El fuego llovía del cielo, las sombras cobraban vida y la ciudad en ruinas se convertía en un laberinto sin fin. Nexthar giró sobre sí mismo, intentando comprender lo que ocurría. Cada paso que daba parecía llevarlo de regreso al mismo punto, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.
Iluvex reía a lo lejos, su figura desvaneciéndose y reapareciendo en diferentes rincones del espacio distorsionado. -No importa cuánto lo intentes, Nexthar. Todo lo que ves es mi obra. Aquí, soy un dios.-
Nexthar apretó los dientes. Sabía que atacar de forma impulsiva no serviría contra un maestro de las ilusiones. Necesitaba otra estrategia. Cerró los ojos y respiró hondo, recordando las enseñanzas de Orlath.
"No creas en lo que vez, cree en lo que sientes".
El eco de las palabras de su maestro resonó en su mente. Se centró en su cetro, sintiendo la energía fluir a través de él. Su magia no podía romper ilusiones, pero si encontraba el punto débil, quizás podría deshacerlas.
El aire vibró a su alrededor cuando Nexthar golpeó el suelo con su cetro. Una onda de energía se expandió en todas direcciones. La realidad tembló por un instante, como si las ilusiones de Iluvex dudaran en su existencia.
-Interesante-, murmuró Iluvex. -Parece que no eres tan torpe como pensaba.-
Las sombras volvieron a envolver la ciudad, transformándola en una vasta llanura cubierta por una niebla espesa. Nexthar se encontraba de pie sobre un suelo de mármol negro. A su alrededor, figuras fantasmales emergían de la neblina, sus rostros deformados por el sufrimiento.
-¿Qué es esto?- preguntó Nexthar, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
-La verdad-, respondió Iluvex. -Los que han desafiado a Umbraeth antes que tú. Los que fallaron.-
Los espectros comenzaron a avanzar, extendiendo sus manos huesudas hacia Nexthar. Susurros de desesperación llenaban el aire, formando un coro de voces que se clavaban en su mente.
"No podrás vencerlo."
"La oscuridad consume todo."
"Ríndete."
El peso de las palabras intentó hundirlo en la desesperación, pero Nexthar resistió. Sabía que era otro de los trucos de Iluvex, otra prueba para quebrar su determinación. Se concentró de nuevo, ignorando el terror y enfocándose en la verdad: esto no era real.
Tomó su cetro con ambas manos y, con todas sus fuerzas, descargó un rayo hacia el cielo. La energía explotó con un estruendo ensordecedor, iluminando la oscuridad. La niebla se disipó y los espectros desaparecieron como cenizas arrastradas por el viento.
Iluvex frunció el ceño. -Eres más persistente de lo que imaginé.-
Nexthar bajó su cetro y lo apuntó hacia él. -Y tú subestimaste a un aprendiz torpe.-
La batalla no había terminado. Iluvex sonrió de nuevo, y el mundo volvió a desmoronarse a su alrededor. La ilusión no había sido destruida por completo, solo debilitada. Pero Nexthar había dado un primer paso importante: ahora sabía cómo luchar.
Su travesía apenas comenzaba.