Never be the same // omegaverse // larry stylinson

Parte 21.

Harry se sostuvo del pasamano, sudando frío y contando cada escalón que pisaba.

—Tuve el sueño más raro —comentó con la frente arrugada. Se sentó frente al mesón, descansando su cabeza y aun perdido por lo que había soñado.

—¿De verdad? —dijo dándole la espalda al rizado—. ¿Qué fue?

Harry respiró hondo, alzando los ojos hacia donde ella estaba. Su cabello amarillo se balanceaba acorde a su cintura y el bebé balbuceaba tratando de imitar su tarareo.

—Te habías marchado —susurró temeroso.

Tay se giró enseguida, algo sorprendida y con la espátula en una mano. En medio del silencio de ambos, incluso Tristán dejó de hacer ruidos. Ella rompió ese tormento, suspirando y dejando la espátula sobre la nada, flotando hasta que desapareció y se convirtió en aire.

Tay se acercó, cargando a Tristán como una experta y sonriendo como si entendiera lo que Harry estaba sintiendo en ese instante.

—Cariño —dijo con voz melosa, parada frente a él sin tocarlo—, fue solo una pesadilla. Estoy aquí contigo, y no me voy a ir a ningún lado.

—Pero se sintió muy real...

—Pues no lo fue. —Le pasó el bebé, pero Harry no pudo sentir su suave piel.

Ella regresó a la cocina, tarareando la misma canción con la misma sonrisa que le había dado. Estaba vestida con un pijama de seda rosada, la que Harry le había regalado en su último cumpleaños, con gotas de sangre goteando de los bordes finales y deslizándose entre sus piernas. Caían al suelo y ella pisaba su rastro mientras se seguía balanceando.

—Fue muy real —siguió diciendo—. Iba a regalar a Tristán —Miró a sus brazos, encontrándolos vacíos.

Ella rio de manera escandalosa, girándose y mostrándole a Harry donde se había ido Tristán. Estaba hinchada con sus mejillas pálidas, viendo a Harry como si este le hubiera contado alguna gracia digna de burla.

—No tengo tiempo para esto —dijo con tranquilidad, sosteniéndose la panza como si se fuera a caer en cualquier momento—, tengo que ir al baño...

Avanzó y Harry la vio abrir la puerta cerrada, a punto de entrar. Sin embargo, Harry no se levantó hasta que ella comenzó a quejarse e inclinar sus rodillas hacia adelante. Cuando llegó a ella, las lágrimas le hacían verla borrosa, con el rostro poco perceptible y la helada sangre sintiéndose en las puntas de sus dedos.

—No vayas —le dijo con desespero—. Por favor, no vayas.

—¿Qué te pasa? —preguntó entre quejidos, muy calmada a pesar de todo—. Tengo que ir.

—No, no... No lo entiendes. Tú estabas...

—¿Yo estaba...?

—Estabas muerta —dijo en voz alta. Tay se soltó de su agarre con los ojos azules cargados de pánico, mirándolo con un tremendo miedo reflejado que logró acelerar el corazón de Harry.

Ella negó, sosteniendo aún su estómago redondo y entrando a la habitación. Siguió mirando a Harry con los mismos ojos asustados, caminando en retroceso y dejando un rastro de sangre por donde pasaba. Tay desapareció dentro del cuarto de baño, escuchándose un gran grito que hizo a Harry levantarse con brusquedad de la cama. Cayó al suelo en medio de la madrugada, cubierto de sudor y lágrimas que le mojaban el cuello.

Había sido él quien había gritado, lo supo por como su garganta ardió cuando un sollozo escapó de sus labios. Pero no fue suficiente, porque las imágenes llegaron a él como si las hubiera llamado, y gritó más y más fuerte mientras sostenía su cabeza para dejar de recordar. Sin embargo, pobre corazón abandonado siendo un desperdicio cada uno de los latidos que daba debido a su ausencia, aferrado a la esperanza de tenerla de regreso. Harry gritó más, importándole poco el llanto que comenzó para hacerle compañía.

Se acurrucó sobre suelo poco después, abrazado a sí mismo con las piezas rotas debajo de él. Piezas de su pecho que ya habían sido destrozadas antes, pero todo parecía estar de regreso en forma de una neblina que le nubló la vista y la razón. Quería echarse para siempre sobre sus trozos acabados, cortarse con los mismos y terminar de desangrarse lentamente si eso lo regresaría a los brazos donde quería estar. Haría aquello y más, solo queriendo ser sosteniendo por alguien más que sus propios brazos fríos y poco confortables. Y quedó así, siendo más sollozos que persona. En algún lugar profundo de su cabeza, ubicó lunares en los lugares perfectos de un rostro bien esculpido y, al mismo tiempo, una voz susurraba con voz hermosa un:

—Debe dejar de doler en uno de estos días...

Realmente lo deseaba.

(...)
 

Comenzaba a hacer un poco más de frío, y el clima comenzaba a colocarse decaído. De alguna manera, aquello hacía que Louis suspirara mientras se abrigaba más dentro de la chaqueta que Harry le había regalado, encontrándola escondida dentro de uno de los cajones de él. Cómo fuera, Louis estaba agradecido de llevarla encima y mirar sobre sus cabellos castaños rebeldes, justo hacia donde el sol se escondía detrás de varias nubes. Sonrió hacia el cielo, siguiendo sus pasos hacia la casa de Harry como si lo inevitable no fuera a suceder solo con no pensarlo.

Tenía que ser honesto consigo mismo; estaba enojado con Harry, pero sabía que no tenía derecho a estarlo. Era consciente del amor que había desarrollado por Tristán, y la idea de ya no tenerlo le quitaba la poca felicidad que había obtenido. Que Harry hubiera pensando en dar en adopción a Tristán en sus primeros días solo hacía que Louis torciera los labios con decepción. Pensar que la idea seguía en su cabeza lo hacía dudar lo suficiente como para temer, sabiendo que aún no había terminado de conocer del todo a Harry. ¿Sería capaz de aquello después de todo lo que Louis le había enseñado? Verle sostener a Tristán era lo que pensaba cuando se planteaba cualquier cuestión sobre el tema. Sin embargo, no estaba seguro de nada más que no podría seguir en la casa de Harry si Tristán no estaba allí para él.

Un poco más allá del tema de adopción, poco había pensado Louis sobre la oscuridad con forma de dedos en su cuerpo. Harry lo había visto y no había disimulado nada su sorpresa y conmoción cuando lo tuvo frente a él, y sabía que las preguntas respecto a ello lo harían planear mentiras que se arrepentiría de haber hecho. Pero no había forma de hacerlo de otra manera, arriesgarse a poner en peligro a Tristán y a Harry por algo que no les concierne en lo absoluto. Louis era posiblemente el único en saber a qué gran límite podía llegar él. 
Era muy hipócrita de su parte si lo pensaba, ya que estaba dispuesto a meter su nariz en el tema de adopción de Tristán si debía, pero no aceptar que Harry hiciera lo mismo por él.




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