Un pequeño chasquido hizo que Lena abriera los ojos. Instintivamente acarició el mango de su katana. Agudizó el oído sin moverse. Percibió, extrañada, que los ruidos nocturnos habían desaparecido. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral y esa fue la señal; saltó desenfundando su Katana mientras daba un giro de 180 grados. Dio en el blanco y un grito ensordecedor se abrió paso en el silencio de la noche, lo que hizo que Cris saltara como un resorte de su cómodo sueño con la pistola en la mano apuntando a la oscuridad.
—Lena, ¿qué pasa?, ¿dónde?, ¿qué?
—Tranquila —le contestó, aunque su tono era tenso.
Cris se acercó despacio a Lena. Sus manos temblaban empuñando la pistola. Lena observó a su atacante que se encontraba a apenas un metro de distancia y que en ese momento se incorporaba adoptando una postura defensiva.
—Aléjate Cris, yo me encargo. Y, joder, ¡deja de temblar o terminarás haciéndonos agujeros a todos! —susurró Lena.
—No, yo me quedo —contestó Cris también en un susurro.
—Cris, he dicho que te alejes.
—No.
—¡Cris! —gritó Lena más fuerte— A-lé-ja-te.
Lena ni siquiera la miró mientras se alejaba. Toda su atención estaba centrada en el hombre que había interrumpido sus sueños y que en ese momento se erguía en toda su estatura. Pudo ver en su mirada auténtica rabia contenida. Lena no se amilanó.
—No te muevas, o te juro que te rebanaré los sesos —dijo Lena en tono frío.
El desconocido seguía quieto pero su mirada no perdía detalle. En cuanto Cris estuvo lo suficientemente alejada se abalanzó sobre Lena, ésta se echó a un lado con rapidez mientras el hombre caía al suelo por el impulso. Lena aprovechó la oportunidad para darle una fuerte patada en el trasero. Esto hizo que el hombre se desplazara más lejos mordiendo el polvo del suelo. No llegó a levantarse ya que Lena se colocó a horcajadas encima de él. Oprimió sus caderas para inmovilizar sus movimientos mientras le cogía las manos y las pegaba a la espalda. El hombre soltó un gruñido de dolor mientras forcejeaba para librarse de su agarre. Lena lo sujetó con más fuerza.
—Cris, tráeme la cuerda.
Cris le dio la cuerda sin poder controlar su estado nervioso. Lena no perdió tiempo. Ató con precisión las manos del desconocido para luego girarlo y atarle los pies con un complicado nudo japonés. Se puso encima de él de nuevo y con la daga que desde el inicio del viaje llevaba escondida en su bota, apuntó la garganta del desconocido. Éste dejó inmediatamente de forcejear. En esa posición Lena pudo distinguir levemente sus facciones. Parecía joven; delgado pero fibroso, sus ropas parecían más las de un indio que las de un hombre que pasea por la montaña de madrugada. Su piel era muy blanca y lechosa. Su pelo era largo y oscuro.
—¿Quién coño eres y qué andas buscando? —dijo Lena. Su tono estaba impregnado de ira.
El hombre respondió algo en una lengua extranjera que ninguna de las chicas entendió y miró a Cris que en ese momento temblaba como un hoja y se abrazaba a sí misma.
—¿Has entendido algo de lo que ha dicho?
Cris negó con la cabeza.
—¿Crees que es un idioma? N… no… no he oído nada parecido en mi vida.
Lena se acercó a Cris y la abrazó.
—¿Estás bien?
Cris tardó unos segundos en responder.
—¿BIEN? —gritó— ¿A ti te parece que estoy bien? Joder. Hemos sido atacadas por un melenudo paranoico que habla raro. Me acabo de llevar un susto de muerte. ¡He tenido que apuntar a un ser humano con una pistola! Y encima descubro que mi mejor amiga es una especie de Lara Croft. ¿Dónde narices aprendiste todo eso? No, mejor no respondas. No lo quiero saber...
—Fue Sen-sen, él me enseñó —respondió Lena igualmente.
—¿Y cuándo pensabas contarme que estás tan puesta en el arte de patear culos?
—Te lo estoy contando ahora.
—¿Ahora?, ¿¡ahora!? —preguntó Cris histérica.
Cris se encaminó hacia su asaltante que hacía sus pinitos para incorporarse. Lena miró el cielo con desesperación, ya estaba amaneciendo. En pocos minutos la luz sería total. Miró a Cris y se quedó atónita; estaba sentada a horcajadas encima del asaltante. Lo tenía cogido de la pechera y le estaba soltando un rapapolvos y dándole bofetones. Lena salió a la carrera para sujetar a su impulsiva amiga. Cuando se acercó para coger a Cris por los hombros vio en su agresor una media sonrisa de satisfacción que hizo que le hirviera la sangre. Tiró fuerte de Cris y las dos cayeron con fuerza hacia atrás golpeándo sus traseros con el duro suelo.
—Mierda Lena, déjame que le dé a ese cabrón lo suyo. ¿Cómo se atreve a atacar a dos mujeres indefensas?
Cris se levantó del suelo y Lena hizo lo mismo para sujetarla por el brazo
—Cris, para ¿vale? Déjalo ya. Mira, cojámoslo y atémoslo a ese árbol.
Cris asintió levemente sin apartar la mirada del desconocido y se pusieron manos a la obra.
Mientras Lena ajustaba la cuerda alrededor del árbol Cris se posicionó frente a su asaltante. Lo miró a los ojos directamente. No estaba preparada para ver lo que estaba viendo; el tío que tenía delante era el hombre más guapo que había visto nunca. Se quedó ensimismada. Tenía la frente alta y despejada y de ella le caía una larga melena marrón clara con reflejos dorados que llegaba a cubrirle los hombros. Su nariz era recta y armonizaba con unas cejas anchas y bien formadas. Sus ojos eran rasgados y de un color gris que iba acompañado de pequeñas manchitas azules. Sus pestañas eran densas y largas y sus pómulos altos y bien definidos. Su mandíbula era fuerte y sus labios eran carnosos, especialmente el superior, que en ese momento le sonreían provocativa e insinuantemente. Cris parpadeó varias veces para recuperar el control de sus emociones que ese tío había conseguido descolocar en cuestión de segundos. Se centró en los ojos de su asaltante intentando no mirar su boca sensual que insinuaba placeres infinitos. Carraspeó unas cuantas veces para dejar de sentir la ola de calor que le recorrió el cuerpo y recuperar el dominio de sus emociones.