Llevaban cabalgando a galope tendido más de tres días sin apenas descanso con el fin de llegar lo antes posible al portal del Bosque Verde. Se internaron en lo más profundo del bosque, hasta que llegaron a una especie de gruta de la cual manaba una fuente subterránea que caía en cascada por la pared de piedra. Un pequeño lago se formaba conforme el agua caía. Era el agua más pura y cristalina que Lena había visto nunca. El techo se prolongaba hacia arriba, formando una especie de chimenea de unos diez metros de alto. Al final de la chimenea había un enorme agujero que dejaba entrar la luz del sol e iluminaba el estanque, produciendo pequeños destellos dorados.
—¿Dónde está el portal? —preguntó Lena, mirando impresionada el manantial.
—Este es el portal —respondió Kher.
—El lugar es bonito pero sinceramente no sé dónde va a abrirse un portal en un sitio como este.
—Espera y verás.
Turs se puso delante del estanque y dijo una serie de palabras en la lengua elfa más profunda. Un temblor invadió la gruta y las aguas le siguieron el ritmo. El lago se abrió y una plataforma se elevó del fondo del estanque y se instaló en la superficie, dando la forma de un pasillo de piedra que llegaba hasta la pared de roca de la que caía el agua. Ésta ya no estaba y en su lugar había una enorme puerta en forma de arco y al otro lado, solo oscuridad. Day pasó primero, seguido de Nyel y Gala. Luego pasó Kher, que llevaba a Cris cogida de la mano. Turs miró a Lena y le ofreció su mano, Lena la aceptó y se adentraron en el oscuro agujero.
—¿Por qué está tan oscuro? —preguntó Lena.
—Porque desde aquí vamos a parar a otra gruta oculta. Los portales nunca están a la vista de la gente.
Lena asintió con la cabeza. Cuando todos estuvieron dentro de la gruta el sonido los envolvió, cerrándose la puerta y con ella la poca luz que había. Turs apretó más a Lena contra sí.
—Yo te guiaré.
Segundos después salían por el enorme tronco de un árbol que debía de tener al menos trescientos años. Los demás ya estaban fuera cuando salieron al aire libre.
—¿Y cómo se cierran los portales?
—Eso es sencillo —respondió Turs—, Day y yo somos los únicos que podemos abrirlos, además de Arana. Una vez abiertos los cerramos mentalmente; es una manera de proteger el portal para que nadie entre.
—¡Vaya! —dijo Lena—, lo tenéis todo pensado.
—Nuestra mayor prioridad son los portales, Lena.
—¡Lo tengo! —exclamó Day, sobresaltando al grupo.
Day observaba una especie de colgante que brillaba con una intensa luz dorada.
—¿Puedes percibir hacia dónde fueron?
—Sí, el rastro todavía es intenso.
—Por allí ¡Vamos! —exclamó Turs—. No podemos perder el tiempo. Seguro que nos llevan una semana de ventaja; el tiempo no es igual en este mundo.
Lena comenzó a andar; la oscuridad parecía absoluta, pero sin embargo podía ver con excesiva claridad. Turs se puso a su lado.
—No quiero que te despegues de mí ¿Entendido? Y no hagas ruido.
Todos caminaban con paso ligero y, siempre y cuando el terreno se lo permitía, corrían. Así estuvieron durante varias horas. Turs se paró y junto con Day observando el cordón dorado. La piedra que acunaba en el centro del colgante comenzó a brillar con más intensidad.
—Están cerca —dijo Turs.
—No sé, no estoy tan seguro. —Day observaba muy atentamente las tonalidades de luz de la piedra—. Sigamos a la piedra, ella nos guiará.
Y así lo hicieron. Ya estaba casi amaneciendo y el cielo empezaba a clarear. El colgante los llevó a una gruta recubierta por piedras gigantescas con formas extrañas; a diferencia de las piedras normales, éstas eran lisas y redondeadas por la erosión de los años. Lena sintió que esa zona del bosque era muy antigua. Las piedras tenían tamaños desorbitados y estaban recubiertas en su mayoría por musgo verde.
—¿Quién habrá puesto unas escaleras aquí para bajar al interior? —preguntó Turs.
—Creo que esto es un circuito turístico. Ahora si no quieres que nos pillen deberías utilizar ese glamour porque tiene que haber guardias forestales y vigilantes en la zona –dijo Cris.
Fue Lena la que descubrió la placa que indicaba donde se encontraban.
—Eh, Cris, estamos en Francia. Esta cueva se llama La Gruta del Diablo y es un enclave turístico.
—Sea lo que sea lo que tengáis que buscar —Cris miraba a su alrededor, en busca del menos indicio de humanos—, hacedlo rápido. En cuanto el sol esté más alto empezarán a venir personas y no creo que podáis hacer mucho entonces. Lena, tú baja con ellos, yo y Kher nos quedaremos vigilando para evitar que alguien baje.
—De acuerdo.
Turs se precipitó con Day por la angosta escalera de metal; bajaron hasta el final donde había una pequeña caverna. Day sacó el colgante que con la intensidad de su luz iluminó toda la estancia y lo fue acercando a una de las paredes. La luz se hizo más intensa y repitió el movimiento con el resto paredes, habiendo algunas en las que brillaba con más intensidad y otras con menos.