Nereida

CAPÍTULO 9

Un calor emanaba de mi cuerpo...

Me estaba consumiendo vorazmente.

Mis ojos estaban cerrados, mis labios secos, y sentía que mi pecho se contraía ante las punzadas que de mi vientre se esparcían.

No podía respirar, mi mente estaba oscura...

De pronto unas risas resonaron en mi mente, y escasos recuerdos de miles de rostros pasaban ante mis ojos.

De pronto la oscuridad volvía...

El océano me rodeaba.

No podía respirar.

La viva imagen de una niña que saltó de un barco llegó a mis pensamientos, y de pronto todo era azul...

Azul y profundo...

Algo me llamaba, me reclamaba.

Mi cabeza latía, mi sangre escocía.

Una voz me llamaba, gritos y más gritos habitaban en mis pensamientos...

«Del mar eres, al mar volverás»

Quería abrir mis ojos, quería gritar.

No podía hacerlo...

Me consumía...

El mar me estaba consumiendo.

— ¡Nerea!

Abrí mis ojos exhalando un suspiro.

Ante mí yacían miradas curiosas, una de ojos morados y otra de ojos naranja.

Radne y Liseia.

Mi pecho latía desbocado, mis labios estaban tan secos como los sentía anteriormente, y mi cuerpo apenas temblaba emanando calor.

— Estás echando humo...

Radne se acercó tocando mi frente.

— Creo que nunca había visto algo así...

— Cierra la boca Liseia.

Las observaba estupefacta.

— ¿Cómo te sientes?

Yo negué lentamente sin saber qué decir.

— Cuando la luna llena ilumina al océano las sirenas...

Observó con su mirada curiosa mi vientre.

Radne soltó un bufido y ya no sabía a quién mirar.

— ¿Qué ocurre?

Logré hablar esperando su respuesta y Liseia se alejó tan rápido como lo dijo.

Escuché el sonido del agua en la tina.

Dirigí mi atención hacia Radne esperando una respuesta

— Es un proceso caluroso, las sirenas se ven azotadas por un enfermo deseo que nos hace menguar...

Mi cara se contrajo.

— ¿Menguar?

Radne tomó mis manos con delicadeza.

— Esto es que la luna muestra su cara oscura, su luz se va, y se ilumina su otra cara...

Se aclaró la garganta.

— Esto, cuando la luna está llena hace que nuestros más profundos deseos salgan a la luz, causando una especie de éxtasis en el cuerpo lo cual le permite a las sirenas ser madres si se aparean, ya sabes...

Una sonrisa salió de mis labios.

No podía entender absolutamente nada de esto, pero aún así, agradecía la paciencia al explicarme.

Negué lentamente y sus ojos morados se iluminaron un poco.

Liseia apareció de pronto con una bata de baño.

— Por lo menos nuestro señor no nos arrojará al inframundo esta noche...

Me puse de pie estirando mi cuerpo y mis cejas se arquearon.

— ¿Arrojar la inframundo?

La boca de Liseia se abrió y se cerró unas cuántas veces.

— No es nada de lo cual se deba preocupar.

E inclinándose ante mí causó que un extraño sentimiento me recorriera.

— No lo permitiré, y si para eso debo dejar que me bañen...

Cerré mis ojos soltando un suspiro.

— Aunque eso no sea de mi agrado lo haré.

La mirada de Liseia se iluminó rápidamente y me rodeó con sus brazos lleno de escamas.

Radne abrió grandemente sus ojos como si Liseia acababa de cometer un acto impugnado.

Yo simplemente lo dejé estar.

Y cuando se alejó de mí se llevó las manos a la boca pero no dejé que dijera alguna palabra más.

Me habían bañado con pétalos de rosa, canela y miel...

Mi cabello brillaba más que nunca, y mi piel tenías un aspecto más terso.

Me habían ayudado a vestirme con una especie de traje arcaico de telas satinadas como la perla que me caían hasta un poco más abajo de las rodillas, y mis pies estaban envueltos en unas sandalias doradas que parecían cómodas.

Mi cabello lo había dejado suelto, aunque hubiesen insistido en peinarlo, y adornaron mis manos y orejas con diferentes tipos de cosas que llamaban por nombres extraños y yo veía como simples accesorios...

Aunque más extravagantes de lo que acostumbraba a visualizar.

Caminaba escoltada por ellas hasta el gran salón donde la noche anterior había cenado junto a...

Poseidón.

Tan solo pensar en él me llevaba a un callejón sin salida donde mi pecho se oprimía ante los momentos vividos anteriormente.

Su mirada...

— ¿Nerea?

Cuando logré salir de mis pensamientos las dos criaturas me observaban con atención.

Asentí ante sus miradas y caminé hacia la silla junto al gran sillón de la punta...

Me senté sola en aquel gran comedor y ante mí un plato con uvas, fresas y frutas de todos los colores y sabores se encontraban.

También una especie de panecillo que tenía un olor peculiar y atrayente.

Comer sola en aquella gran mesa parecía deprimente.

Me giré un poco y junto a mí estuvo Radne en dos segundos.

— ¿Todo en orden mi señora?

Yo negué lentamente.

— ¿Él...?

Jugué con mis manos con nerviosismo y me aclaré la garganta antes de continuar.

— ¿Ya comió?

Radne me estudió con cautela y una sonrisa de complacencia se dibujó en sus labios.

— No, ha partido al Olimpo esta madrugada por asuntos extraoficiales.

Tragué en seco y asentí.

No sabía qué decir al respecto.

«Olimpo» y «Asuntos extraoficiales»

Se me revolvió el vientre de pensarlo.

Parecía que se hablaba de un rey.

¿Era realmente un Rey?

Comí en sumo silencio, casi con temor de estropear algo y que resonara en el gran lugar donde diversos sirvientes a mi alrededor estaban erguidos a la mínima orden de mi voz.

Cuando terminé mi comida me puse de pie e inmediatamente mis "sirenas de compañía" se acercaron hacia mí y los demás sirvientes inclinaron sus cabezas.

De pronto una duda atravesó mis pensamientos.

— ¿Y Ligeia?




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