Nexthar sabía que enfrentarse a Umbraeth era un acto suicida. Pero había llegado demasiado lejos como para retroceder.
Sostuvo su cetro con ambas manos y reunió todo su poder. Rayos de energía pura chisporrotearon en su entorno mientras una esfera de luz creciente se formaba en la punta del báculo.
—¡No me importa lo que seas! ¡Voy a destruirte!-
Con un grito, lanzó un torrente de magia contra la colosal figura de sombras. La luz surcó el vacío, desgarrando el espacio mismo, impactando de lleno contra Umbraeth.
Pero no hizo nada.
Las sombras absorbieron la energía sin esfuerzo, como si nunca hubiera existido.
Antes de que Nexthar pudiera reaccionar, la figura titánica se movió con una velocidad imposible. Un solo gesto y una onda de oscuridad lo golpeó de lleno.
Un dolor indescriptible atravesó su cuerpo. Fue lanzado al vacío, sintiendo cómo su propia existencia se desmoronaba. Su piel ardía, sus huesos parecían quebrarse desde adentro. Intentó sostenerse, pero su magia se desvanecía.
Y entonces, la voz de Umbraeth retumbó en su mente.
—Eres insignificante.-
Nexthar apenas podía respirar. El dolor lo consumía. Sus fuerzas se desvanecían.
Frente a él, Umbraeth levantó una mano gigantesca. La oscuridad se concentró en ella, un abismo dentro del abismo, un poder capaz de borrar la realidad misma.
Era el final.
La sombra descendió sobre él.
Y en el último segundo…
Todo se convirtió en humo.
La sensación de agonía desapareció en un instante. El vacío se disipó. Nexthar cayó de rodillas sobre suelo sólido, respirando con dificultad.
Y entonces escuchó una risa.
—Realmente eres un ingenuo, Nexthar.-
Alzó la vista y lo vio.
Iluvex.
El mago de las ilusiones estaba ahí, sonriendo con burla, con los brazos cruzados como si todo hubiera sido un simple juego.
—¿Sorprendido? —se burló Iluvex—. ¿Realmente creíste que podrías siquiera acercarte a Umbraeth? Todo esto… desde que comenzaste tu ridícula travesía… ha sido una ilusión.
Nexthar sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—No… eso no puede ser…-
Pero entonces los recuerdos comenzaron a distorsionarse en su mente. La biblioteca, las visiones, la batalla, la búsqueda… todo se sentía difuso.
—Desde el momento en que partiste —continuó Iluvex—, caíste en mi hechizo. Creaste en tu mente un propósito falso, te hiciste creer que estabas destinado a algo grande… y yo solo tuve que reforzar la mentira.
Nexthar sintió que la rabia lo consumía.
—¡Cállate!-
—¿Te duele, Nexthar? —Iluvex rió con crueldad—. Pensabas que eras fuerte, que estabas luchando por algo importante. Pero todo este tiempo… has sido un muñeco danzando en mi teatro.
El mago apretó los puños. Su respiración se volvió pesada.
—No…-
—¿No qué? ¿No puedes aceptarlo? ¿No puedes soportar la verdad? Vamos, mírate, eres patético. Todo lo que creías era una mentira.
La furia de Nexthar estalló.
Con un grito, se lanzó hacia Iluvex con el cetro en alto, pero en cuanto atacó, su enemigo se desvaneció en humo.
—Tch… sigues sin aprender —susurró la voz de Iluvex a su alrededor.
Nexthar cerró los ojos.
Respiró.
Por primera vez, dejó de confiar en sus sentidos.
Y comenzó a sentir.
No lo que veía, sino lo que realmente estaba ahí.
Su propio poder. Su propia esencia.
Iluvex apareció nuevamente frente a él.
—¿Rindiéndote? Qué decepción, esperaba que…-
Antes de que pudiera terminar la frase, Nexthar giró y golpeó con su cetro.
El impacto fue real.
Iluvex se tambaleó hacia atrás, sorprendido.
—¿Cómo…?-
Nexthar abrió los ojos y lo miró con determinación.
—No voy a caer en tus trucos otra vez.-
El mago cerró su mente a las ilusiones. No importaba lo que viera, no importaba lo que escuchara. Solo importaba lo que sentía en su interior.
Iluvex intentó distorsionar el entorno, pero Nexthar ya no caía en la trampa.
La batalla final había comenzado.
Ambos intercambiaron ataques, pero esta vez, Nexthar tenía la ventaja. Sin ilusiones que lo confundieran, cada golpe, cada hechizo, era certero. Iluvex trató de desaparecer y atacar desde las sombras, pero Nexthar siempre sabía dónde estaba.
Finalmente, con un último movimiento, Nexthar canalizó toda su magia en su cetro y lanzó un estallido de energía pura contra Iluvex.
El mago de las ilusiones gritó, su cuerpo siendo consumido por la luz.
—¡No puede ser…!-
Y entonces, se desvaneció.
El silencio reinó.
Por primera vez en mucho tiempo, Nexthar no sintió nada en su mente.
Nada falso. Nada distorsionado.
Solo la realidad.
Se quedó de pie, con la respiración agitada, asimilando lo ocurrido.
Finalmente… era libre.
Pero ahora, debía encontrar a el verdadero Umbraeth.
Porque si Iluvex había hecho tanto esfuerzo en engañarlo… significaba que la oscuridad que lo esperaba era mucho peor de lo que jamás imaginó.