Lena aparcó el coche a un lado del asentamiento y todos las miraron intrigados cuando bajaron de éste.
—¿Todo bien, Cris? —preguntó Kher.
—Sí, amor, todo ha ido de maravilla.
—¿Cómo llevas lo del conjuro? —dijo Lena.
—Está casi listo.
—¿Cuándo atacaremos?
—En cuanto oscurezca.
Antes de que Lena pudiera preguntar algo más, dos fuertes manos la agarraron de la cintura. Lena soltó un pequeño grito de sorpresa y Turs la cogió en volandas.
—Voy a meterme en esa tienda con mi mujer y no quiero que nadie intervenga, ¿Entendido? —dijo Turs con un tono de voz que mostraba lo irritado que estaba.
Todos agacharon las cabezas y salieron disparados a ocuparse de sus asuntos.
—¡Malditas sea! —gritó Lena—. ¿Ahora huís como ratas? Turs, suéltame ahora mismo pedazo de engendro.
Turs entró en la tienda, arrastrando como buenamente podía a Lena dentro de ella. Cerró la cremallera y la depositó en el suelo, poniendo todo su cuerpo sobre el de la chica y sujetando las manos de ésta por encima de su cabeza. Lena se retorció.
—¿Qué coño estás haciendo? Suéltame.
—Te lo voy a decir muy claro: no vuelvas a hacerme esto nunca más.
—¿Y se puede saber a qué te refieres, tarugo?
—Me refiero a llevarme la contraria, a vestirte de esa manera y tontear con un humano.
—¿De qué estás hablando neandertal? Así es como nos saludamos los humanos. ¡Suéltame!
—Esto Lena, es para recordarte que el único que te besa soy yo.
Sin más, Turs invadió la boca de Lena de una manera brutal, absorbiendo y lamiendo cada rincón con verdadera voracidad. Lena empezó a darle puñetazos, pero cuanto más se resistía ella más la aprisionaba él hasta que dejó de oponer resistencia. Turs cambió de actitud sin ser consciente y los besos que habían comenzado como un castigo se convirtieron en gemidos de placer. Volvió a besar a Lena de forma apasionada pero tierna al mismo tiempo.
—¿Has terminado ya? —preguntó Lena separándose todo lo que le fue posible de él—. Porque no me gusta que me trates como si fuera de tu propiedad, te lo he dicho muchas veces.
—Es que eres de mi propiedad.
—Eh, compañero, alto ahí. Tú me dijiste que no serías mi amo y te portas peor si cabe. Sabes que esa actitud tuya no me gusta. Prometiste que esto que tenemos no crearía una relación de sierva y amo, pero me tratas como tal. Entérate bien, pedazo de burro, yo no-soy-tuya, soy tu compañera, así que, como no enmiendes tu comportamiento, la que va a renunciar a este contrato si salimos de esta voy a ser yo.
Turs se apartó y Lena pudo sentir cómo un frío helado se apoderaba de ella debido a las emociones que le transmitía el vínculo que tenía con Turs. Miró esos ojos azules que ahora parecían más oscuros y él le devolvió una mirada helada.
—Está bien, Lena, si es lo que quieres, yo no me opondré a darte la libertad, pero hasta que estemos en mi mundo estás vinculada a mí, así que quiero que te quedes aquí con Cris y con Gala.
—Y una mierda. Yo voy a pelear.
Turs suspiró profundamente, empezaba a cansarse de la testarudez de su némesis.
—De acuerdo, te dejaré venir, pero con una condición, no te separarás de mí ¿Entendido? Y cuando todo esto pase, quedaremos libres de nuestro contrato.
Turs se incorporó y salió de la tienda. Dos gruesas lágrimas cayeron por el rostro de Lena que se sintió perdida de nuevo. Sentía un profundo vacío en su interior; como si le faltara algo muy importante. Se reprochó a sí misma ese malestar diciéndose que eso era lo que quería, aunque sin entender por qué se sentía así. Lo que más le dolía de todo eran los sentimientos que percibía a través del vínculo. Limpió sus lágrimas y pensó que Turs no debía de quererla tanto cuando se rendía con tanta facilidad. Él solo estaba buscando la excusa para poder desvincularse de ella en cuanto volvieran. Se fijó en el brazalete que todavía estaba impregnado en colores vivos y nítidos. Por poco tiempo, pensó Lena.
Intentó dejar el tema de Turs a un lado y centrarse en la batalla. En cuestión de horas tendría que luchar contra sus enemigos y su cabeza debía estar fría. Cuando todo hubiera pasado, si salía de esa, se tiraría a un rincón y lloraría la pérdida del hombre que amaba. Porque ahora estaba segura: Turs era el hombre que ella quería en su vida y el único al que probablemente… Lena bloqueó sus pensamiento de súbito y los encerró en lo más hondo de su mente bajo llave. Intentó poner la mente en blanco y centrarse en la lucha. Poco después salió de la tienda totalmente decidida a patear todos los culos que fueran necesarios. Miró el cielo, que ya empezaba a oscurecer y se encaminó hacia Kher.
—Necesito un palo largo —dijo Lena.
—Nyel te ayudará con eso. Tienes que ponerte esto por todo el cuerpo.
Lena miró el cuenco que Kher le ofrecía y olió el contenido.
—Fuuuu, esto huele a excrementos de vaca. ¿Qué le has puesto a esto para que huela tan mal?
Kher sonrió pícaro.