Entre pitidos y festejos en aquel bar, el más reconocido de la ciudad, se encontraba Logan la noche anterior a los sucesos narrados previamente.
Era una noche lluviosa y húmeda, las gotas de agua rebotaban contra el frío pavimento a medida que chisporroteaban contra el mismo, esparciendo partículas de esta alrededor.
Adentro en el bar, sentado en la barra, bebiendo a tragos aquel vaso de licor, rascando a sorbos cualquier gota del líquido en el interior del recipiente, estaba Logan; como suele hacer cada noche. Acompañado de Carl, un chico del cual se había hecho amigo semanas atrás en ese mismo bar.
—¿Entonces sigues desanimado? —preguntó Carl, quién estaba sentado al lado de Logan.
—Si hermano, a veces quisiera desaparecer, hace años no veo a mi familia, la última chica que tuve de novia me engañó con el primer imbécil que le coqueteó, y creo que me empiezo a sentir solo —dijo a medida que vaciaba poco a poco la cerveza del vaso.
—Deja de decir estupideces Logan, sabes que yo siempre estaré ahí. —le frotó el cabello y le pegó una sutil cachetada buscando hacerlo caer en cuenta—. Date cuenta, no estás solo.
—Ja... —rio sutilmente logan—. Mejor no digas nada. La otra noche te busqué para liberar un poco la mente suponiendo que estarías para escucharme, y creí que de verdad te encontrabas enfermo; solo hasta que me enteré de que estabas corriendo con el coche en los canales, como siempre.
—Vamos Logan, sabes que esa carrera era importante, gracias a lo que gané de ella pude pagar la deuda que tenía con el gilipollas de Rody. —Carl apoyó su codo en la barra y con el otro brazo tocaba el hombro de Logan—. De lo contrario te aseguro yo que la hubiera pagado de una peor forma. Con Rody no se juega, ya lo sabes.
—Precisamente por eso es que te metes en líos —aclaró Logan—, a mi me pueden recordar a cada rato que soy demasiado inmaduro, pero tengo el suficiente cerebro como para tener claro que esas carreras no llevan a nada bueno.
—¿Me vas a dar sermones? —cuestionó la actitud de Logan—. Avísame para irme, porque ya tengo suficiente con mis padres.
—Ya, ya, tienes razón —asintió mientras suspiraba—, a mi tampoco me gusta que me den sermones y no soy quién para darlos.
—Venga, vamos a acompañar a aquellas chicas que no dejan de mirarnos —instigó Carl mirando de reojo dicho sitio en el que se encontraban las mujeres.
—No Carl, no tengo ganas ahora, no me encuentro bien, te lo he dicho.
—Tu te lo pierdes. —Carl se fue de la barra dejando solo a Logan quien simplemente hacía un movimiento de rotación con su índice al borde del vaso de cerveza, mientras miraba fijamente a la nada.
Carl Estocolmo, hijo único de una familia adinerada de la ciudad, dueños de varias empresas en la misma y con varios terrenos a sus nombres. Pero nada de eso le pertenece a Logan, puesto que este se separó de sus padres apenas ellos descubrieron a lo que se dedicaba su hijo, como si de un perro se tratara lo echaron de casa. Con un orgullo tan grande como su cabeza, este jamás los volvió a buscar y, desde entonces se dedica de pleno a lo que ya sabemos.
Con veinte años es el más joven del grupo, su compostura, pese a su edad, es la de un adolescente y su comportamiento lo confirma. Suele vestir de traje, mucho menos formal de lo que es Fergusson, pero de igual forma conserva la esencia elegante que caracteriza a la banda.
Su forma de ser es muy particular, demasiado liberal, o 'inmaduro', como lo describen sus compañeros. Es una tradición para él meterse en problemas, algo que hace desde que vivía con sus padres y para bien o para mal, sigue haciendo.

Pese a la música a todo volumen sumado al bullicio de la gente, se logró escuchar cómo un estruendo proveniente de la entrada irrumpía el festejo. Eran unos hombres.
—¡Logan Estocolmo! —Exclamaron los sujetos de forma agresiva, pateando sillas y mesas.
'No, de nuevo esos imbéciles''
Pensó Logan mientras volteaba su silla expectante a lo que tenían pensado hacerle.
—Ya nos enteramos de la paliza que le diste a Andrew. —Eran 3 tipos, el del medio dió unos pasos adelante, llevaba consigo un bate el cual amenazaba con usar.
Las personas alrededor alertadas ante la situación montaron una barricada alrededor de Logan, buscando protegerlo.
—No es necesario chicos, no le tengo miedo a esos idiotas. —Logan se levantó de su silla y se acercó a uno de ellos, este último claramente más grande y musculoso, pero aún así no atemorizaba a el chico.
—Al parecer tienes los huevos bien puestos —manifestó el hombre.
—¿Como te llamas? —Interrogó Logan dándole un sorbo a la cerveza que aún tenía en la mano.
El ambiente se sentía pesado, el silencio inundaba el lugar. Ro, el dueño del bar, estaba con el teléfono en mano dispuesto a llamar a la policía si la situación de salía de control.
—Mi nombre es Jerry, soy el primo de Andrew —contestó meneando el bate en un movimiento de vaivén.
—Jerry, ¿Supongo que ya tienes los boletos a Australia?
—¿Australia?
—Si, Australia —recalcó Logan—. Allá es a dónde te tendrías que ir a esconder si me llegas a tocar un pelo -rio irónicamente sentándose nuevamente en la barra.
Unos cuantos segundos de miradas fueron suficientes, los tipos se marcharon con el rabo entre las piernas. La seguridad con la que habló Logan y la presión ejercida por la gente alrededor los atemorizó.
—¡Señores! —exclamó desde su sitio el chico—. Díganle a Andrew que la próxima vez arregle sus problemas el mismo, que no es necesario que mande a gorilas incompetentes.
Los hombres se detuvieron justo en la puerta apretaron músculos y con coraje se dieron la vuelta.
—¿Que dijiste escoria? —preguntó denotando enfado uno de ellos.
—Go-ri-las in-com-pe-ten-tes —deletreó Logan con un tono desafiante.
Cuestión de segundos para que el lugar al son de la música se llenará de puñetazos de ambas partes, desde afuera el sonido de los gritos eran camuflados por la intensa lluvia que caía, pero adentro del bar todo era caos. Botellazos por aquí, botellazos por allá, puñetazos por allí, puñetazos por allá. Una pelea digna de cualquier película de Hollywood.