Nereida

CAPÍTULO 4

Sinceramente no sabía en qué estaba pensando cuando salí corriendo de mi habitación hacia la costa.

¿Estaba pensando en algo?

Pues al parecer las pocas neuronas que me quedaban se habían extinguido.

Apenas y estaba vestida con las bermudas y mi franela de Atenas cuando la arena golpeó mi piel mientras avanzaba hacia la costa.

Me di cuenta de mi error.

Aquí no había nadie.

Y mi piel estaba tan erizada que era insoportable.

Mi cabello se agitaba cada vez con más fuerzas.

Y mis labios se entreabrieron para cuando me detuve.

El agua acariciaba mis pies, y no solo fue eso lo que me hizo suspirar.

El agua estaba sumamente caliente.

Casi tan acogedora como un baño de espuma.

Mi piel seguía enviando descargas a lo largo de todas mis extremidades.

Fue entonces cuando volví a recordar.

Ojos azules profundos como el océano y piel blanca brillante como las perlas del mar...

— ¿Qué quieres de mí?

Mis palabras salieron en un murmullo al viento.

Mis ojos se humedecieron y mi corazón se aceleró.

Habían pasado tantos años y todavía no podía sellar esa herida, mientras el tiempo pasaba aparecían más preguntas en mi cabeza.

¿Por qué yo?

¿Quién era realmente mi familia?

¿Aquél barco alguna vez existió?

¿Cómo había llegado realmente a la costa de Grecia?

Las lágrimas se acumularon en mis mejillas y me derrumbé en la arena, el mar envolvió todo mi cuerpo, mis piernas, mi vientre, mis brazos eran salpicados una y otra vez...

Pero nada de eso me importó.

No esta vez.

Mis lagrimas cayeron al mar una y otra vez, sin poder controlarlas.

Dolía tanto...

Un sollozo abandonó mis labios y fue entonces cuando un extraño silencio lo adornó todo.

Levanté mi rostro de mis manos y divisé entonces como el mar parecía estar en una línea recta.

No había olas.

No había sonido alguno.

Solo...

Me levanté de golpe y observé que el agua llegaba unos centímetros más abajo de mis rodillas.

Mi cuerpo destilaba agua, y la franela se había pegado como una segunda piel a mi cuerpo.

Sentí que mi cadera ardía horriblemente y un gemido se escapó de mis labios.

Fue entonces cuando divisé a lo lejos la calma.

Esto era casi imposible.

De pronto quise salir corriendo...

Pero una voz nuevamente me llamó.

Era como si de pronto...

Estaba en aquel barco nuevamente...

— Nerea...

La voz llegó a mis oídos como el canto de una ballena.

Mi piel se erizó, y mi cuerpo ardía ante el frío que me envolvía y lo acogedor que estaba el mar.

— Nerea...

Sentí la necesidad de dar un paso más.

Solo uno más.

No sabía lo que estaba haciendo.

Era como si de pronto el mar me llamaba, nuevamente...

Y cuando pude salir de mi ensoñación el agua me llegaba a la cintura y me dio tanta ansiedad el regresar sobre mis pasos que simplemente no me pude mover.

Me quedé congelada en la arena.

El agua me cubría y levanté mis manos sobre ella sin querer tocarla.

Las lágrimas comenzaron a salir con más fuerzas y me sentía como aquella niña...

Una niña encontrada a orillas de la costa de Milos...

Una niña sin familia...

De extraña precedencia.

Nadie se ha preocupado por buscarla...

«Es un caso perdido»

— Nerea, serás enviada a un hogar con muchos niños como tú...

«Nerea fue abandonada»

Jamás tuvo a alguien que se preocupara por ella...

«No perteneces a este lugar»

Fue entonces cuando mi cuerpo tembló con tanta fuerza, mi mente se nubló y mi cuerpo simplemente dejó de sentir.

Apagué todos los pensamientos, todas mis pesadillas.

Todos los recuerdos que alguna vez me torturaron...

— Nerea...

La voz me envolvió bajo el canto encantador de una melodía, solo que no supe nada más de mí.

Mi cuerpo cayó al agua, completamente sumergido cuando cuatro palabras fueron pronunciadas.

«Solo ven a mí»

(...)

Me desperté sobresaltada y con una presión en el pecho espeluznante.

Para cuando volví en mí me di cuenta que estaba en la arena, que estaba en la playa.

Mis ojos se cerraron de golpe y los recuerdos de la noche anterior regresaron a mí.

¿Cómo?

Nuevamente estaba en la orilla.

Recordaba estar dentro del mar...

Me giré observando y noté que estaba más alejada de lo normal.

Me encontraba más allá del área común.

Me rodeaban grandes piedras que parecían un gran muro a mi alrededor.

Aparté mi cabeza de la arena y divisé que el sol apenas salía y el mar parecía estar tan normal como antes de que me desvaneciera.

No entendía qué había pasado y sinceramente tenía miedo de saberlo.

Cuando me levanté sentí un enorme escozor en mi cadera.

Me ardía horriblemente.

Y levantando la franela que aún llevaba y bajando un poco las bermudas pude notar que el lugar de mi pequeña cicatriz estaba al rojo vivo.

¿Cómo...?

Ahogué un gemido nuevamente y sin poder evitarlo golpeé mi cabeza con indignación.

Nada de esto tenía sentido.

Absolutamente nada.

Recordé entonces que anoche me atreví a venir porque había visto a alguien que me observaba, y estuve segura de que era real.

Su mirada me perforó.

Fue entonces cuando observé junto a mis pies un camino de huellas mucho más grandes a mi pie que se perdían en la orilla del mar y se las llevaba el agua.

Esto era increíble.

Grité indignada nuevamente.

Seguramente parecía que había perdido la cabeza, pero estaba completamente segura de ello.

— Esto debe ser una jodida broma...

Mi murmullo resonó en el silencio de las olas.




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