Never be the same // omegaverse // larry stylinson

Parte 11.

—Algún día —él le dijo mientras colocaba diferentes cremas en su rostro, tratando de ocultar los colores oscuros que ocupaban su piel— te encontrarán en medio de un patio, muerto y sin poder ser identificado. Y yo no diré nada, Louis.

El omega parpadeó frente al reflejo que le daba el espejo, encogiéndose en su lugar cuando él recogió algo de la cama y comenzó a acercarse a él. Dejó de respirar, mirándose fijamente para no verle a él.

—No vas a llegar vivo un día —le susurró cerca de su oído, sonriendo de lado—. Tus deudas... Cada una será pagada con tus últimos respiros.

Él se separó, gruñendo como el alfa pretencioso que siempre había sido. Antes de que la puerta se cerrara detrás de él, giró y miró al espejo. Louis lo miró, temblando por haber fallado.

—Trae algo de dinero, ¿quieres? —Y se marchó sin más palabras.

Louis siguió colocando las cremas en su rostro, cubriendo las marcas que le habían dejado sobre las mejillas con los golpes que le habían dado. Miró por debajo de la mesa vieja, que parecía a punto de caerse sobre sus rodillas, y vio su estómago nada hinchado. Su pancita vacía, al igual que su corazón.

Con una mano, limpió las mejillas y siguió con su trabajo. Cuando se levantó y se colocó su abrigo sobre sus hombros, soltó un gran suspiro y esperó a que sus ojos dejaran de reflejar las lágrimas que había estado cerca de derramar, sintiendo que las que ya habían escapado merecían jamás regresar. Merecían ser libres, no como él. No como su bebé, que pertenecía en su mente a cada segundo.

(...)

Sus dedos se estaban congelando, uno de ellos dormido por el fuerte viento que le azotaba el cuerpo. Sus pobres trapos no le daban protección contra el frío y su piel pálida parecía ponerse más sensible ante cualquier débil ráfaga. Trató de cubrirse, metiendo sus manos dentro de camisa y frunciendo la frente cuando la puerta no se abrió.

Miró a su alrededor, al cielo y la manera que parecía estar a segundos de caer una tormenta sobre él. Miró sus dedos, que estaban de un color muy blanco, y trató de adivinar qué hora era, si había llegado tan tarde que no le querían abrir la puerta o si Harry se había ido y había vuelto a olvidar su existencia.

—Por favor —murmuró para sí mismo, haciendo una mueca y soplando a sus dedos cuando la tela fina de la camisa no fue suficiente. Volvió a tocar a los pocos segundos, desesperado y mirando hacia el cielo.

Miró al cielo durante infinitos segundos, viendo la niebla que cubría el color natural de todo, tal como las lágrimas oscurecían sus ojos cuando se negaba a derramarlas. El cielo también se negaba a derramar sus propias lágrimas. 
Exhaló, pidiendo en voz baja que sus lágrimas dejaran de existir, que un día simplemente se quedara seco. Pidió ser más fuerte.

Cuando la puerta se abrió, pensó por pocos segundos que todos sus deseos se estaban cumpliendo.

—Estaba a punto de irme —respondió, aferrándose otra vez a su abrigo y mirando a Harry, que no respondió—, pensé que no había nadie.

El alfa parpadeó varias veces, tambaleándose de un lado hacia a otro. Louis juró verlo hacerse hacia adelante, justo para caer sobre sus brazos y no lastimarse más. 
Lo sostuvo, enredando sus manos en sus hombros y dejando de sentir frío cuando la poca piel que pudo sentir de Harry le rozó su piel pálida y muerta de frío. Lo sostuvo, Harry hundiéndose en su cuello y aspirando de él, sólo haciéndolo más incómodo de lo que ya era.

Louis separó la idea de tirarse hacia atrás, regresar y no volver jamás.

—Harry —le dijo con sorpresa, sólo recibiendo más peso cuando el alfa se aferró con una mano a su camisa y tiró de su cuello hacia abajo—. Harry, ¿está bien?

Cuando su nariz rozó la fuente de olor de Louis, este pudo sentir lo que estaba mal. La frente de Harry se posó sobre su hombro, confirmando lo caliente que se encontraba el alfa entre sus brazos.

—Oh mi dios —exclamó en voz baja, empujándole del abdomen y tratando de que entrara a casa. Harry lo hizo, aún sin despegarse de su cuello—, está... ¡Está ardiendo en fiebre! —Harry no respondió, tomando la exclamación de Louis como la oportunidad perfecta de volver a olerle la fuente de olor.

Louis se alejó, temblando ante las grandes manos de alfa que lo estaba tocando. Pidió en su mente que no sucediera nada, que la sospecha nueva que comenzaba a nacer no fuera cierta.

—No —le dijo, alejándolo y empujándolo al sofá. Harry cayó con facilidad hacia él, pareciendo más alguien borracho que un alfa en celo.

Parpadeó más veces de las que Louis pudo contar, llevando su mirada a todos lados en la habitación, tarde para cuando miró al omega. Un alfa con lágrimas en sus ojos, mirando a Louis, que no comprendió con exactitud la clase de dolor que el rizado le mostraba en el verde de sus ojos, ahogándose en lágrimas. No comprendió por qué se aferró a su mano cuando intentó alejarse, asustado de lo que estaba viendo en él.

—Por favor —murmuró, tirando de Louis hasta que estuvo sobre su pecho—, por favor, no te vayas.

Louis se removió de su regazo, terminando rodillas contra el piso. Le tocó la frente una vez más, sus dedos temblando con violencia y no debido al frío, porque la casa le recibía con un calor que no pertenecía a Harry, ni muchos menos al bebé. De pronto, como si hubiera sido invocado por los pensamientos del omega, el cachorro pegó un grito desde el piso de arriba.

Louis giró, mirando a las escaleras y preguntándose si era conveniente ir por él, si volver a cargarlo se volvería a sentir mejor que la última vez. Se cuestionó sobre la reacción de Harry si él estuviera consciente, si él no estuviera tirando de la manga de su abrigo viejo de lana mientras le miraba fijamente el rostro, quizá tratando de encontrar otro rostro. Pero Harry no dijo nada cuando Louis tiró de su abrigo y se levantó, temblando menos a cada paso que daba, más cerca de un bebé que no dejaba de llorar, que sentía dentro de su pecho que no le estaba llamando a él y, sin embargo, iba respondiendo el llamado.




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