Nexthar sintió la distorsión de la realidad cediendo poco a poco. Su ataque había debilitado las ilusiones de Iluvex, pero el enemigo seguía en pie, mirándolo con una sonrisa burlona.
-Admiro tu resistencia, Nexthar. Pero esto no ha hecho más que empezar-, dijo Iluvex, alzando una mano. El mundo volvió a retorcerse a su alrededor, y el aprendiz de mago sintió un vértigo insoportable cuando el suelo se deshizo bajo sus pies.
Cayó al vacío.
El viento rugía en sus oídos, la oscuridad lo rodeaba, y por un instante sintió que todo había acabado. Pero entonces recordó su cetro. Lo aferró con fuerza y concentró su magia.
Una explosión de energía lo envolvió, y de repente, dejó de caer. Abrió los ojos y vio que flotaba en un espacio indeterminado, donde retazos de realidad se mezclaban sin lógica. Fragmentos de la ciudad en ruinas giraban en el aire, atrapados en un torbellino de ilusiones.
Iluvex apareció a pocos metros de él, flotando con serenidad. -¿Sorprendido? Esta es mi creación, un mundo donde todo es mi voluntad. No puedes ganar.-
Nexthar lo miró con determinación. -No necesito ganar en tu juego. Solo necesito romperlo.-
Concentró su magia en el cetro y liberó una ráfaga de energía que atravesó el espacio. Pero esta vez no apuntó a Iluvex, sino a los fragmentos flotantes de la ciudad. Cada pedazo de ilusión que tocaba su magia estallaba en luz, desintegrándose poco a poco.
El mundo comenzó a fracturarse. Iluvex frunció el ceño, su expresión cambiando de diversión a inquietud.
-¿Qué crees que estás haciendo?-
-Destruyendo el campo de juego.-
Nexthar liberó otra ráfaga, y esta vez el espacio entero tembló. Las ilusiones se agrietaron, la realidad se desmoronó y, en cuestión de segundos, el aprendiz de mago sintió el suelo firme bajo sus pies de nuevo.
Estaban de vuelta en la ciudad en ruinas. Iluvex, visiblemente debilitado, se tambaleó.
-Imposible... Nadie escapa de mis ilusiones.-
Nexthar apuntó su cetro hacia él. -Parece que sí.-
Descargó un rayo de energía, golpeando de lleno a Iluvex. El mago de las ilusiones gritó mientras su cuerpo se disolvía en una ráfaga de sombras, desapareciendo en el viento.
Nexthar respiró hondo. La batalla había terminado.
Sin perder más tiempo, alzó la vista hacia el cielo estrellado. Su camino aún era largo. Umbraeth estaba en algún lugar en la oscuridad del cosmos, esperándolo.
Y él seguiría avanzando, sin importar los obstáculos.