Lena siguió a la comitiva de elfos que se dirigían a la cocina. Iba a coger el segundo plato cuando sintió un cálido abrazo por detrás.
—¿Cómo estás, Lena?
Lena se giró, abrazó a Cris y la miró apreciando el vestido rosa pálido de fina seda. El escote tenía forma de barco, y de él salían unas mangas ceñidas hasta el codo que se ampliaban conforme descendían. Toda la tela estaba decorada con bordados en plata que simulaban pequeñas flores. El vestido se ceñía en las caderas y caía en forma de campana. Su pelo rojizo caía formando una cascada pelirroja que llegaba hasta su pecho. Dos mechones se recogían en la base de su cabeza, dejando caer desde su frente otros dos mechones más que le enmarcaban la cara y que se coronaban con una diadema de plata que se engarzaba en el centro con un símbolo en forma de nudo. Parecía una auténtica elfa.
—¡Estás preciosa, Cris!
—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo ese tarugo?
—Estoy bien, Cris, de verdad.
—Bueno, no tengo mucho tiempo. Me he escabullido un momento para hablar contigo. Por si no lo sabes, Turs no me deja acercarme a ti. Kher está trabajando en ello, intentando convencerle para que cambie de opinión, pero de momento no ha cedido, así que me está absolutamente prohibido verte o hablarte. Aunque tranquila, he tenido una idea. —Cris posó un walkie talkie en las manos de Lena—. Esta noche conéctate a las dos. Te pitaré en morse.
Lena miró a Nela que se encontraba al otro lado de la sala, ésta le sonrió. Se fijó en que Anur no estaba, cogió el walkie talkie y se lo metió con disimulo en su bota.
—Cuídate ¿vale? —dijo Lena dándole un abrazo a Cris.
—Igualmente y oye, me ha encantado el repaso que le has dado a la rubia.
Cris salió corriendo de la amplia cocina. Lena cogió el plato que tenía destinado para Turs y se encaminó a llevarlo a la mesa. Lo dejó delante de sus narices y se situó de nuevo tras él, preparándose mentalmente para oír la charla tonta e insulsa de Shela.
—Dime, Turs, ¿tienes planes para ver la luna creciente esta noche? —preguntó Shela a Turs en un dulce susurro.
—Perdóname, Shela, pero esta noche estoy muy cansado y en cuanto termine me iré a descansar, aunque tal vez mañana por la noche la luna brille más —terminó con una sonrisa sensual y la elfa situó su mano discretamente en el muslo de Turs, acariciándolo con suavidad.
—Estoy segura de que mañana será perfecto.
Turs cogió la mano de Shela y con discreción la colocó encima de la mesa. Lena pensó que en su mundo solo había un nombre para definir a Shela, pero se lo guardó para sí misma. El elfo más mayor le daba conversación a Lug y éste la miraba a ella dirigiéndole una media sonrisa perversa. Ese tío la estaba poniendo nerviosa. Un pequeño escalofrío la recorrió.
Retiraron el segundo plato y sirvieron el postre. Lena rezaba por que Turs terminara pronto, porque estaba cansada de aguantar las miradas odiosas de Lug. Miró a Nyel, éste le sonrió, pero vio algo en la expresión de la chica que le hizo observarla con más detenimiento; estaba nerviosa. No sabía cuál era la causa de tal malestar. Siguió la mirada de Lena y pudo ver el problema de inmediato; era Lug. No paraba de comérsela con los ojos. Nyel miró a Turs.
—Mañana te espero a las diez en el patio de armas —dijo Turs
—De acuerdo. Yo me voy a retirar ya —contestó Nyel
—¿Te marchas ya?
—Sí, Gala.
Gala estaba mirando a Nyel en ese momento con verdadera devoción. Lena se dio cuenta de que la elfa estaba loquita por Nyel y él ni se había enterado. La chica tenía buen gusto y, desde ese momento, Lena decidió que Gala le caía bien.
—¿Quieres que acompañe a Lena a tu cuarto?
Turs se sorprendió de tal petición, pero no lo demostró. Miró con intensidad los ojos de Nyel y algo en su gesto le hizo decir que sí.
—De acuerdo. Lena, vete con Nyel, yo iré enseguida.
Lena no lo pensó dos veces. Cuando pasó al lado de Cris se agachó y le dio un sonoro beso
—Cuídate —dijo Lena.
—Igualmente —contestó Cris, enviándole un beso con la mano mientras se alejaba.
Lena y Nyel salieron del salón hacia la clara noche.
—Gracias Nyel por ayudarme.
—De nada, Lena, pero mi ayuda ha sido un poco egoísta. En realidad Lug no me gusta demasiado, no soporto su arrogancia.
—¿Por qué eres tan amable conmigo? Después del golpe que te di, no es de esperar simpatía por tu parte. No lo entiendo, y con esto no quiero que te ofendas ni que pienses que soy una desagradecida.
—No, Lena, sé lo que quieres decir, pero tú hiciste lo que yo u otro cualquiera habría hecho si hubiera sido atacado, así que no puedo odiarte por eso. Yo te respeto porque demostraste valor en la batalla e inteligencia, no puedo censurar algo que yo mismo hubiera hecho, ¿no crees?
—Sí. Visto desde ese punto de vista tiene su lógica. Ojalá todos lo vieran así.
—No seas dura con Turs. Mi primo es bueno y noble, te lo aseguro. Me he criado con él y es uno de mis mejores amigos.