Nefaristo, la caída

La traición

- Mi orgullo es eterno y mi odio infinito, en el infierno nos encontraremos nuevamente…

Esas fueron las últimas palabras que pronunció Nefaristo, un inmortal condenado a padecer sufrimiento eterno por las decisiones de su Padre el Rey Kelevra. El rey era cruel y reconocido por obtener lo que deseaba a cualquier costo, a pesar de tener todo lo que le apetecía siempre buscaba placer en devorar los ojos de mortales vivos y una vez cegados los hacía luchar a muerte prometiendo inmortalidad al que saliese victorioso de la pelea.

- Luchad os ordeno, aquel que salga vencedor de vuestro encuentro, tendrá poderes sobrehumanos, recuperará la vista y vivirá eternamente -Decía el Rey mientras burlonamente sostenía una copa con sangre acompañada por los ojos de los competidores.

- Cómo saber que cumplirás tu palabra? -exclamó uno de los participantes y en ese momento sintió como una lanza atravesó su corazón, no era otro sino su hijo Nefaristo el que había provocado tal acción.

- Si algo tiene mi Padre es palabra, siéntanse libres de tomar su propia vida si no quieren ser partícipes de esto, ¡así que comiencen! -Comentó sonriente.

Ante tal situación los humanos agonizantes por el dolor comenzaron a blandir sus espadas sin saber a quién o qué daños estaban provocando, hasta sentir desgarrar su piel, provocándose mutilaciones y la peor de las muertes al ser desangrados sin poder prevenir el golpe final. Lo que ellos no sabían era que nunca había victoriosos pues a pesar de que al final de la contienda terminaban de pie dos o tres personas, morían a los pocos minutos de estarse intentando matar ciegas desangrados a causa de sus heridas.

Nefaristo era un hijo leal y fiel sirviente, aunque de buen corazón y odiaba tener que matar o cumplir con las órdenes que le daban, su padre se había hecho cargo de él desde el día en que nació puesto que su madre Alezza había muerto dándolo a luz. Cierto día el Rey ordenó un concurso prometiendo un lugar en la familia real a quien saliese victorioso. Bajo la condición de que todos los participantes debían quitarse los ojos voluntariamente y entregarlos como ofrenda. En esa ocasión participaron cerca de quinientas personas entre las cuales destacaba un hombre de mediana edad quien no dudó un instante en colocar sus ojos en la copa y proceder a tomar postura de ataque.

- Recuerden que la victoria la obtendrá únicamente una persona y podrá reclamar ser miembro de mi familia, teniendo el honor de convertirse en mi hijo si así lo desea, ¡comenzad! -Dijo por último, dando lugar nuevamente a una masacre en la arena de batalla.

La batalla se desarrolló sin ningún particular hasta que de pronto en medio de la arena todos se sorprendían al ver la facilidad con la que un hombre abatía a todos a su alrededor con demasiada facilidad y sin salir herido, los movimientos de su espada eran tan precisos y esquivaba los ataques a su alrededor con tanta elegancia que pareciese que no había perdido la vista, pero sobre todo la calma en ningún momento. La batalla siguió su curso y como era de esperarse ante tal situación, ese hombre terminó obteniendo la victoria sin tener un solo rasguño.

- Guerrero decidme cuál es su nombre -Dijo el Rey.

- Lamento decir que no cuento con alguno, puesto que nunca conocí a mis padres, sin embargo, las personas que me conocen me han nombrado “Blind”.

- Ya veo, así que al fin llegaste. -Comentó ante la mirada atónita de Nefaristo.

- A qué te refieres con eso Padre? -Preguntó.

En eso sintió un frío recorrer su pecho cuando sintió una espada atravesar su cuerpo. No era otro que Blind, quien desde la arena había aventado su espada contra la espalda de este.

- Qué diablos está sucediendo? -Preguntó Nefaristo y en ese instante sintió como le arrebataban los ojos.

Habían sido tomados por el mismo Rey, quien, con una sonrisa en el rostro, dijo.

- Acércate hijo mío, llevo un siglo esperando tu regreso…

- Lo sé Padre -respondió Blind -Había algo que me decía que hoy tenía que estar aquí, algo guiándome en la sangre hasta el lugar de este encuentro. Soy ciego de nacimiento sin embargo siempre he sentido que puedo ver y percibir el aura de los demás, por eso jamás he sentido miedo.

Nefaristo solo yacía en suelo sin poder comprender lo que estaba pasando limitándose a escuchar la conversación y esperando a que sus heridas sanasen pues al ser inmortal sabía que no corría peligro alguno, sin embargo, no estaba preparado para lo que sucedería.

- Estos son los recuerdos de una vida que nunca tuviste, complementados con mis pensamientos. Ahora te entrego los ojos de la vida y la inmortalidad “Komm zurück aus der Hölle, mein Sohn”[1] -terminó de recitar el Rey, mientras le colocaba a Blind los ojos extraídos de Nefaristo.

 En ese momento Nefaristo dejó de recuperarse y no solamente eso sino, poco a poco a desangrarse por los huecos oculares que ahora estaban donde yacían antes sus ojos. No pudo evitar preguntarle a su padre.

- Explicadme que os he hecho para merecer este trato y decidme quién demonios es esa persona Padre!

- No hay nada que explicar, no puedo perder el tiempo contigo cuando mi legítimo heredero ha vuelto a su hogar.

- Espera Padre, de cualquier forma está a punto de morir, o mejor dicho de volver, así que yo se lo diré al bastardo -Gritó Blind sin poder evitar reírse -Tú no eres más que una simple ofrenda para que yo pudiese renacer en esta época, al igual que la ramera de tu madre.



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En el texto hay: misterio, horror, traición.

Editado: 08.10.2020

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