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Mi abuelos Abraham y Mirta eran las personas mas humildes y amables que podría haber visto en todo lo que fue mi vida.

Ellos siempre me hablaban de Dios, de todo lo que había predicho y hecho, a mi nunca me interesó el tema pero, de alguna manera, creía en él.

Aunque hubieron momentos de tropezón cuando creí dudar todo lo que hizo Dios y su existencia. Ese momento en que pierdes la fe por cosas que pasan en la vida, como la muerte de un ser amado.

La de ellos, mis abuelos. Murieron cuando tenía quince años, fue desgarrador y muy muy triste, lo eran todo para mi y se habían ido para siempre, dejándome sola, en ese momento fue en el que me enojé con Dios.

No tenía a nadie mas a mi lado apoyándome como ellos lo hicieron conmigo, estaba sola en el mundo. Crecí con mis abuelos y los amo incondicionalmente, pero se habían ido. Como mis padres.

Entonces cuando me metí en el mundo de la calle, empezando a juntarme con gente no muy buena para mi, trabajar para poder mantenerme, lo cual era muy difícil conseguir ya siendo menor de edad; ahí conocí lo que es la vida en realidad, tan cruel que dolia.

Hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo, de el mal camino que me llevaban mis ''amigos'' y decidí dejarlos, ser alguien mejor para la sociedad y para mi misma. Y para mis abuelos. Lo hubiesen querido así.

Aunque nadie dijo que la vida es fácil. No todo es lo que cuentan en los libros, ni lo que dicen. Por eso cuando apenas vi a mi abuelo lo abracé con todas mis fuerzas. No sabia cuanto tiempo podía pasar hasta que nos separasen de nuevo.

— Niña, te he extrañado. —habló lentamente, como extrañaba su voz rasposa.

— Yo tambien lo he hecho, Abuelo. Y no sabes cuanto. —las lagrimas amenazaban con caer de mi rostro, lagrimas de felicidad.

— Lo sé pequeña, lo hemos observado todo. Siento mucho todo esto hija, todo lo que pasaste, fue muy injusto, que también estuvieras aquí nos entristece mucho. Merecías una gran vida, Cassie.

Eso fue lo que bastó para largarme a llorar. Sentí la sonrisa familiar de mi querido Abuelo, seguimos abrazados cuando me separé lentamente secándome las lagrimas y lo miré.

— ¿Hemos observado? ¿Quienes? —mi voz estaba rota, pero poco a poco se compuso.

— ¿Acaso ya no me recuerdas? —la voz de una mujer habló detras de mi.

El Abuelo sonrió.

Era su voz.

— ¡Abuela, eres tu!

Grite nuevamente, comencé a llorar y fui a abrazarla. Hacia mucho que no lo hacía.

— Cariño, no llores o me haras llorar a mi. —hablaba con su dulce voz consolandome.

— Abuela no sabes cuanta falta me hiciste, —miré al abuelo— Tu tambien, ambos. Los necesité mucho en todo este tiempo pero ahora estoy aquí con ustedes, juntos como en los viejos tiempos.

Rieron levemente, estaba feliz.

— Lo sentimos mucho Cassie y tambien te extrañabamos. Pero tendras que volver.

Esperen ¿Que? Volver ¿Donde?

Y la felicidad no duró mucho.

— Eso luego te explicarán bien ahora ven y abrázanos de nuevo que te hemos extrañado un montón.

Habló el Abuelo con los brazos abiertos, sin dudarlo por un segundo fui a abrazarlo olvidándome de todo lo dicho hace minutos. No hay nada mejor como un abrazo de la persona que mas quieres para olvidar todos tus problemas ¿No?

Era eso lo que necesitaba para completar mi estadía aquí. Los amo, sinceramente amo a mis Abuelos.

— Ven Cassie, tenemos que hablar de muchas cosas.

Asentí un poco confundida ¿que es lo que querían decirme?. Nos sentamos en una banca, el abuelo y la abuela en las puntas y yo en el medio de ellos.

— Cassie, queremos hablarte de lo que siempre te has preguntado. Se que es tarde para decirte esto cariño pero es mejor tarde que nunca.

— ¿Que es de lo que quieren hablarme? —pregunté intrigada, no sabía nada de esto y la duda me estaba carcomiendo.

— De tus padres... — hablo mi abuela, triste.

¿Que dicen? Me exalte y borre las lagrimas de mi rostro.

— Decidimos que era mejor que supieras que fue lo que pasó con ellos. — suspire pesadamente  — Exacto cariño. Es hora  

¿Realmente estaba preparada para escuchar eso?

La respuesta es no, no lo estoy.