El eco de su batalla contra Iluvex aún resonaba en la mente de Nexthar mientras flotaba en el vacío interestelar. Se había liberado de la ilusión, pero el enfrentamiento le había dejado una advertencia clara: Umbraeth lo estaba esperando.
Y él debía estar preparado.
Guiado por fragmentos de antiguas escrituras y sus propias visiones, Nexthar se dirigió hacia el confín del universo, un lugar que ningún ser había osado explorar. Allí, donde ni las estrellas brillaban, y la luz misma era devorada, se decía que Umbraeth existía.
Al acercarse, sintió una presencia abrumadora. Era como si la misma realidad se doblara ante un poder incalculable. El espacio se volvía denso, pesado, como si un vacío infinito tratara de arrastrarlo.
Finalmente, llegó.
Frente a él se extendía un abismo sin fin. No era simplemente oscuridad, sino la ausencia misma de existencia. En ese vacío se agitaban sombras líquidas, moviéndose con una inteligencia propia. El tiempo parecía detenerse.
Entonces, una voz surgió de la nada, profunda como un rugido distante.
—Has venido, Nexthar.-
El mago sintió su pecho oprimirse. No era solo una voz. Era una fuerza, un pensamiento que se manifestaba en su mente y estremecía su alma.
Frente a él, la penumbra se condensó y tomó forma. No era un ser con rostro ni cuerpo definido. Era un vacío consciente, una silueta titánica hecha de oscuridad pura, con ojos que eran pozos de nada absoluta.
—Eres persistente. Como todos los que me han buscado antes. Pero ninguno ha regresado.-
Nexthar sostuvo su cetro con firmeza.
—No vine a retroceder. Vine por respuestas.-
Umbraeth pareció expandirse, envolviendo todo a su alrededor. La gravedad misma cambió.
—¿Respuestas? —dijo la entidad con un tono burlón—. No buscas respuestas. Buscas un propósito. Y ese propósito te ha traído hasta mí.-
La mente de Nexthar se nubló. Por un momento, vio visiones de destrucción, mundos colapsando en la oscuridad, civilizaciones borradas como si nunca hubieran existido.
Todo obra de Umbraeth.
El mago cerró los ojos y resistió la influencia de la entidad.
—No importa lo que muestres. No temo a la oscuridad.-
El titán de sombras permaneció en silencio. Luego, sus ojos brillaron con intensidad.
—Entonces, demuéstralo.-
De repente, el espacio a su alrededor se desgarró. Criaturas hechas de pura sombra emergieron del vacío, sus cuerpos deformes y llenos de odio primigenio. Nexthar sintió la energía oscura a su alrededor tratando de consumirlo.
La prueba había comenzado.
Sin dudarlo, levantó su cetro y desató una tormenta de relámpagos mágicos. La luz azulada atravesó a las criaturas, disipándolas como humo, pero más tomaban su lugar.
Umbraeth lo observaba en silencio.
Nexthar comprendió algo en ese instante. No podía ganar solo destruyendo a las sombras.
Debía entender la oscuridad para superarla.
Respiró hondo y dejó que su magia fluyera de una manera diferente. No como un arma, sino como un canal de comprensión.
Y entonces, lo sintió.
Umbraeth no era solo destrucción. Era lo inevitable. La sombra que existe porque la luz también lo hace. Un equilibrio necesario.
Nexthar levantó la mirada, y por primera vez, la entidad titánica pareció dudar.
—Entiendo lo que eres —dijo Nexthar, con voz firme—. Pero no me doblegaré ante ti.
Las sombras a su alrededor temblaron. Umbraeth inclinó ligeramente su enorme cabeza.
—Interesante.-
La prueba no había terminado.
Solo había comenzado.