De esa manera había comenzado el día.
Con angustia, temor y quizás un poco de tristeza.
Lo que había ocurrido hace tan sólo media hora en la parada aún me perseguía.
Alce la vista hacia el pizarrón una matriz de multiplicación me esperaba, el profesor Martínez había comenzado su clase hace tan sólo unos minutos.
Por lo general el profesor sabía sentarse y dejar que nuestras gloriosas cabezas hagan el trabajo por él, eso implicaba resolver ejercicios que estoy segura que ni la NASA podría.
Pero estábamos a finales del primer parcial, así que nuestro gentil y grato profesor había decidido tomar un prueba de recuperación, algo que rendían los alumnos con puntaje menor a siete.
Yo nunca estaba dentro de ellos.
Desde pequeña mamá nos había enseñado a ser responsable en casi todo lo que hacíamos, nos había enseñado demasiado bbien.
Mientras la mayoría de mis compañeros rendía el examen que definiría sus vidas literalmente y eso se debía a las primeras calificaciones que serían entregados a los papás en tan sólo unos días. De estar mal en matemáticas mis compañeros debían abstenerse a serias consecuencias que implicaban en su mayoría decir adiós a sus respectivos teléfonos.
Al final, decidí ponerme audífonos y concentrarme en descifrar el sueño que tuve hace algunas horas.
¿Podría haber sido la influencia de alguna serie que Daisy ama ver?, por que si, mi hermana era una fanática de la tele y las aplicaciones raras de teléfonos.
Por sus buenas notas mi padre decidió abrirle una cuenta en esa famosa página web.
Netflix, si no me equivocó.
Apenas creada la cuenta, Daisy aprovechó el día para ver si era posible todas las películas creadas por la plataforma.
Hace una semana la había visto observando una serie donde una chica calva ayudaba a un niño de cabello churón junto a otro con corte raro.
Según lo que dijo ella, la serie hablaba en si de una dimensión oscura, algo que era llamado el otro lado.
Mientras nosotros éramos una persona en la cuerda floja, la joven de la serie era la pulga que según mi hermana podía llegar al otro extremo saltado hacia la parte de abajo de la cuerda.
¿Quizás eso había influenciado mi sueño? Aunque que tenía que ver la pulga con el descendiente de Enoc que había sido pronunciado en mi sueño.
Suspire al no obtener respuesta, mi vida estaba por complicarse, algo dentro de mi me lo decia.
El recreo fue más estresante aún.
Mientras hablaba con Julia sobre un programa que estaba por realizar mi banda favorita, Maroon 5.
Una llamada que ingresó a mi teléfono me había advertido sobre los problemas que iban aparecer después de contestar.
— Es la segunda vez que su hija intento esto— término por decir el rector del plantel.
Una castaña giró los ojos altamente enojada.
— No soy su padre rector, soy su abuelo— sonrió—puede llamarme Carlos.
El rector asintió y siguió con su regaño hacia mi hermana por lo que había cometido.
Esta vez no tenía salida, desde que Keila piso el plantel por primera vez los problemas comenzaron para ella y nosotras, primero las bromas en el cuarto de baño, luego los hackeos a las computadoras de la institución, para terminar con la pintura que mi hermana había derramado sin querer en el coche del rector.
Mi hermana con su cabellera castaña, parecía sumergida en su propio mundo no hacia caso a las miradas de «Ojalá y no vuelva a pisar este piso señorita Herabi» que el rector mandaba para ella.
— ¿Entonce que supone hacer?— repuso mi abuelo un poco incómodo al escuchar cada una de las fechorías de mi hermana.
— Diría que suspenderla sería lo mejor — el rector dirigió la vista a mi hermana— ¿Qué le parece señorita Herabi, alguna objeción?
Mi hermana por primera vez alzó su cabeza, apenas sonrió y hablo sacando mucho veneno de su delicada boca.
— Para mi es perfecto — guiño un ojo en dirección al rector— con el tiempo entenderá que esto para mi es simplemente una victoria no al revés.
Diciendo estas palabras mi hermana se puso de pie y mientras veía a mi abuelo con diversión abandonó la habitación.
— ¿Cómo puede con ellas?— pregunto el rector.
Mi abuelo simplemente alzó los hombros.
Ni siquiera yo podía imaginar lo que significaba cargar a un Herabi peor a cuatro, sumándose el que todas eran mujeres.
Mientras salíamos del rectorado Keila reía hablando por teléfono supongo que estaba contando sus fechorías a sus dos mejores amigos que se encontraban en la institución a la que ella asistía antes.
— Tus padres te castigarán— bufo mi abuelo con superioridad.
Mi hermana alzó un ceja y sonrió.
— Eso abuelo es lo que espero con ansias.
Negué lentamente en su dirección, mi hermana se había tomado muy bien el papel de cobrar venganza por el cambio de institución que ocurrió a comienzos de este año escolar.
Supongo que era verdad eso de que los Herabi eran todos unos malditos cuando querían y se lo proponían.
En la casa, los problemas simplemente empeoraron.
Primero por el castigo implantado a mi hermana Keila, tres meses sin tv cable, Internet ni dinero.
A eso se sumaba las vacaciones en la casa de nuestra tía.
No es que fuera feo ni nada, sólo que mi tía era especial, tenía aquella profecía de por medio, por lo que en sus casa las reglas eran sumamente estrictas.
Pobre de la que rompiera una.
Casi por las tres de la tarde Lenin llamo a la casa para informarse sobre el problema que habíamos pasado en recreo.
Mi hermana toda enojada le había declarado que ese no era su maldito problema y que se alejara de mi, porque no sabía en el monstruo que estaba por convertirme.
Yo sólo había arrancado el teléfono de su mano.
Luego de una charla de casi dos horas, había llegado a la conclusión de que en ocasiones Lenin solía ser un gran idiota.