Ya habían pasado tres horas desde aquel extraño incidente.
Desde entonces mi cuerpo experimentaba una sensación diferente.
Era como si de pronto algo iba mal.
Me había dedicado a encender las luces y encender incienso en el kiosko y cuando la mañana se dio paso ante nosotros algunas personas comenzaron a llegar.
Lourie me había llamado para asegurarse de que estuviese bien, y maldijo sonoramente cuando se llevó la mesilla por delante y se cayó.
Ahora tenía resaca y un dedo del pie lesionado, por lo que acordarnos que en lo que llegase ella se sentaría y yo atendería afuera.
Vaya día...
— Esta pieza es única...
Aunque conversar con los clientes sobre las vasijas de mi madre permitían que despejara mi mente un poco, no podía ocultar la sensación de ser observada constantemente.
Incluso pensé que estaba siendo paranoica, pero descubrí que para mí nada era paranoia desde que conocí a Poseidón.
¿Algún momento me detuve a pensar siquiera en su propia historia?
No sabía qué hacía pensando en él día y noche, pero una voz muy discreta me decía que de eso se trataba el amor.
Allí surgía mi propia discrepancia y...
— Me lo llevo.
Le sonreí a la joven que tenía un rato eligiendo.
Justamente volvía a mí realidad luego de perderme por una infinitud de minutos en mis pensamientos.
«Eres perfecta para mí»
Tonterías.
Tan perfecta que me dejaste ir...
Pero entendía que se había cumplido muy bien su cometido, siempre le pertenecerían mis pensamientos.
Y lo odiaba...
Pero muy en el fondo, lo sabía.
Jamás podría odiarlo cuando fue mi decisión.
Nadie me obligó.
— Disfrute su vasija.
Para cuando la chica salió del kiosko, una despeinada y malhumorada Lourie hizo acto de presencia.
La vi cojear hasta llegar a mí y noté entonces la venda que cubría los dos dedos afectados de su pie en la sandalia.
— Oh, Lou...
Salí a su encuentro ayudándola a llegar hasta la silla.
— ¿Te encuentras bien?
Gruñó levemente y me regaló una mirada de preocupación a pesar de su cara de pocos amigos.
— Se supone que yo debería estar ayudándote a tí y ahora eres tú la que debe ayudarme...
Entrelacé su cabello en una improvisada trenza.
— No es nada Lourie, ya te lo he dicho antes, pero tu pie sí necesita quedarse quieto por unas horas.
Vi cómo su mirada decaía lentamente.
— No debimos ir a ese lugar...
Noté la culpabilidad en su mirada y negué rápidamente.
Tomando su mano la obligué a verme.
— Debíamos ir, que las cosas no hayan salido un tanto favorables es otra cosa, pero estoy bien...
No sabía a quién engañaba con eso.
La verdad nunca había estado bien, pero ya ese era mi problema.
— Quédate aquí y encárgate de cobrar que yo atenderé afuera.
Le di un escaso beso lleno de familiaridad en su cabeza y la vi sonreír como una niña pequeña.
— Oye Nea...
Giré a su llamado y me sonrió nuevamente.
— Gracias por estar aquí.
Algo dentro de mí se estremeció porque esas palabras significaron más para mí de lo que ella se haya podido imaginar alguna vez.
Sentí que mis ojos se humedecían y aparté rápidamente las lágrimas al escuchar que se acercaban turistas.
— No es nada...
Y evadiendo su mirada llena nostalgia me volteé hacia los clientes con la sonrisa más ficticia que haya podido surgir de mis entrañas.
En cuestión de segundos nos encontramos rodeadas de tantas personas y turistas que no supe cómo nos dimos abasto entre Lourie y yo, pero de lo que sí estaba segura es que todo estaba saliendo como esperábamos.
Ya estaba cayendo la tarde cuando una pareja de españoles se detuvo junto a mí y empezaron a hablar sobre una de las piezas, en ese instante mi rostro estuvo a punto de desvanecerse hasta que escuché una peculiar voz a mis espaldas.
— Sí, es una pieza maravillosa, única en su clase y con un increíble baño de oro, yo no dudaría en llevarla...
Cuando me detuve a observar al galante hombre de camisa de lino blanca y pantalones vaqueros hablar con tanta naturalidad en un marcado acento que le hacía tener un mayor atractivo, se me fue imposible esconder mi curiosidad.
Lo observé relamerse los labios con gracia y entrecerré mis ojos observándolo.
— ¿Qué precio tiene dama sin rescate?
Rodé mis ojos y resoplé intentando esconder una sonrisa.
— Novecientos sesenta euros hombre de brillante armadura...
Lo vi sonreírme con una mirada llena de picardía que fue imposible no notar.
¿Qué estaba haciendo?
Observé entonces como los turistas me asentían sin parar sacando la tarjeta de sus bolsos y abrí mis ojos con sorpresa.
Los dirigí entonces hacía Lourie y me volví hacia el hombre de brazos cruzados que me observaba con complacencia.
— Pude rescatar a una dama en peligro...
Observé como mordía levemente su labio ocultando una sonrisa y giré mis ojos resplando.
— Lo único es que la dama tenía todo en perfecto control...
Frunció el cejo y se llevó la mano a la barbilla.
— Déjame pensar...
Movió sus ojos como si del mismísimo Aristóteles se tratara y se acercó hasta mí dejando que un aroma masculino me envolviera.
— No lo creo.
Su voz sonó más ronca de lo normal al decirlo tan cerca de mi oído y un escalofrío recorrió mi piel.
— No sabía que había encontrado a un analítico.
Una carcajada se escapó de sus labios y lo observé con determinación.
¿Estaba flirteando conmigo?
— Pues fíjate que a veces lo soy.
Oculté mi sonrisa nuevamente.
Tenía ese algo que te hacía sonreír sin pensarlo, y no quería...
— ¿Te detuviste a comer algo en algún momento?
Sentí que el estómago se me encogía.
La verdad le había mentido a Lourie cuando almorzó diciéndole que había desayunado muchísimo.
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Editado: 06.11.2024