Nereida

CAPÍTULO 16

En lo que salimos de aquel lugar sentí las lágrimas deslizarse por mis mejillas.

Sentí un escozor tan grande en el pecho que estuve tentada a querer arrancarme todo lo que sentía en ese instante y apagarlo para siempre.

Lourie no entendía nada.

Apenas me había preguntado por el hombre con el que estaba bailando y estuvo tan asustada que me hubiese hecho algo que casi iba a buscarlo para hacerlo tragarse su lengua.

La tuve que detener.

Y desde entonces no emití ninguna palabra más.

La cabeza me daba vueltas. Lo único en lo que podía pensar era en él...

Después estaban esos labios desconocidos tomando una pequeña fracción de mí que no le pertenece a nadie más que...

¿Que a él?

Mi mente solo pensaba en él.

Y eso era lo que más me dolía.

Al entrar a la habitación a duras penas murmuré que estaba bien y que necesitaba estar sola.

Me encerré en el baño y me arranqué la ropa.

La piel me quemaba.

El aire me faltaba en los pulmones.

Era como si de pronto lo necesitaba a él para quitar ese sabor amargo de mi boca...

Las arcadas volvieron y esta vez tuve que desvanecerme en el retrete donde dejé ir todo.

Las lágrimas corrían por mi rostro mientras me doblaba en el piso.

A duras penas podría sostenerme.

Cuando sentí que ya mi estómago comenzaba a normalizarse tiré de la cadena y me puse de pie.

Las piernas me temblaban como gelatina.

Cuando logré sostenerme, observé mi reflejo en el espejo y se me escapó un gemido.

¿En dónde estaba Nerea?

Mi cuerpo seguía estando más delgado que nunca, mis labios estaban pálidos y cada molécula de mi ser temblaba en ese instante.

El peinado se había disuelto, y el maquillaje corría por mi rostro y, en ese momento solo quería volver a estar en un lugar.

Pero mi corazón estaba roto.

Él jamás me quiso para nada más.

Cerré los ojos para retener el aire y el color azul dio de lleno en mi mente.

«Poseidón»

Apenas podía mantenerme de pie, y no pude siquiera terminar de quitarme la ropa para cuando me arrastré hasta la bañera y sentí que mis pulmones se detenían lentamente.

¿Qué me estaba pasando?

Sin esperar que se llenara por completo me metí en ella y mi piel comenzó a supurar una especie de líquido diferente al tono cristalino del agua.

Había una voz que me decía que muy a mí pesar lo necesitaba.

Y eso me hacía sentir peor.

Él me dejó ir.

Él no sería nada más para mí y yo jamás sería algo más para él...

El agua siguió subiendo y me cubrió por completo, fue entonces cuando detuve el agua y me sumergí.

Necesitaba esto.

Sentí cómo los poros de mi piel ardían y se dilataban, parecían querer cambiar rápidamente, pero algo en mi interior no lo permitía.

Observé como finas capas azules cubrían parte de mi figura humana.

Esto era lo que sería ahora.

Cerré los ojos y me dejé llevar.

Sentí que mis pulmones se llenaban del agua que tanto necesitaban y comenzaba a respirar.

Sentí cómo mi pecho se agitaba y calmaba al mismo tiempo.

Sentí cómo dejaba de temblar y como esa pequeña marca de mi cadera ardía de una manera agradable.

¿Qué hubiese pasado si esa mañana todo hubiese sido distinto?

Qué hubiese pasado si...

— Poseidón...

Un susurro se escapó de mis labios acompañado de lágrimas, sentí que algo se quebraba en mí al pronunciar su nombre en voz alta por primera vez en tanto tiempo.

Y en ese mismísimo instante mi cuerpo quedó inconsciente, paralizado por completo, solo pude abrazar la gran paz que me inundó en un sueño anhelante.

(...)

En la costa de Turquía, el mar se esparcía por toda la arena.

La marea estaba alta esa noche, y las olas se sacudían sin descanso alguno.

En aquel instante una fuerza superior brilló en el mar, parecía una pequeña tormenta que hizo temblar el agua por una infinitud de segundos.

¿Qué había pasado en ese lugar?

Una pareja emergió del agua junto a una pequeña niña.

Caminaron por el lugar tanto tiempo que parecían no cansarse nunca.

Nadie los vio llegar.

Nadie los vio irse.

Para aquel instante la luz desapareció en el océano, y todo se abrazaba en santa paz.

Al amanecer de ese mismo día caminaron por un muelle en el cual desaparecieron.

Nadie vio nada.

Nadie más que ellos sabía lo que había pasado entonces.

Las viejas lenguas decían que en el Mar Egeo sucedían muchas cosas...

Decían que siglos anteriores los hombres vagaban hasta las costas a rendir tributo a los dioses y deidades que habitaban en aquel lugar.

Aseguraban que allí se encontraba la Atlántida y que debían rendir honores a su dios para que el mar no se los llevara consigo.

Esa noche confirmó la existencia de dichos seres...

Pero parecía incluso lamentable que ningún ojo humano fue capaz de presenciarlo.

Nadie jamás lo sabría.

Ni la pequeña niña.

O tal vez...

La hora de su verdad estaba más cerca de lo que parecía...

(...)

«Nerea...»

«Me perteneces»

«Lo que es del mar, al mar vuelve»

«Nereida de los siete mares...»

Mi cuerpo reaccionó exaltado y tuve que tomarme unos minutos para abrir los ojos y dejar escapar todo el aire de mis pulmones.

Un gemido surgió desde mis entrañas mientras mi cuerpo pareció salpicar el suelo del baño.

Y no fue hasta entonces que me había dado cuenta que seguía allí, en la bañera.

Sentí el frío en mi piel y el cabello mojado pegarse a mi rostro.

Tuve que tomar aire profundamente para calmar mi palpitante corazón.

«Estás aquí, Nerea»

Pensé en el presente una y otra vez hasta que logré regular mi respiración.




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