No recuerdo haber dormido tan profundamente nunca en mi vida, y fui consciente de ello cuando el calor que me rodeaba aumentó a tal punto que todo mi cuerpo se estremeció en busca de más.
Parpadeé varias veces hasta que mi visión dejó de ser borrosa y distinguí que tenía mi rostro metido de tal manera en el espacio que había en el cuello de Poseidón, que parecía estar diseñado para que mi nariz calzara perfectamente.
Inhalé profundamente sin poder evitarlo sabiendo que mis neuronas todavía parecían estar dormidas para procesar todo lo que estaba ocurriendo.
Mi cuerpo lentamente se fue despertando y pude sentir dos manos apretarme, una la cintura y otra aún más abajo de la cadera, causando que el calor aumentara en mis mejillas.
Al encontrarse sin camisa su pecho emanaba un calor acogedor que mi cuerpo buscaba acaparar, y sentí su tranquila respiración debajo de mí.
Estábamos entrelazados como una pareja cualquiera.
Y no sabía si eso me aterraba o me aterraba el hecho de reconocer que me gustaba.
Moví mi cuerpo sin querer, y para entonces mis ojos se abrieron grandemente cuando sus brazos me apretaron aún más contra él.
Solté un gemido involuntario que estuve segurísima que tuvo que haber escuchado, y en vez de asomar mi cabeza para cerciorarme de que estuviese dormido, enterré mis labios en la piel de su hombro, lo cual creo que fue peor...
Porque sentí su piel estremecerse debajo de mí tacto, y sus brazos me movieron apretándome a tal punto que pudiera sentirlo más cerca de mí.
Parecíamos una sola piel.
Mi corazón se aceleró tanto que sentí terror de que lo notase, pero estábamos tan pegados y entrelazados que claramente lo sentiría si se despertara.
Apreté los ojos cuando lo escuché gruñir levemente, y recé al Olimpo para que siguiese dormido.
¿Cómo me quitaba yo de esta situación?
¿Fingía demencia?
¿Me hacía la dormida?
La tierra debería tragarme en ese preciso instante para ahorrarme la vergüenza que sentía.
Y para completar la situación, mi cuerpo estaba tan erizado que estaba segura que mi corazón no era lo único que se sentía a mil por hora y a flor de piel sobre su pecho.
Mis piernas estaban a cada lado de sus caderas, y estábamos tan entrelazados que aunque lo quisiera jamás me podría levantar de aquí sin que él me lo permitiera.
Luego de que pasaron unos segundos levanté mi cabeza levemente y pude observar entonces su perfecto rostro completamente relajado.
Sus labios se apretaban levemente viéndose aún más provocativos, y sus ojos estaban tan delicadamente cerrados que me hacían querer capturar esta imagen por siempre.
Sus pestañas se alzaban de una manera tan perfecta que eran completamente envidiables, y sus cejas se apretaban por breves segundos hasta volver a relajarse.
Estaba conociendo a Poseidón de una manera que jamás creí presenciar, y eso más que gustarme me aterraba.
Y allí estaba nuevamente yo con mis miedos.
¿Qué estaba haciendo yo aquí?
¿Cuál era el afán del destino de ponernos en estas situaciones?
Ni siquiera era capaz de pensar en el golpe que se supone que tenía en la cabeza, tan solo estaba allí embelesada observándolo dormir fijamente.
No me había dado cuenta que había colocado mis brazos apoyándome sobre él y estaba literalmente viéndolo de lleno.
Mi respiración se aceleró sin pensarlo, y cuando volvió a estrecharme aún más cerca de él, se escapó un pequeño sonido de mis labios que no pude capturar y que sus ojos atraparon de manera inmediata.
Porque abrió sus ojos y allí estaba yo, observándolo fijamente con los ojos muy abiertos.
Mis labios se quedaron dibujando una especie de circulo sin poder evitarlo, y allí me deshice ante la intensidad del azul de su mirada.
Mi mundo se paralizó.
Mi respiración quedó suspendida y mi cuerpo se erizó en tal magnitud, que estuve segura de que lo notó inmediatamente.
Sus manos se anclaron a mis caderas y su cuerpo se quedó inmóvil debajo de mí, aunque el calor que emanaba decía lo contrario.
Sus pupilas se dilataron al mismo tiempo que las mías, estuve segura de ello.
Y cuando mis labios se resecaron tuve que cerrar la boca de manera automática.
Sus ojos no se movían de los míos.
Y como si fuera un acto de magia mi cabello cayó entonces en cascada encerrando nuestros rostros en una perfecta intimidad.
Lo observé entonces tragar saliva, y allí estábamos los dos...
Sin palabras.
Fue entonces cuando quise reaccionar y me moví un milímetro, pero al parecer empeoré la situación al ser un tanto brusca contra alguien...
Un gruñido se escapó de sus labios sin evitarlo y me apretó las caderas de manera innata.
Lo vi apretar sus ojos y cómo sus cejas se fruncian y quise recorrer con mis labios sus facciones.
De pronto me encontraba pensando cómo sería besarlo ahora mismo, y la vergüenza volvió a mi rostro sonrojándome por completo.
Y cuando creí que nada podía hacerme sentir peor, subió una de sus manos recorriendo ligeramente mi mejilla hasta colocar mi cabello justo hacia atrás.
— Buenos días, Nerea.
Me quedé sin aire al escuchar lo ronca y baja que resonó su voz entre los dos y cómo pareció saborear mi nombre.
Yo suspiré sonoramente y abrí la boca para cerrarla nuevamente.
Sus ojos parecían estudiarme aún más y tuve que hacer reaccionar a mi cerebro para responder en un escaso susurro.
— Buenos días, Poseidón.
Casi me ahogo con las palabras cuando su mano acarició brevemente mi espalda, masajeando mi cuello, hasta lentamente llegar a mi cabeza.
Mis ojos se cerraron sin poder evitarlo y tuve que hacerme de todo mi autocontrol para no parecer un gato ronroneando bajo las caricias de su amo.
Tanteó la zona en la que ayer los punzasos parecían desarmarme y sentí un ligero ardor que me hizo apretar la mandíbula.
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Editado: 25.02.2025