Hace 17 años
El muelle de Turquía tenía a tantas personas esperando que era imposible; para su pequeño tamaño, divisar más allá...
Sintió que unos brazos familiares la levantaban hasta que estuvo sentada en los hombros de su padre.
La sonrisa de su madre, los ojos azules de su padre, el viento batiéndose sobre ellos...
Admiraba el color del cielo al horizonte entremezclándose en el azul profundo del mar.
Azul...
Tenía apenas cuatro años.
— ¡Nerea, mira el barco!
Su madre tenía una voz melodiosa, aquella que siempre sería agradable escuchar.
Recordó al sujeto vestido de blanco; el cual le pareció extraño, pero sabía que era uno de los capitanes de aquel barco.
Admiró como el viento agitaba el velero blanco y como el olor al agua salada inundaba sus pulmones.
— Bienvenidos a bordo, será una experiencia inigualable...
Su pequeño pecho sintió una leve corazonada, pero aún así sonrió rodeando con ternura la cabeza de su padre.
Partirían del mar Egeo, un extremo al otro.
Pero lo que sí sabía aquella pequeña niña de ojos tan azules y brillantes como el agua cristalina del mar, era que todo iba a cambiar.
Cuando todos los tripulantes estuvieron a bordo y el gran barco se abrió paso para recorrerlo todo con calma, todos los tripulantes estaban felices y asombrados...
Ese mismo día les cedieron habitaciones, algo pequeñas, pero lo suficientemente cómodas para el viaje que harían.
Y esa misma noche, cuando las nubes se adueñaron del ocaso y el mar se picó ante la tormenta que asechaba la oscuridad, aquella pequeña se despertó.
Era la madrugada de aquella noche...
A lo lejos el capitán divisó un punto en el que jamás había navegado.
— Aquí 721, repito 721, perdimos el camino, 721.
Pero la única respuesta fue el sonido irritable de la pérdida.
— Perdimos la señal, debemos regresar.
El hombre parecía confuso, jamás había pasado algo así.
El fuerte rayo retumbó en el mar iluminando toda la tormenta a su paso.
— Estamos perdidos.
Mientras lo inesperado ocurría sobre ellos, la pequeña observó a sus padres acurrucados comodamente y su pequeño cuerpo se escurrió sigilosamente de la cama.
Sintió que su piel se erizaba, y ante el movimiento del mar su cabeza parecía de pronto dar vueltas.
— Nerea...
Su voz era tan dulce como el viento.
Sentía un fuerte ardor que recorría su cuerpo haciéndola querer ir más allá.
Cuando sus pequeños pies tocaron el gélido suelo de maderas oscuras, aquel sonido del mar se intensificó.
Las corrientes se agitaban abriendo ante aquel barco una tormenta que nunca antes aquél capitán había presenciado.
No sabían si debían continuar, y aún así, ¿Hacia dónde ir? No había camino alguno, ni de regreso.
Nerea, abrió aquella puerta y la cerró observando una vez más la figura de sus padres durmiendo plácidamente.
— Nerea...
Aquella voz la hizo cerrar la puerta y seguir avanzando.
El capitán había presenciado muchas tormentas, pero jamás una parecida a la que estaba rodeándolos, y no estaba seguro si lograrían salir de allí.
— Activa el protocolo de seguridad.
Las habitaciones fueron cerradas impidiendo que algún daño les afectara a los tripulantes, suponiendo que entonces todos debían encontrarse dentro de las habitaciones.
Cuando Nerea subió el último escalón que la llevaba a cubierta sintió el agua salada deslizándose por sus mejillas.
Aún así sus ojos estaban cautivados por la dulce voz que en sus oídos susurraba incitandola a caminar hacia el mar...
— Nerea...
Sentía una fuerte conexión con el mar, y el sonido de las olas golpeándolo todo barrieron escombros en su mente.
La dulce melodía de una voz resonaba haciéndola caminar.
Todo el que la llegase a escuchar quedaría cautivado...
Como el canto de una criatura...
Decía las historias del capitán que, en las noches de luna llena, el mar Egeo se picaba, las fuertes olas se elevaban y los rayos al agua salpicaban, atrayendo de lo más profundo del mar una voz que enamoraba a todo aquel que la escuchara...
Y a simples almas en desgracias, las mantendría sumergidas bajo el sueño de Morfeo.
Viejos cuentos...
La voz elevaba sus melodías sumergiendo el sonido del silencio.
— Nerea...
Un paso tras otro la llevó a sentir el agua bajo sus pies que por la tormenta se derramaba haciendo que las fuertes olas se elevaran salpicando todo a su paso.
Sus pequeños brazos escalaron aquella proa, aún sin ser consciente de lo que sus acciones hacían...
Sintió el viento recorrer su cuerpo y el agua llamarla.
Y justo allí, en el fondo del mar una luz la hizo abrir los ojos.
«¿Qué era eso?»
— Salta... Nerea... Salta...
Y justo cuando un rayo hizo que el timón se travara y el capitán se desestabilizará, el pequeño cuerpo se impulsó para desaparecer en el fondo del agua...
— Nerea...
La pequeña niña cerró sus ojos y se dejó abrazar por la helada agua que la sumergió.
Las voces se callaron de pronto, como si su único llamado se hubiese cumplido.
Lo que pasó después...
Era algo que nunca debió pasar...
Recuerdos de gritos, el aleteo de sus brazos y la fuertes corrientes que rodeaban su cuerpo haciéndola hundirse cada vez más.
El color azul de la noche se disfrazó a lo lejano con el reflejo de la luna.
El agua inundó sus pulmones lentamente y la luz se veía tan lejana como la esperanza desde las profundidades...
Su cabello parecía una estela de brillo en el medio de la nada y los labios rosados se entreabrieron causando pequeñas burbujas.
A cualquier lugar que su asustada mirada se dirigiera existía el azul.
«Nerea»
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Editado: 06.11.2024