Transportando un cargamento de semillas aptas para cultivar distintos tipos de plantas medicinales, reguladas y controladas por las autoridades planetarias terrestres, el Cisne Negro se encontraba transitando a baja velocidad por una zona muy poco concurrida del cinturón de asteroides en dirección a la Tierra.
—Recuerdo que mi tatarabuela me contaba como su bisabuela fabricaba medicinas naturales con las plantas que tenía en el jardín de en su propia casa —comentó Nova suspirando nostálgica...
—Eso fue, con seguridad, mucho antes de que los gobiernos de los diferentes distritos del planeta las prohibieran totalmente —dijo Spica.
—Luego, con la excusa de que hacer medicamentos caseros era perjudicial para la salud de la población, esos malditos recortaron aún más la libertad de los terrícolas —agregó Rigel—. ¡Puras tonterías creadas solo para favorecer a las grandes empresas farmacéuticas!
Como siempre digo: por cosas como esas, es que la raza humana aún sigue estando considerada como una de las más atrasadas dentro de la Alianza de Especies...
En la actualidad solo se pueden conseguir esta clase de plantas de contrabando; a nosotros nos sirve para hacer algo de dinero fácil.
—De acuerdo, pero esto es taaan leeento... ¿No podríamos acelerar aunque sea un 10% más, Spica? —se quejó Nova preguntando con tono de fastidio.
—Si no queremos arriesgarnos a llamar la atención de los satélites de detección marcianos, no... A esta velocidad parecemos solo una roca más, flotando entre tantas otras.
—Paciencia, Nova, paciencia; en cuanto nos alejemos un par de distancias lunares más, podremos acelerar —le dijo Rigel.
—O sea: dentro de varias horas... Creo que me voy a ir a dormir por un bueeen rato.
En ese instante, notó algo en su consola:
—Un momento, ¿qué es esto? —dijo y comenzó a investigar—.
Detecto una señal... ¡es de socorro!, y muy débil; proviene de un punto en el medio del cinturón de asteroides, a solo unos pocos miles de kilómetros de nuestra posición actual.
—¡Vaya suerte la que tenemos!, justo a la mitad de una operación ilegal, y en un sistema en el cual tenemos varias órdenes de detención activas —se quejó Rigel.
—¿Qué haremos, capitán? —preguntó Spica, aunque, anticipando la respuesta, ya estaba colocando las coordenadas.
—Me imagino que iremos a ver que le ocurre a esa nave —agregó Nova entusiasta por tener algo de acción en medio de aquel tedioso contrato.
Rigel la miró de reojo, con cara de desaprobación...
—Esta es una zona olvidada de Dios, casi sin tránsito alguno, no podemos solo «hacernos los tontos» y abandonar a quien esté pidiendo ayuda —insistió ella.
—Sí, eso supongo que haremos... Bien, Spica, pon rumbo al origen de la transmisión —ordenó Rigel con pesar.
Fue de ese modo que el Cisne Negro se dirigió al socorro de la nave en apuros... y, cuando se aproximó a la zona, las sorpresas continuaron:
—Hay cápsulas de escape por doquier —informó Spica mientras las analizaba, contactándose de manera individual con algunas de las computadoras activas de aquellos pequeños módulos unipersonales—.
Pertenecen a la Fuerza de Defensa Terrestre... pero, me temo que llegamos tarde... ¡unos diez años tarde!
Fueron eyectadas hace como una década, los tripulantes murieron dentro de ellas hace mucho tiempo ya.
La señal de auxilio, sin embargo, parece provenir de aquella gran roca, de la cara opuesta a donde nos encontramos ahora... la rodearé para ver —agregó entonces acercándose y maniobrando alrededor del asteroide...
—Ese es el vehículo de la FDT de donde huyeron estas personas, se trata de un transporte penal —dijo Nova identificando la nave al verla flotando ingrávida en el espacio, tras aquel escombro espacial—.
¡Y fue atacado!, miren el enorme agujero que presenta el fuselaje en el medio, tiene varios metros de diámetro.
Eso, lo debió provocar algún tipo de arma de muy alta energía; y desconozco cual pudo ser, el recubrimiento de wolframio se encuentra completamente fundido en algunas partes del contorno, hace falta mucho poder para hacer eso con tal magnitud.
—Creo que puedo ayudarte a resolver ese enigma, Nova... Me parece que ya sé de donde provino ese daño —dijo Spica—.
En el asteroide hay estrellada otra nave, la cual parece estar intacta. Se encuentra parcialmente incrustada en él, y no puedo identificarla, su configuración es desconocida... solo sé que es enorme.
O es un vehículo de tipo experimental, o proviene de muy, muuuy lejos.
—Quisiera investigar el transporte de la FDT, una gran parte de la nave está en buenas condiciones aún —dijo Rigel interesado—.
Esta situación es demasiado extraña, algo me huele muy raro: ¿a quién transportaban por esta parte perdida del espacio? ¿desde dónde, y hacia adónde? ¿y por qué se toparon con una nave inidentificable que los atacó?
Vamos a ponernos unos trajes espaciales, Nova... A ver con que nos encontramos allí.
Mientras tanto tú, Spica, trata de recuperar su bitácora, y analiza como sacar a la nave extraña fuera del asteroide, y que sea sin dañarla en lo más mínimo —le puso como condición—. La tecnología secreta, y sobre todo la que es exótica, siempre se paga muy bien, es en extremo lucrativa.
Rigel, fiel a su estilo, pretendía sacar alguna ganancia de aquel olvidado naufragio.
De ese modo, minutos después, en un ambiente de microgravedad, Rigel y Nova flotaban por el interior de la nave penal; se habían introducido por la gran brecha del casco y, habiendo llegado hasta una terminal ubicada junto a una puerta, la cual les daba un acceso parcial a la computadora de a bordo, evaluaban el estado general del vehículo:
—Queda apenas un 3% de energía, suficiente como para operar las puertas, y las bombas de presión atmosférica por unas horas...
El único problema es entrar, el metal aquí se encuentra deformado, y todo se encuentra trabado —evaluó Nova mientras presionaba el botón de apertura, sin resultados.
—Por eso traje mi equipo de rescate especial —dijo Rigel abriendo una valija que llevaba consigo.
—¿Así que eso era lo que llevabas en esa cosa? Me moría de curiosidad por saber que había dentro —exageró ella.
—Verás, antes de conocernos, hubo una etapa de mi vida en la que me dediqué asiduamente a la búsqueda de tesoros perdidos —agregó él mientras empuñaba una cortadora láser con la que procedió a trazar y cortar una limpia sección rectangular en la puerta, por la que ambos pudieron pasar con holgura.
Acto seguido, selló la entrada por el reverso con un marco provisto de una resistente membrana plástica, y procedió a darle presión al ambiente.
—Bien, el aire es aún respirable —dijo Rigel segundos después de suspender el uso de la reserva de oxígeno de su traje.
Así, luego de haber convertido aquel cuarto en una esclusa de aire improvisada, ingresaron a una sección de la nave que aún estaba sin daños...
Comenzaron a recorrer entonces los oscuros pasillos, iluminados solo con las luces de sus trajes, el lúgubre ambiente era algo tétrico.
La estructura, además, crujía permanentemente, y todo eso a Nova la ponía bastante nerviosa:
—Esto no me gusta nada de nada, esta nave es una trampa mortal, en cualquier momento se va a descomprimir y nos expulsará al espacio junto con miles de escombros, y moriremos despedazados.
—¿No querías algo de diversión, acaso? Estabas taaan aburrida, dijiste... ¡Vamos!, disfruta la aventura, Nova —se le burló Rigel.
—Además, tal vez la FDT nos otorgue una recompensa por el rescate de la bitácora de su nave perdida; eso pagaría el combustible que gastamos para desviarnos —agregó Spica por radio.
—¡Sí, claro!, estoy segura de que las autoridades terrestres lo harán, y gustosas —fue la sarcástica respuesta de Nova—, y nos encerrarán en su calabozo más profundo, en cuanto tratemos de cobrarla...
—Mira, Nova, en aquella dirección, hay un cuerpo —señaló Rigel.
—Por el uniforme, es un oficial penitenciario... y allí hay otros más. Spica no se equivocó, murieron hace años —dijo ella—. Sin embargo, aquí hubo alguna clase de conflicto interno, esos pequeños daños en las paredes, y el techo, son disparos de armas.
—¿Cómo vas con la bitácora de la nave, Spica?
—Todavía estoy descargando pedazos de ella, capitán; se encuentra realmente muy dañada. Mis algoritmos de reconstrucción van a tardar un buen rato en obtener algo legible.
Por cierto, antes de volver, vayan y revisen la bahía médica, detecto unas fluctuaciones de energía provenientes de allí...
Sin más demoras, Rigel y Nova se dirigieron hacia aquella zona, y al ingresar, se encontraron con una gran sorpresa.
Tendida en una camilla, había una mujer; se encontraba dentro de un traje espacial que había sido ingeniosamente adaptado: usando el equipamiento médico de la nave, alguien, tal vez ella, había fabricado algo diferente, algo que la mantenía aún con vida... aunque apenas.
—¿Qué crees que estamos viendo aquí, Spica?, haz una evaluación rápida —le solicitó Nova mientras se acercaba para que la cámara de su casco captara toda la información visual que pudiera.
—No lo sé con exactitud, pero yo diría que esa mujer se encuentra en un estado de reducción metabólica inducida... al menos, eso es lo que me parece; es lo más cercano a una animación suspendida, además explica como es que sigue viva después de tanto tiempo.
—¿Podemos llevarla así hasta el Cisne? —le preguntó Rigel.
—Su cuerpo no parece tener daños, y no veo que esté recibiendo ningún tipo de medicamento de importancia vital.
No veo por que no...
Fue así que, minutos después, la misteriosa sobreviviente ya se encontraba en la enfermería del Cisne Negro:
—Le hice un examen médico completo, y se encuentra en perfecto estado de salud —informó Spica—.
Su metabolismo ya se ha normalizado, ahora está simplemente dormida; en cuanto despierte, podremos preguntarle quien es y que fue lo que pasó.
Con respecto a la bitácora de la nave, pude reconstruir solo una parte, y encontré algo que me resultó extraño: tal parece que proviene de una asteroide destinado a tareas de minería.
—No hay nada de raro en eso.
Es normal que en las explotaciones mineras de la FDT funcionen instituciones penales —le aclaró Nova—. Los reclusos más peligrosos son usados habitualmente como mano de obra sin remuneración extra, allí se los fuerza a trabajar en la extracción de minerales, es parte de su castigo —concluyó, y Spica continuó:
—Sí, pero, según nuestra base cartográfica, en las coordenadas desde donde despegó esta nave no hay ninguna instalación: ni penal, ni minera. Es solo una zona del cinturón de asteroides sin nada más que puras rocas en miles, y miles, de kilómetros a la redonda.
Ambas voltearon a mirar a Rigel, quien permanecía callado...
—¿Estamos muy lejos de ese punto, Spica?
—Solo unas pocas horas.
—De acuerdo, iremos a investigar —dijo entonces él.
Así, el Cisne Negro se encaminó hacia lo desconocido, una vez más.