Y caemos otra vez.
Eso suele decir mamá, con el tiempo un amor que no es real acaba y como toda buena víctima lloras, te cierras, hasta que todo vuelve a brillar.
Eso había pasado esa semana, Daisy era una hermana fría, solía hacer las cosas a su manera y pobre del que le dijera que todo no era así, cuando conoció a Taylor su carisma cambio sólo un poco, mamá decía que quizás había logrado enamorarse, yo también creí lo mismo.
Fue un sábado, todo estaba tranquilo en casa, mientras papá llegaba de visita todo parecía ponerse en mute por respeto a él no era bueno que volviera a casa y lo primero que encontrará fuera problemas.
Pero ese día, algo cambió, Daisy como todos los sábados salía de casa a un curso que le proporcionaba la institución yo hablaba con Lenin sobre lo que haríamos esa navidad mis padres veían una serie antigua (De donde habían sacados nuestros segundos nombres), nuestros padres no eran normales en ningún sentido al menos eso habíamos escuchado un montón de veces gracias a nuestros amigos de la Iglesia, estos solían decir que nuestros padres nos ocultaban cosas acerca del pueblo, secretos que cuando descubriéramos arruinarian a nuestra familia. Daisy fue la que acabó con todas esas charlas incómodas cuando soltó. "Si sabemos lo de la iniciación".
Todo ocurrió tan rápido, la puerta sonó, Keila abrió y la calma de ese sábado se dio por terminada. Una Daisy demacrada estaba frente a nosotros, su cabello por si ondulado parecía haber perdido la vida sus ojos azules estaban llorosos, sin recibir respuesta se lanzó a los brazos de papá, fue cuando lo supimos.
Taylor le había roto el corazón una vez más.
Esa semana había pasado demasiado lenta para mi gusto, primero Lenin había llegado el lunes deseando animar a mi hermana pero como si fuera un perro rabioso término echándole no sólo de la habitación si no también de la casa, el segundo en intentar fue Maicol pero tampoco pudo hacer mucho.
Así fue toda la semana, Daisy no sólo parecía haber cerrado sus sentimiento si no también su corazón, no hablaba, no se movía, había perdido la alegría porque la vida, esa, no la perdería mientras no se enamorara de verdad.
Keila fue la última en intentar, ella y Daisy tenían una conección especial desde niñas había formado un vínculo fuerte, ella fue la que reparó a mi hermana.
— ¿Entonces creo que lo haré?— dijo dudosa Daisy.
Y es que según ella necesitaba actividades, algo que mantuviera su mente alejada de todo lo que significaba Taylor. Su mejor propuesta, fue teatro, era eso o adoración así que término eligiendo la primera.
Nos encontrábamos en la entrada de la Iglesia, unos jóvenes que jamás había visto realizaban las inscripciones para esa actividad yo acompañaba a Daisy, al final firmó el papel sonrió al joven de cabello castaño y sin más corrió y no es broma, enserio corrió, parecía huir de algo, un joven pelinegro logró detenerla yo llegué pocos segundo después.
—¿Te encuentras bien?—soltó preocupado.
Mi hermana no dijo nada y lo abrazo, levanté mi vista, pelinegro, alto, de piel canela, Daisy había decidido entrar a una Iglesia de jóvenes un lugar donde compartían la palabra entre adolescentes mi Iglesia creía que entre jóvenes se entenderían y no estaba equivocada.
— ¿Disculpa quien eres?—mi voz salió por primera vez, seria.
— Me llamo Theo, mucho gusto—sonrió— soy el líder de Daisy.
Sonreí devuelta me agradaba que Daisy no estuviera sola porque sabía que iba a necesitar mucha ayuda si Taylor regresaba.
Los meses volaron.
Eso repetía Keila cada vez que observaba llorar a Daisy.
— Los meses volaron y junto a ellos lo que sientes Daisy— repetía Cloe.
— Pueden dejar de joder—mi hermana dejo el lápiz en la mesa.
— Sólo cuando dejes de llorar por idiotas— le siguió Keila.
Yo preferí callar, miré a Keila y negué no estaba bien lo que intentaba hacer aveces olvidar a una persona tardaba tiempo peor si fue tu casi primera pareja.
— ¿Saben algo sobre Halloween?— soltó Daisy concentrada en su tarea de inglés.
Todas la miramos suspicazmente.
Halloween era una celebración especial, para nuestra familia al menos.
Solíamos salir del país por una semana entera, viajabamos a Estados Unidos, cerca de las Vegas, para celebrar con la familia.
— Supongo que lo mismo de cada año— resoplo Keila.
No es que no fuera bonito pero todos los años hacíamos lo mismo, viajabamos, recolectabamos dulces y luego volvíamos a nuestra vida cotidiana.
A veces hacer lo mismo cansaba aunque fuera una vez al año.
Daisy asintió, nos miró con una sonrisa parecida a la del gato de Alicia — Este año ¡Tu!—dijo señalandome— cumples dieciocho años.
Alce una ceja en su dirección.
Mi familia aparte de ser cristiana, tenía un estúpido fanatismo a la magia.
No exactamente a la buena.
Cuando un pariente sea lejano o cercano, cumplía sus dieciocho «nupcias» por así decir, se realizaba una fiesta en su honor, nadie sabía lo que ocurría ahí.
Yo sería la primera de nuestra generación en cumplir dieciocho nupcias dentro de mi familia, sólo yo sabría lo que ocurriría adentro y eso daba un poco de temor.
— Daisy cumplo dieciocho en una semana—resoplé—el día de brujas aún está a mucho de llegar.
— Aja— respondió con simpleza— mejor anda preparando una cámara, todas queremos saber que ocurre cuando se reúne toda la secta.
—¡Por dios!—soltó Cloe—no es ninguna secta, no matan gente.
— Eso nosotras no lo sabemos— respondió Daisy, sonriendo con maldad.
Al final las cuatro giramos los ojos, y volvimos nuestra atención a los deberes.
¿Haloowen era sólo dulces y chocolate?
Eso debía averiguarlo.
No ahora, ni mañana, exactamente en tres semanas.
— Señorita Herabi—soltó un profesor—si no baja de ahí ahora mismo llamaré a sus padres.