—M-mi nombre es Mandrágora— Se presentó la chica, una joven de cabellos grises cortos, labios carnosos, nariz respingada, tez clara y con un par de lunares bajo su ojo derecho. Vestía una bata y un suéter de cuello de tortuga rosa que escondía sus pechos grandes, además de una falda negra con mallas negras brillantes— Y soy de Ploresi.
—Sospechaba que si— Radis lo sospecho por el nombre— Como sea, habla sobre todo esto.
Mandrágora asintió y toco uno de los tubos gigantes llenos de líquido verde— H-hace tiempo una nave desconocida apareció en el cielo, claro, la derribamos pues sospechamos de los otros planetas al instante, quizá una nave espía, algo…
—Mientes— Radis le detuvo.
— ¿E-eh? ¿Cómo?— Mandrágora termino esbozando una sonrisa confundida y nerviosa.
—Sabemos la verdad tras esta guerra, sabemos que los cuatro planetas son aliados y que solo mantienen la guerra para evitar miradas curiosas sobre lo que hacen con la fuente de poder esa desconocida— Radis hizo una mueca de desagrado al decirlo.
— ¿B-bromeas?— Mandrágora hizo una mueca y negó varias veces, con los ojos muy abiertos y con los labios temblorosos ¿De qué mierda estaba hablando esa mocosa?— ¿C-cómo sé que lo que dices es verdad? ¿Una guerra fingida? Es… Ridículo.
O quizá no tanto pero no lo exteriorizo.
— ¿Eh? Pues…— Eso confundió a Radis, tanto que se cruzó de brazos, mirándola con una ceja levantada y mucha incredulidad— ¿Tú deberías saberlo?
— ¿Yo? He estado encerrada aquí mucho tiempo, ojo, por decisión propia…— Mandrágora hizo una mueca y apretó su brazo— Imposible… ¿Quiénes son ustedes? ¡¿Cómo sé que no quieren engañarme?!
—No tenemos razones para hacerlo— Aseguro Anid seriamente, entonces le explico todo lo que habían descubierto, lo mejor que pudo. Radis intervino de vez en cuando para darle emoción al asunto.
Mandrágora apretó los labios y se recargo en uno de los escritorios— Tiene que ser una broma ¿Cómo que una guerra planificada con los otros planetas? He estado trabajado en armas para ganar la guerra, haciendo análisis con esas naves y con estos seres… Quería que mi familia estuviera bien… Quería terminar pronto con la guerra…
—Lo siento, de todos modos si quieres saber más, creo que deberías investigar por tu cuenta porque… Bueno, ya sabes— Radis no supo que más decir. A ella también se lo resumieron así y termino de comprenderlo mejor con el resumen de Anid.
—Hasta entonces, no puedo confiar en ti…— Aseguro la chica, aferrada a que no estaba peleando una guerra sin razón.
—Bueno, bueno pero ¿Qué pasa con esto? No tiene nada que ver— Radis volvió a señalar el laboratorio.
— ¿Eh? Ah, claro— Mandrágora asintió, parpadeando un par de veces— Como sea, las derribamos y entonces encontramos a algunos seres que no parecían humanos, ni de este planeta ni de otros, entonces pensamos que eran aliens pero… Su complexión, su constitución, su tecnología, es no solo muy avanzada, sino que también es incomprensible, sus partes no las entiendo… Y hemos matado a todos estos visitantes por miedo así que no se si son seres consientes, parecen que sí, claro pero desconozco porque siguen viniendo…
—Claro que son conscientes— Radis hizo una mueca. Conocía a un par de Ipomeos y eran sus amigos.
— ¿Cómo lo sabes?— Preguntó Mandrágora— Son de T’k’bileuli ¿Su planeta también se ha topado con ellos? ¿Han hablado con ellos?
—Algo así…— Radis se rasco la nuca avergonzada.
—Ya veo— Mandrágora se recargo en el escritorio— Quizá por eso evitan que hablemos con ellos y los matan para meterlos en estos horribles tubos, entonces, quizá… De verdad hay una conspiración de los cuatro planetas… Es una locura.
—Seguro es por eso— Radis asintió.
—Hay que irnos— Anid levanto el rostro hacia la puerta.
—Escóndanse— Mandrágora se irguió en su lugar— Las cubriré.
— ¿De verdad?
Si ¿De verdad? Mandrágora no podía terminar de entenderlo.
—Esa fuente de poder que buscan, yo también he ayudado con ella, aunque no sea mi área de especialización— Mandrágora se encogió de hombros— Quieren hacer algo aunque aún no sé qué, de todas formas… Yo no ayudaré con eso, así que escóndanse, las ayudaré a llegar ahí. Los guardias no están autorizados para estar aquí.
Radis y Anid se escondieron donde antes mientras Mandrágora recibía a los otros científicos.
—Buenos días doctora— Saludo uno.
— ¡Chicos! ¡Deben irse!— Mandrágora hizo una mueca y los detuvo— Resulta que hoy no tenemos turno, más bien, moví mis influencias para que nos den un descanso. De todos modos debemos esperar que las pruebas estén listas…
—Iban a estar en veinticuatro horas y ya paso el tiempo…— Dijo uno.
—Si pero las hicimos mal, no se preocupen, ya las hice de nuevo, esta vez está bien ¿Por qué no nos vamos?— Preguntó la mujer empujando a los chicos hacia afuera con amabilidad.
— ¿Ves? Te dije que si importaba el disolvente…
— ¡Pero siempre usamos ese!
— ¡Cierto! ¿Cierto?— Mandrágora se quedó pensativa, sin saber porque hablaban de eso ¿No siempre usaban el mismo? Eso…