Nyel llegó apresurado con el botiquín que Cris le había pedido y entre ambos comenzaron a curarle las heridas a Lena. Kher se apartó con disimulo del grupo y se encaminó en busca de su hermano. Podía sentir su agonía. Sabía que Turs no estaba bien. Lo encontró apoyado en un amplio tronco contemplando el paisaje
—¿Crees que cuando curen a la chica podremos ponernos en marcha? Ya vamos retrasados —dijo Turs en tono cansado.
—Turs, la chica se llama Lena, y sí, creo que en cuanto terminen estaremos preparados para marcharnos. En cualquier caso, no has de sentirte mal por esto. No sabías lo que iba a pasar.
—Ya, claro. Explícale tú eso a Cris, que no me ha clavado un cuchillo en el corazón porque no lo tenía a mano. ¿Sabes hermano? En algo tenías razón: esas dos están tan unidas como la luz y el sol.
—Si, es cierto.
—Lo que no entiendo es que Lena no se quejara ni una solo vez. Hay que reconocerle valor y coraje a esa humana.
—Sí. La mayoría de las mujeres que conozco no hubieran aguantado eso, y algunos hombres tampoco. Es admirable el aguante y la fuerza que tiene—reconoció Kher.
—Bien, no te preocupes. De aquí en adelante me mantendré todo lo lejos que pueda de ella.
Kher colocó su mano en el hombre de su hermano.
—Turs, fue un accidente. No sabías el estado en el que se encontraba. Ella no se quejó. No te sientas culpable por algo que ignorabas, pero si te vas a sentir mejor estando alejado de Lena, lo comprendo. Una vez que lleguemos a casa Lena ya no te incordiará más. Podrás evitarla todo lo que quieras.
Turs asintió con la cabeza y palmeó el hombro de su hermano Kher.
—Te dejo solo. Cuando hayamos terminado te mandaré a Nyel —se despidió Kher.
Kher volvió al lugar donde se encontraban las chicas, pensando para sí que su hermano iba a caer en una encerrona. Conociéndolo como lo conocía, sabía que bastaba que no le impusieran las cosas, para que las quisiera. En las pocas ocasiones en las que lo habían obligado a algo, él más se había empecinado en no hacerlo. Con los años, Kher había aprendido a manejarlo en aquellas ocasiones en las que su carácter se volvía totalmente intransigente, llegando al punto de que hasta el padre de ambos pedía ayuda a su hijo pequeño para razonar con el mayor. Turs solo escuchaba a Kher. Era al único al que tenía en cuenta.
Cuando se reunió con las chicas, éstas ya estaban preparadas para partir. Habían vendado las muñecas de Lena y habían recogido el campamento. Kher ordenó a Nyel que avisara a Turs. En cuestión de minutos, la pequeña comitiva había emprendido la marcha. Rab había vuelto a desaparecer y Lena sospechó que el hombre hacía la función de avanzadilla. Lena volvió a mirar su reloj, llevaban aproximadamente una hora caminando. El paisaje había empezado a cambiar; los árboles eran más viejos y densos, por lo que la luz no conseguía abrirse paso tan fácilmente. Las cortezas de los árboles eran más oscuras y estaban cubiertas de musgo por la penetrante humedad del ambiente. Las raíces de los árboles salían por doquier, juntándose unas con otras y haciendo que las chicas, poco acostumbradas a las andanzas por terrenos tan abruptos, tropezaran constantemente. El aire era más denso conforme avanzaban. El bosque se estaba volviendo un sitio lúgubre y oscuro.
Lena observó que cuanto más penetraban en la espesura más avanzada parecía la edad de los árboles y más sonidos extraños se escuchaban. Ninguno de los hombres parecía darle importancia, así que se relajó como pudo y siguió caminando, procurando no caerse.
Tras un buen trecho, parecía que la cosa ya no podía ir a peor. Lena hubiera apostado a que esa era la zona más profunda del bosque. Todos se pararon de repente y Lena hizo lo mismo. Cuando su mirada se encontró con aquello que mantenía la atención del resto se quedó pasmada. Nunca había visto nada igual. Un roble gigantesco se interponía en al camino. Al menos harían falta cinco personas para rodearlo por completo y tenía una forma extraña en su base, como si estuviera retorcido sobre sí mismo. Lena miró hacia arriba, era denso y tupido. No se podía ver la copa con facilidad, pero debía medir al menos treinta metros de altura.
—¡Madre del cielo! Este roble es un ejemplar único —dijo Lena con emoción.
Nadie respondió, pero la mirada de Turs se tornó extraña. Lena avanzó casi hipnotizada para posar sus manos en el tronco del impresionante árbol, pero Kher la sujetó por el brazo con delicadeza.
—Lena, no puedes tocarlo.
Lena iba a protestar, pero se calló y observó los movimientos de Turs que en ese momento se acercaba al gran árbol. El hombre se colocó frente al roble y pronunció, con un tono bastante elevado, una serie de palabras que fueron incomprensibles para las chicas. Un segundo después, un ruido ensordecedor inundó los oídos de Lena y Cris, las cuales, instintivamente, se los taparon con las manos. Los demás posaban su mirada en el majestuoso árbol. Lena observó con incredulidad como el árbol cobraba vida propia y se movía y retorcía para terminar abriendo una especie de puerta en su mismo centro. El ruido ya había desaparecido, pero Lena mantuvo las manos en los oídos y la boca completamente abierta. Rab avanzó hacia el árbol y atravesó la puerta de luz.
—¡¿Qué coño es todo ésto?! —gritó Lena a pleno pulmón.