Never be the same // omegaverse // larry stylinson

Parte 7.

—Treinta dólares, omega.

La voz le hizo encogerse sobre sí mismo, buscando un consuelo con sus manos amarradas a su vientre plano. Louis parpadeó, consciente del lugar que estaba y que su seguridad era solo un mito en su vida, que nadie estaría dispuesto a defender a un omega como él. No se lo merecía.

—¿No pueden ser...? —susurró, siendo interrumpido bruscamente por un gruñido. Gimió bajando su mirada al suelo, la suciedad debajo de sus pies y el lugar donde pertenecía—. Lo necesito —terminó por sollozar.

—No seas estúpido, omega —él respondió, golpeando su hombro y haciéndolo retroceder. Dolió, no tanto como la presión en su pecho—. No te daré más hasta que pagues lo que debes.

Louis tragó saliva, sintiéndose grande en las ropas que había conseguido en algún lado que no quería mencionar. Se sintió inútil bajo el par de ojos que lo observaban como si fuera nada, porque quizá así era.

—Yo... —Suspiró y jugó con sus deditos—. Conseguí un trabajo... Te pagaré, solo dame tiempo.

El hombre frunció los labios, mirándolo de arriba hasta abajo y regresando sus duros ojos al rostro pálido del omega frente a él, tan vulnerable que seguramente se caería si golpeaba con ambas manos. Pero no lo hizo, porque Louis volvió a quejarse en voz baja.

—Te juro que te pagaré —volvió a hablar—. Solo necesito cincuenta dólares... No es mucho, y te lo pagaré.

El hombre gruñó, cruzándose de brazos. Louis retrocedió más enseguida, temeroso de su desgraciada vida.

—¿Para qué? —exigió saber. La burla en su voz se hizo escuchar y Louis se preparó para la puñalada en su estómago y corazón; todos sabían la clase de omega que era, uno inservible—. ¿Te vas a hacer otro aborto o qué, niño?

Él rió, como si supiera la historia al pie de la letra y no solo la hubiera escuchado de las voces que hablan sin saber.

—No —Se obligó a no llorar, no ser más ridículo de lo que ya lo era—. Es para...para un taxi a mi trabajo. Yo no...

—No me cuentes tu vida —interrumpió, gruñendo en alto con orgullo por tener la reacción que quería sobre el castaño y rodando los ojos—. Te daré cuarenta y cinco dólares, con intereses.

Louis asintió con rapidez, estirando sus temblorosos hacia el desconocido que sabía más de lo necesario sobre él. Y recibió el dinero sobre sus manos, quejándose en su mente por el gran lío que estaba formando por su cuenta.


 

(...)
 


El sol no le daba energía. Con su cuerpo sintiéndose más frío de lo normal y con su corazón latiendo a mil por hora, estiró su mano y pagó el bendito taxi con el dinero obtenido. Nadie dijo nada cuando Louis bajó del auto, un suspiro cansado huyendo de su cuerpo por la vergüenza de estar dentro de él, por haber sido alguna vez una respiración que le siguió dando vida.

Sus pies insistieron en un descanso cuando dio sus primeros pasos hacia la reluciente casa frente a él. Pero la voz en su cabeza le hizo seguir con firmeza, pese a que sus pies parecían temblar a cada segundo. Los escalones fueron como subir una montaña y tocar el timbre fue poner sus dedos al fuego cuando el frío le arrebató su firmeza, pero el sol le seguía dando en la cara sin algún beneficio.

—Soy Louis —declaró cuando la puerta se abrió y Harry le dio una mirada de confusión cuando estuvo delante de él—. Ayer pidió que iniciara mi práctica el día de hoy.

Harry le dio una última mirada y la verdad también dio su relucir cuando lo reconoció. Y Louis sintió el dolor más intenso en su cuerpo de solo imaginarse otro día buscando trabajo por horas y horas.

—Está bien —susurró, recordando cómo había estado casi emocionado la noche anterior. Apenas había dormido para no llegar tarde y el desayuno no existió cuando comenzó a alistarse—, entiendo que se haya arrepentido.

Harry no dijo nada cuando Louis giró sobre sus talones y comenzó a prepararse para bajar la montaña de dolor, que pondría frígido su cuerpo por el duro sentimiento. Pero paró cuando unos fuertes llantos se escucharon desde dentro de la casa, y el corazón de Louis dejó de latir rápido para quedarse quieto igual que él.

—Lamento haberte hecho venir... —Harry dijo a sus espaldas con incomodidad en su gruesa voz—. Pero, como podrás oír, no es un buen día.

Los labios blancos del omega se abrieron y sus ojos se aguaron por la presión en su pecho, los gritos martillando en su cabeza y su omega interior insistiéndole que no se vaya, que entre y se haga cargo del cachorro. Sin embargo, el cachorro no era suyo.

—¿Puedes venir mañana?

Apenas se escuchaba la voz de Harry a través de los gritos del bebé. Louis solo podía concentrarse en el dolor que reflejaba, que se dejaba escuchar con insistencia en el llanto tal como si estuviera llamando a alguien, insistiendo con lágrimas que quería tener el calor de su madre. Y Louis se giró para encarar a Harry, sintiendo el nudo en su garganta cortándole la vida poco a poco si no se hacía cargo.

—¿Por qué...? ¿Por qué está llorando? —preguntó, el aliento acabándose como sus ganas de seguir con vida a cada día que amanecía sin los deseos llantos de cierto cuerpecito pequeño.

Fue visto por los ojos azules como el par de ojos verdes giraron con cansancio y fastidio. Estuvo serio después de un doloroso suspiro que Louis analizó con concentración.

—Por favor —inició con una sonrisa de disculpas que no decía nada mediante sus ojos. ¿Por qué?—, ven mañana al mediodía. Podré atenderte mejor.

Pero Louis no retrocedió. Dio un paso hacia adelante, tragando saliva y sintiendo como solo eso le quemó la garganta y le hizo erizarse bajo los rayos de un sol que no hacía nada para ayudarle.

—Sé cuidar niños —mintió con rapidez, parpadeando con desesperación y el temblor en todas partes aumentando—. Puedo... Puedo ver qué tiene y luego irme.

No tenía derecho. No tenía que haberse sentido más desesperado cuando Harry vio sobre su hombro y la duda se reflejó en sus ojos, siendo lo único allí. Ningún otro sentimiento relacionado con la felicidad.




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