Oficialmente es mi primer día como chica universitaria.
Noté dos cosas: mi primera clase es tarde, cosa que me viene bien puesto que me costó demasiado conciliar el sueño anoche, y la segunda, que mi primera clase es, efectivamente, Francés. ¿Había mencionado antes que la vida realmente tiene un perverso sentido del humor? Pero en este caso fue mi decisión, pues desde el año pasado supe que tendría que escoger esa materia como complementaria si quería desenvolverme bien en el idioma.
Tuve que pedirle a Sophie que me escolte al edificio que corresponde puesto que el campus es como cinco veces un estadio de fútbol y yo me hallo totalmente desorientada. Nico dijo que me esperaría allí para saludarme y luego iría a su siguiente clase. Este lugar consta de grandes edificios situados estratégicamente, en el espacio que queda disponible hay jardines bien cuidados con impresionantes flores y algunas fuentes. El diseño de algunos edificios me recuerda al arte grecorromano pero estoy segura de que en su interior es moderno y rentable.
Aunque me encuentro ansiosa, otra parte de mí está dando saltitos de anticipación. Este es mi sueño.
Cuando transitamos por la acera frente al estacionamiento de la universidad, puedo escuchar el ruido ensordecedor de motocicletas volviéndose cada vez más fuerte a medida que se acercan a nosotras. Sophie se detiene instantáneamente en el camino de piedra frente al asfalto y permanece mirando el estacionamiento, ansiosa, como esperando algo, al igual que las otras chicas. Hago lo mismo por puro reflejo, sintiendo curiosidad por qué las ha cautivado.
Observo cómo el enorme portón negro de la universidad se abre y da paso a cuatro motocicletas que ingresan en fila. Debo cubrir mis oídos con las manos pues sus motores rujen tan fuerte que me aturden. De repente, hay docenas de chicas a mi alrededor empujándome, dándome codazos. Joder, ¿cuándo llegaron? ¿Qué está pasando?
Los cuatro motociclistas conducen en círculo sobre el asfalto en perfecta sincronización y con una disciplina envidiable. Luego, tres de ellos rompen la circunferencia y se estacionan uno junto al otro dentro de las líneas blancas, de cara a nosotras, con segundos de diferencia.
El conductor de la motocicleta restante se apoya en la llanta trasera, con la delantera apuntando al cielo brillante, y comienza a dar rápidas vueltas sobre su eje. Mientras lo hace, los chicos estacionados aceleran sus motores una y otra vez, causando que salga humo negro del asfalto y mis oídos amenacen con sangrar. Las chicas sueltan gritos ahogados, extasiadas con el espectáculo, hasta que el último chico pone la llanta delantera en tierra y se estaciona junto a los demás.
Al mismo tiempo, los cuatro motorizados se apean y se quitan el casco. Chillidos hacen acto de presencia cuando resultan ser cuatro chicos demasiado guapos para que les sea permitido andar juntos y causar tal impresión. La imagen humedece las bragas de la mitad de la población femenina de Columbia con un suspiro soñador. Todos ellos visten pantalones caídos, camisetas negras, chaquetas de cuero y al vernos nos sonríen y otros hasta nos guiñan.
Todas las féminas, con excepción de Sophie y yo, abandonan la acerca y cada una se aproxima a su motorizado favorito. Creo que han olvidado completamente que se dirigían a clase.
—¿Quiénes son? —pregunto a Sophie, quien mira la escena con anhelo pero no mueve un pie.
—Ellos cuatro… —suelta un suspiro soñador que me hace arquear una ceja—… son The Dead.
—Explícate, por favor.
—Verás, esos ardientes cuatro chicos forman una de las pandillas más importantes de la ciudad: The Dead. En Nueva York no hay una sola chica con ovarios que no se muera por ellos.
—¿Me estás queriendo decir que esos cuatro jóvenes son asesinos, matones y/o narcotraficantes?
—¡Baja la voz! —espeta, mirándome seria—. No te estoy mintiendo. Dicen que están desde jóvenes en esto, que han cometidos numerosos asesinatos pero nadie ha logrado atraparlos, pues cuando hay pruebas simplemente hallan la manera de hacerlas desaparecer.
—¿Entiendes que lo que me estás diciendo es lo típico de una novela adolescente?
Si yo creía que esta chica estaba loca, acabo de comprobar que está completamente chalada.
—¡No miento! Son conocidos por sus carreras clandestinas, también. A determinada hora de la noche, si sales, puede que te encuentres con ellos. Ellos dominan la ciudad, Madeline. Te estoy hablando completamente en serio. Lo que tienen de atractivos lo tienen de peligrosos, por eso estoy esforzándome en no saltar sobre sus huesos en este momento, pero es un trabajo difícil.
Sacudo la cabeza, sin poder creer que toda esta gente sea tan idiota de hacer caso a esas patrañas.
De izquierda a derecha, los dos primeros chicos están rodeados de mujeres y las toquetean, las besan y sueltan carcajadas despreocupadas, ambos apoyados tranquilamente en sus motocicletas. El tercero está apoyado en su Ducati también, pero las mujeres lo miran desde lejos mientras él enciende un cigarrillo y lo aspira con la mirada perdida.
Cuando vuelvo la vista al cuarto motorizado, el último que se estacionó luego del espectáculo, entreabro los labios y no respiro por un minuto. Su cabello es castaño claro, totalmente rebelde; su rostro como de un maldito ángel. Mantiene una pose despreocupada contra su moto y el casco en su brazo derecho. Los otros eran guapos, pero este hombre te hace detener y te obliga a detallar cada facción de su rostro. Las chicas también se mantienen lejos de él, tan solo mirándolo con ojos brillantes, como si estar cerca pudiese ser peligroso.
El chico debe sentir mi mirada escrutadora porque gira la cabeza en mi dirección.
Al contrario de Maximilian, sus ojos son celestes, muy claros, pero cuando me mira me perturba la malicia que veo en ellos. Es como si dentro de esos ojos color cielo estuvieran enmarañados recuerdos de acontecimientos tan escalofriantes que tu corazón deja de latir. Miras a ese chico y tu cuerpo se llena de terror.