviosa y asustada.
—Tranquila, no te voy a comer. —Sonrió con aire triunfador—. Inte än*.
—No te lo permitiría.
Soltó una pequeña risa y atravesó su brazo izquierdo para apoyarse con la mano en los casilleros que estaban detrás de mí.
Volvió a plasmar esa expresión seria suya en el rostro.
—Du vet inte vad du säger, Drya*.
Me confundía más cuando hablaba en sueco y no podía entender una palabra de lo que decía.
—Tu as un très gros ego* —respondí en francés. Era la única lengua que aprendí bien en todos mis años en la escuela. Si él juega a responderme en sueco para que no lo comprenda, yo también lo podía hacer.
—C'est très gros, Drya*. —Quedé sorprendida al escucharlo hablar también en francés—. Sé hablar muchos idiomas, no hay nada que puedas decir y que yo no entienda.
Arrugué mis cejas enojada. Definitivamente, su arrogancia pulveriza mi paciencia.
—No intentes jugar mi juego —habló, se separó de mí y se marchó diciendo—: Kasta inte sten i glashus*.
Me encantaría poder saber si es así de soberbio siempre o solo lo hace para molestarme.
Volteé para cerrar mi casillero y recosté mi frente sobre este cuando terminé. Con los ojos cerrados suspiré y pensé en Eron, nuevamente. Me di cuenta que él podía alborotar mis sensaciones cada vez que así lo quería. Es algo que no puedo permitírselo más.
A penas nos conocemos y se ha tomado mucha confianza conmigo. Me estresa mucho que cuando hace algo con doble intención no puedo decirle nada, porque a simple vista no lo parece. Probablemente, si le reclamo, me tomaría por loca, negaría su acción o diría que estoy imaginando cosas donde no las hay.
—Ahora sí los vi —matizó Win, llegando hasta mí—. ¿Te estaba molestando?
Negué para evitar explicaciones y continué caminando junto a mi mejor amigo.
Hoy tenemos "aperitivo".
Cada vez que lo acordamos, los chicos y yo vamos a almorzar alguna comida rápida cubierta de grasa en Chase para conversar de muchas cosas. A esa reunión entre semana lo llamamos el "aperitivo". Un momento de charlas largas y descanso después de la escuela. Todos sabíamos que después de ese pequeño descanso nuestra familia nos esperaba en casa con el sermón del porqué nunca llegábamos temprano al almuerzo, ya sea los martes o jueves.
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Editado: 17.06.2021