Intenté cerrar los ojos y dormir.
Deseé con todas mis fuerzas cerrar los ojos y despertar de aquella pesadilla nuevamente...
No sabía qué me había pasado, y a duras penas era capaz de pensar sin que las dolorosas punzadas invadieran mi cabeza.
Pero la paz que sentía al saberme segura en ese lugar contradecía todo lo que mi conciencia me quería hacer gritar.
Era como si de pronto una pelea campal se hubiese encendido entre mi mente y mi corazón obligándome a sufrir a través de infinitas punzadas que a duras penas me permitían cerrar los ojos.
¿Ahora qué debía hacer?
Solo pude confirmar que Poseidón no era producto de mi imaginación y que me había traído de dónde me hubiese encontrado.
Cuando estuve segura de que enloquecería si me encontraba un segundo más sola en aquella habitación, intenté sentarme lentamente sin marearme, y pareció funcionar levemente.
No sabía qué horas serían para cuando aparté las sábanas y mis piernas llenas de raspones y rasguños me encontraron.
¿Qué demonios me había sucedido?
Sentí debilidad y las punzadas comenzaron cuando intenté hacer fuerza para sacar las piernas de la cama.
Un gemido se escapó de mis labios y tuve que detenerme a respirar profundamente antes de continuar, tenía el estómago revuelto y ganas de llorar.
Cerré los ojos tratando de tranquilizarme y cuando admiré nuevamente aquella habitación la nostalgia me inundó...
Nada había cambiado, pero habían cosas que faltaban en este lugar.
A duras penas entre tanta oscuridad observé las paredes talladas en tonos azules, y supe que ya tendría la fuerza necesaria para levantarme.
Mis piernas flaquearon cuando estuve de pie, y observé el cálido material de una bata sobre mi piel.
Seguramente me había cambiado...
Y sentí vergüenza por un segundo de que hubiese observado lo delgado que se veía mi cuerpo detrás de tantas ropas, donde los huesos se habían acentuado y la Nerea de hace meses no se encontraba.
Pero cuando intenté pensar otra punzada me llenó de dolor haciendo que me tuviese que recostar de la pared.
— Por el océano entero, esto es un infierno...
Mi voz sonó tan desesperada que no sé cómo logré caminar, pero arrastrándome con los pies descalzos logré llegar a la puerta sin ningún mareo, y cuando abrí la puerta el familiar pasillo de mármol entre azul y blanco me recibió.
Todo estaba exactamente igual.
La luz del pasillo me hizo entrecerrar los ojos, y pegada de la pared me seguí arrastrando hasta el familiar pasadizo que me llevaría hacia abajo.
Cuando las escaleras se encontraron ante mí un quejido resonó entre mis labios.
«Tu puedes»
La fuerza que tuve que hacer para sostenerme durante cada escalón hizo que miles de agujas invadieran mi cabeza, y estuve segura de que me desmayaría en ese preciso instante.
Un mareo inundó todo mi alrededor y sentí que una nueva arcada de dolor me sacudía desde el estómago hasta la cabeza.
Mis ojos se humedecieron y estuve segura de los sonidos que emití de dolor sin siquiera darme cuenta, estaba a punto de llorar cuando me aferré a la pared de la escalera.
Y cuando una nueva punzada me sacudió y tuve que cerrar los ojos, tuve que gritar para no caerme.
Me moriría aquí...
En las escaleras, cayendo una y otra vez...
El dolor que me sacudió no tenía grado de descripción, tan solo quería que parara, y cuando un nuevo grito de dolor escapó de mi garganta y las manos se deslizaron sin fuerzas por la pared obligándome a ceder ante la fuerza que estaba ejerciendo para sostenerme, comencé a llorar.
— Por favor...
Fue entonces cuando escuché pasos y voces apresuradas, pero no me hizo falta distinguir a nadie más que a él.
Y cuando lo vi mis manos cedieron y me envolvió una calma que no pude descifrar.
Me rodeó con sus brazos tan rápido como mi cuerpo cedió y sentí lo acelerado y tenso que estaba su pecho y lo caliente que estaba su piel.
Su aroma a menta mezclado con lo salado del mar me inundó y mis ojos se cerraron sin dejar de llorar sobre su pecho, aferrándome a él como a nadie más.
Apenas lograba escuchar por el pitido que inundaba mis oídos.
Pero cuando sus manos me recorrieron la espalda hasta lograr tomar mi rostro para examinarme, sentí que el pitido disminuía ante su atenta mirada cargada de desespero.
Sus labios se movían y no era capaz de escuchar o entender lo que decía, tan solo me sentía allí... En un limbo de punzadas y pitidos.
Y cuando sus brazos me rodearon y su mano acarició brevemente la piel detrás de mis piernas, una descarga inundó mi piel estremeciéndome por completo.
Mis brazos caían sin fuerzas, pero recosté mi cabeza de su hombro y mi nariz curiosa rozó su cuello.
Y el sentimiento de plenitud que experimentaba me hacía pelear con mi propia consciencia, pero al punto de inconsciencia que experimentaba, no me importó.
Nada de lo que había pasado meses atrás me importaba.
Tan solo me sentía completa entre sus brazos.
Y cuando lo observé subir hacia la habitación negué como pude.
— No...
Mi voz resonó en mi cabeza como un murmullo y vislumbré sus ojos azules observarme.
— Quie-ro... ir a-bajo...
Mi voz temblaba tratando de guiar mis palabras, aún así asintió y me silenció con calma.
Así que cerré los ojos mientras me llevaba cargada escaleras abajo hacia no sabía dónde...
Cuando sentí un cálido material bajo mis pies, abrí los ojos para ver qué estábamos en aquel gran sofá donde alguna vez hablamos, donde alguna vez lo observé a hurtadillas...
Estuvo a punto de dejarme aparte en el sofá cuando me aferré a su cuerpo.
— No me dejes... Por fa-vor...
Y en otra circunstancia me hubiese sentido débil por esta situación, pero ahora mismo no podría pensarlo, y lo necesitaba. Sus ojos me transmitieron tantas cosas en una mirada que quise llorar, me veía de esa manera tan... Perfecta.
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Editado: 26.01.2025