Dicen que cuando la guerra está por empezar, hay un día de calma.
Ese día había llegado, las calles parecían estar sumidas en una tristeza que ni siquiera el pueblo entendía, las casas habían pasado de celebrar las fiestas de nuestro pueblo para simplemente salir a las calles, recorrerlas. Sabíamos que esto se debía a las desapariciones que estaban ocurriendo, un montón de niños habían desaparecido y los adolescentes parecían ser los siguientes.
Lo que un día fue el patrimonio de nuestro hogar ahora era el lugar más temido sobre la tierra.
—¿Salimos? —volver a ver a Keila de la forma que una vez lo hice no podría, ni de cerca.
Aún recordaba sus duras palabras, su forma de expresarse con él espíritu como si fuera otra persona. Es que lo era.
—¿Hoy no era el programa de la campana?
Cloe que últimamente ha estado rara, se sienta a mi lado y puedo observarla de perfil.
Su piel blanca ahora es más clara, sus ojos se han apagado arrasando con lo que alguna vez fue mi hermana ¿Qué te pasa Cloe? . Temía llegar a descubrir la verdad detrás de su comportamiento porque sabía lloraría y sería yo quien no lo superaría jamás, mientras ella seguiría su vida como si lo que le está ocurriendo ahora no fuera nada.
Al final solo asiento a su respuesta.
El programa de la Campana se celebra a inicios de junio, unas pocas semanas antes de acabar clases. Es un día folclórico que nació luego de nuestra independencia como pueblo.
Muchos cuentan que antes de siquiera ser un pueblo. El bosque era atestado de criaturas terroríficas, fue el quien guio a los pocos colonos que quedaban. Los protegió de aquellos que vinieron a robar nuestro hogar. Cuando llegaron al claro que hoy en día es New City tocaron una campana y años después una iglesia se alzó en su lugar.
Antes solo me parecían cuentos, ya sabía que la magia existía, pero una cosa era saberlo y una muy diferente experimentarlo y creerlo real.
El bosque había salvado mi gente y ahora ese mismo lugar parecía albergar uno de los peores secretos.
La denominada iniciación.
…..
Mis hermana no tardaron más de tres horas en arreglarse.
Aunque era jueves las clases se habían suspendido por la desaparición de los cinco niños, aparte de las fiestas del propio pueblo.
Las desapariciones habían opacado la semana de festejos, uno de los que aún no estaba completamente desaparecido era un adolescente rubio de no más de dieciséis años, mi hermana no había sufrido por su repentina ¿Desaparición? ¿Huida, pero parecía que algo dentro de ella se activo cuando él no volvió, comenzó a faltar más a la casa y cuando quise interceptarla casi me gano un golpe de su parte, estaba demasiado alterada.
Desde hace unas semanas se mantenía saliendo con Maicol casi a todo lado, el rubio vino dos veces más a cuidar a Cloe pero luego, cuando no volvió Cloe se alteró, se perdió, y después de dos días volvió a hablar. Ahí fue cuando Daisy comenzó a pasar lejos de casa y según Theo ahora vivía averiguando cosas en la biblioteca ju to a Maicol, cuando el quiso preguntar que era. Maicol decidió sacarlo de escenario y prohibió su entrada al lugar.
Resulta que la biblioteca es propiedad de los Mera. Así que Theo no pudo hacer nada contra eso.
—¿Vamos? —susurra Daisy, puedo ver en su mirada el miedo que le ha provocado este día desde siempre.
Aún deseo hablar con ella sobre lo que ocurrió en el bosque pero cada que lo intentó las palabras se atascan en mi boca y prefiero pasar el tema. Temo que el causante de lo que está pasando sea quien pienso.
Porque si en verdad el es el villano. Ha tramando tan bien las cosas para no fallar. Enredando todo a su paso incluso a mi familia.
Cuando llegamos al parque central del pueblo mis hermanas deciden comenzar a recorrer las carpas, por mi parte yo tomo asiento en una de las bancas del lugar, rebusco en mi bolso hasta hallar el diario del tipo que encontramos hace más de cinco meses.
Desde lo ocurrido en el bosque hace más o menos dos días he tomado la iniciativa de buscar algún indicio sobre qué pasó o estuvo por pasar antes. Los registros del pueblo no tenían nada y la biblioteca me prohibía la entrada desde el querido pedido de Maicol. Pude ver como algunos chicos recorrían las carpas, y yo sonríe con tranquilidad.
Supongo que el pueblo no tenía tanto miedo de las desapariciones ya que ni siquiera habían decretado toque de queda, suspiré y volví mi vista al diario. O quizás no querían afrontar que lo que ocurrió en el pasado estaba volviendo a repetirse.
Jamás me había agradado la lectura, siempre vi eso como un hobby que más se asemejaba a una droga que a un propio pasatiempo. Daisy era una gran ejemplo a ello.
Pero cuando tope el libro, (luego de habérselo quitado a mi hermana. Claro), descubrí por qué con tanto esmero mi hermana leía. A veces las palabras solían atraparte, te sentías en ese lugar, en esa hora y con ellos como si fueras parte de todo lugar. Uno al que jamás podrías llegar. Y en nuestro caso uno al que no podíamos recurrir para saber respuesta a lo que estaba pasando.
—¿Casey? —golpean mi hombro y yo alzó la vista del diario.
Tardó unos pocos segundos en enfocar la vista y cuando distingo los ojos de aquel a quien quiero, cierro el libro con fuerza.
Una sonrisa divertida se extiende en su rostro. —¿Estas bien?
Yo asiento, extiende su mano y yo la tomó para poder incorporarme, luego de haber leído bastante tomo en cuenta que el viento ha comenzado a soplar y que los pequeños faroles del lugar están encendidos. ¿Cuanto dure leyendo?
—¿Qué paso? —pregunto a Lenin
—Tus hermanas dijeron que estabas por acá, Cloe anda demasiado rara no lo crees.
Sonrió y mientras el me explica el gratificante encuentro que tuvo con las demás Herabi comienzo a guardar el libro, tomó mi saco y me meto en él.