Never be the same // omegaverse // larry stylinson

Parte 3.

El bebé respiraba y unas máquinas le indicaba que así era. Pero él seguía mirando fijamente su pancita moverse con fuerza, alimentando los pulmones de Harry con tranquilidad.

Un suspiro le hizo parpadear y notar más lágrimas caer sobre sus mejillas.

—No debería estar aquí.

—Es mi bebé —respondió enseguida, arrugando su frente y viendo los tubos que el pequeño tenía en su delicada boca—, es lo único que me queda...

—Señor Styles —Un largo suspiro—, usted puede tener una cama en el hospital, pero no puede quedarse aquí. Sin excepciones.

Harry arrugó sus labios y analizó todo el cuerpo del bebé, de arriba hasta abajo, a sus deditos chiquitos en sus pies que no tenía comparación alguna a algo que Harry pudiera recordar. Y los deditos de sus manos... Apenas se movían.

—Señor Styles —la enfermera volvió a llamar—, él está bien. Debe irse ahora.

El alfa asintió, levantándose con pesadez de la silla donde apenas llevaba quince minutos sentado, todos los segundos analizando el cuerpo de su cachorro como si fuera a desaparecer frente a sus ojos. Y le daba miedo... Parecía imposible, pero su piel se erizaba de recordar todo lo que había tenido que pasar.

Había tomado al bebé del suelo cuando su sorpresa pasó lo suficiente como para agacharse y quitarse la chaqueta. Su omega la había planchado al día anterior, tarareando una canción que Harry nunca pudo reconocer y a la cual le olvidó preguntar su nombre.

—¿Va a seguirme? —la misma mujer preguntó, voz baja y comprensiva. Harry supo enseguida a qué se refería.

Negó, arrodillándose y desplazándose por la pared hasta que tocó el suelo. Siguió negando para entonces, sus ojos mirando a lo lejos como las personas pasaban por aquel largo pasillo.

—Bueno —La enfermera suspiró y tocó su hombro, inclinándose hacia él lo suficiente como para que sus susurros fueran escuchados—, necesitas realizar el papeleo. Ya tenemos las causas de la muerte de...

Harry cubrió sus oídos enseguida, negando con sus rizos sacudiéndose casi con violencia. La enfermera se detuvo enseguida y solo observó cómo el alfa se soltaba en sollozos una vez más, elevando y bajando sus hombros por la fuerza que realizaba al hipar.

La enfermera le dio su tiempo, ignorando las miradas de algunos pacientes que pasaban a su lado con sus ojos curiosos, susurrando palabras desagradables por solo ver a un alfa llorando y destrozado.

—El bebé está muy sano —habló con el nudo en su garganta—. No deberá pasar tanto tiempo aquí por la fuerza que tiene, pero aún no estamos seguros de sus pulmones. En cuanto despierte, te buscaré para que puedas darle el biberón con su leche. Necesita tener una presencia que lo haga sentir seguro.

Ella lo ayudó a levantarse. Le ayudó a caminar hasta la habitación más cerca para que no fuera tan fastidioso tener que caminar tanto para llegar al bebé.

—Me llamo Duany —le dijo a la vez que lo sentaba en la cama—, y estaré viendo el progreso de tu bebé durante estos días.

Harry no dejó de mirar sus dedos cuando la puerta se cerró. No dejó de mirar sus manos que habían acariciado a su omega antes de marcharse sin saber lo que sucedería después, que la oscuridad de una habitación de hospital le llenaría de angustia y vergüenza por ser un mal alfa. La oscuridad, que le recordaba la escena que nunca podría borrarse.

 

 

 

(...) 
 


 

—Yo no puedo sostenerlo —pudo escuchar de la boca de la enfermera—, pensará que soy su madre. 

Harry restregó sus ojos para quitar el sueño de sus párpados, sin tener un éxito ya que solo había parpadeando durante cinco minutos antes de que la puerta fuera abierta otra vez, una voz avisándole que ya era hora. Y él no sabía cómo lo lograría. 
 


 

—Lo voy a tirar —dijo enseguida, recordándose lo malo que era en todo—. Yo no... 
 


 

—No, no —La mujer bufó y rodó los ojos—. No lo vas a tirar porque tendrás cuidado. 
 


 

No pudo responder, ella ya estaba echándole desinfectante a sus manos. Le indicó con sus ojos lo que debía hacer y Harry lo hizo con torpeza, mirando con nerviosismo hacia la cuna. 
 


 

—Pero yo no... 
 


 

—Calla —Ella volvió a rodar sus ojos y abrió la cuna—. Deberás aprender sí o sí, a menos que no quieras tenerlo. 
 


 

—Quiero tenerlo —aclaró enseguida, sin que le importara demasiado lo mal que había sonado su voz. 
 


 

—Toma su cabeza, vamos —susurró—. También sus piernas y elevalos al mismo tiempo, con delicadeza, ¿lo entendiste? 
 


 

No quería asentir, pese a haber comprendido lo que debía hacer. El miedo seguía en él y sus manos estaban a nada de temblar, pero se regañó mentalmente cuando se acercó y lo vio. Apenas se movió un poco más que antes, acercando sus manos a su rostro y limpiando su pequeña nariz. 
 


 

—¿Por qué ya no tiene todos esos cables? —Sus ojos no abandonaron sus movimientos. 
 


 

—Te dije que nació fuerte. 
 


 

Y Harry le respondió en su mente, diciendo que su cachorro no había nacido. Pudo imaginarse a su omega sorprendiéndose por el repentino parto.
 


 

Parpadeó y retrocedió lo suficiente como para no ver el interior de la cuna. No ver el rostro del bebé que ya había comenzado a quejarse. 
 


 

—No puedo.
 


 




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