¿Qué tan difícil era cumplir años?, para la mayoría de los adolescentes fácil.
Cumplir años era todo alegría y amor, se recibían regalos, un pastel gigante y una fiesta inolvidable.
O bien podría ser un viaje por todo el mundo. Cualquiera de las opciones estaba bien para mí.
Aunque la idea mejoraba si ese cumpleaños marcaba el fin de tu adolescencia y el comienzo de tu vida adulta.
Ahí las cosas eran diferentes ya no era un viaje lo que regalaban, ni tampoco una fiesta o un pastel.
Era más un transporte, desde un jeep a una motocicleta harley.
Eso no aplicaba en mi vida.
Rodé los ojos por tercera vez al escuchar la voz de abuelo.
— Sabes que eso es por tu bien—pronunció irritado.
Yo sólo asenti, que parte de no gracias no entendió mi abuelo.
— Mira abuelo te agradezco el que viajarás desde...—lo mire alzando una ceja.
Mi abuelo era conocido a nivel mundial, como humano y Dial, esperaba lo mismo de mí.
Todo comenzó cuando estaba en el vientre materno, había sido escogida para representar a los Herabi, en la famosa presentación de la reina.
Las cosas se pusieron trágicas cuando accidentalmente, la marca que se pasaba de Herabi en Herabi, no habitaba en mí, no fue algo muy importante, sólo implicaba que tendría una vida un poco más normal que los demás.
Eso duro unos tres años, antes de que la marca de los Green apareciera.
Mi abuelo tardó en hablarme o si quiera verme, y cuando lo hizo solo fue para referirse a mi como, "la mestiza no apta de la familia Herabi", ese fue el día en que la marca Green apareció, dejando a más de uno estupefacto.
De igual manera, pago lo suyo, porque como buena bebé dramática había llorado tan alto que minutos después mi abuela estaba siguiendo a mi abuelo con una escoba.
Luego de eso mi abuelo se fue por años.
Cuando tenía seis por fin descubrí el trasfondo de las cosas, mi abuelo era un embajador del Reino mágico tenía tratos con todo el mundo, incluyendo las religiones, era un hombre de negocios, un Green en todas sus letras.
— Escocia querida, pero sólo estaré ahí por dos meses.
Mire a mi hermana, sentada en la mesa comía lo que parecía ser un helado de chocolate, sonrió tan engreidamente que por primera vez, preferí estar en la charla "de no es una secta, al menos no aún", que estar a lado de mi hermana menor.
— Como te decia—mi abuelo cruzó los brazos sobre su abdomen—está ceremonia ocurre cada que un miembro de nuestro mundo cumple la edad acordada.
— Mi tía no la hizo—expliqué un poco histérica.
Mi abuelo giró los ojos y puedo jurar que mi hermana también lo hizo.
— En su caso fue distinto Casey, tu tía, mi hija había nacido con su profecía de por medio, por lo tanto la ceremonia no podía darse, ni siquiera suponerse.
Suspiro una vez más, hace años mi tía nos había platicado su historia.
Mi madre Helena había nacido con la marca de un Green, así que ella obtuvo el lugar que le correspondía como representante de la familia, para lástima o dicha, nuestra madre no logró ascender al gran puesto de la Reina, así que al final término viviendo una vida un poco más normal.
Mi tía en cambio había nacido sin marca de un Green o un Salazar, así que creyó que iba a ser humana, eso le duro muy poco, cuando el padre de la Iglesia del pueblo llegó a casa a decirle a nuestra abuela, la profecía que llevaba su última hija, las cosas cambiaron radicalmente, peor cuando supieron que la profecía no implicaría su generación si no la siguiente.
Fue ese día que se decidió no realizar la ceremonia a mi tía.
Yo no portaba la marca de los Herabi pero no me salvaba de la de los Green.
Vaya suerte la mía.
La reunión se alargó dos horas más.
Dando así por terminado mi amado cumpleaños, ahora era mayor de edad y eso implicaba que en pocas semanas dejaría mi vida mortal atrás.
— Al menos no adoran a Satán— soltó Daisy.
Yo sólo asenti, eso era lo único rescatable de mi familia no proveniamos de un linaje por así decir satánico, ninguna de nosotras llegaría a lastimar a un mortal, no porque no quisiéramos si no por que no éramos brujas o cualquier criatura que provenga del señor de la oscuridad.
Un movimiento me despertó.
Escuchaba risas, cada vez más fuertes, las luces de la planta baja de mi casa aún se encontraban encendidas.
— ¿Daisy? ¿Keila?— las risas tomaron un poco de fuerza— les juro que si esto es un juego acabaré con cada una malditas.
Baje de mi cama a tropezones, salí de la habitación, las paredes de mi hogar tenían un color negro, ¿Cuándo cambiamos la decoración?
Me acerqué a la escalera, un frío recorrió mi cuerpo, gire la cabeza varias veces y decidí bajar.
Las risas pararon abruptamente, el sonido del reloj llegó a ser el único ruido en la casa, me acerqué a paso lento al comedor.
La mesa, estaba decorado por todo tipo de dulces y comida, el mantel blanco estaba perfectamente ceñido sobre esta los tenedores y las copas perfectamente ubicadas en cada asiento.
— ¿Casey?—la voz de mi madre me hizo girar.
Iba vestida con un gran vestido turquesa, su cabello pasó de ser churón a lacio e iba recogido en una cola alta, su sonrisa me atravesó el alma y por primera vez esa noche, sentí calma.
— ¿Qué ocurre mamá?— pregunté estupefacta por el banquete — ¿Qué estamos celebrando?
Mi madre dejo una bandeja en la mesa y volvió su vista a mi.
— Tu hermana—soltó— deberá iniciar la ceremonia antes.
Las cosas no cuadraban ¿Cuál de mis hermanas? ¿Cómo que antes?, gire a ver a mi madre, su cabello se había soltado y ahora su cabeza estaba agachada, un temor me recorrió de pies a cabeza.
— ¿Mamá?—susurre— ¿Qué está pasando?