Nexus Odyssey Vol. 1

20

Anid creció en T’k’bileuli, en una de las zonas en conflicto porque, pese a que para todos era el planeta más avanzado tecnológicamente, aquel que incluso parecía tener una ventaja en la guerra de los cuatro planetas, también era aquel que estaba enfrentando una guerra civil con tal de ver quien controlara todo cuando todos los conflictos terminen.

Aunque si Anid lo pensaba ahora, quizá también era una tapadera para hacer masacre y disminuir los números del mismo planeta.

La pequeña Anid había aprendido a robar pero no siempre salía bien.

— ¡Lárgate, mocosa, esta comida es mía!— Le grito aquel hombre que la empujo, tumbándola con tal fuerza que le hizo una herida contra el asfalto en la cara— ¡No te daré!

La pequeña se limpió la frente con la manga de su ropa y se fue corriendo, cargando en su manga un trozo del pan que logro robar mientras forcejaba con el tipo aunque la herida… No, no era grave.

Corrió hasta su casa, un lugar tranquilo pero que en realidad no podía llamarse un lugar acogedor, pues solo eran restos de una casa, con paredes con grandes agujeros, las ventanas estaban rotas y los muebles estaban destrozados, salvo su cama. El baño estaba casi al aire libre y el segundo piso ya no existía.

La chica entro en sui habitación, tampoco entera pues le faltaba una pared y las otras estaban agujeradas.

—Ya volví— Dijo, levantando la vista hacia su mamá.

En la cama se encontraba su madre, muerta, en estado putrefacto, con parte de su piel pudiéndose ya, mostrando los huesos blancos, mientras larvas, moscas y gusanos se arremolinaban a su alrededor, alimentándose ya desde adentro. El asqueroso aroma se iba por los huecos de las paredes por lo que la pequeña niña ya ni se tapaba la nariz.

También era la costumbre ¿Cuánto tiempo había pasado desde que llego y la encontró muerta?

¿Había enfermado? ¿La habían matado? No lo sabía. No lo recordaba.

Cuando dejo el pan, tomo un trozo y salió del cuarto para ir a donde estaba la cama más entera, ahí se sentó para comerse el trozo del pan. Estaba aplastado pero su sabor… Era tan… Normal.

Ya tampoco captaba sabores, era la realidad pero comer cosas podridas le hacía daño.

Entonces alguien apareció delante de ella, extendiendo su mano.

La pequeña la tomo la mano, sin saber que lo único que le esperaba era entrenamiento infernal y una calidad de vida peor que la que tenía robando en la calle pero no le importaba pues seguiría viva. Lo peor fueron las operaciones doloras que empezaron después.

La pequeña podría haber tenido problemas para expresarlo pero como cualquier niño, odiaba sufrir y solo se ganó más sufrimiento.

—Eres tan aburrida— Le dijo Pomelo, un chico ya alto para ese tiempo pero con una expresión mucho más infantil, menos trastornada, mirándola mientras realizaban una prueba de coordinación.

Anid ni lo miro.

—Deberías hablar más— Aseguro el chico.

Anid solo se giró a verlo.

— ¿Lo ves? Es divertido hablar…

—Te equivocaste— Le dijo Anid señalando el suelo. Las plataformas que debían pisar en cierto orden, el mismo que les habían pasado a gran velocidad en unas pantallas, todas diferentes para cada examinado.

Por eso le gustaba a los militares. Su habilidad era increíble, reconociendo incluso los patrones de la gente a su alrededor.

—De eso no hablo, yo…

—Numero 56, fuera…

—Mierda— Pomelo renegó y se fue de ahí.

Anid llego hasta el final, como se esperaba.

—Ella debería ser la candidata perfecta para la operación de potenciación, es joven, tiene fuerza pero sobre todo…— Dijo uno de los tipos que estaba hablando justo frente a la pequeña e inexpresiva Anid que mantenía la vista al frente, sin realizar ningún movimiento, ni parpadear— Solo mirarla, es la soldado perfecta.

El tipo le arrojo una basura a la cara pero la chica ni parpadeo.

—Supongo que sí. La verdad es que no me importa así que habrá que intentarlo y si fallamos, de todos modos nadie llorara por ella…

—Felicidades, Anid, has ascendido...— Dijo su comandante esbozando una terrorífica sonrisa.

Biopsias, extracción de sangre, extracción de líquido cefalorraquídeo… Eran el menor de los males pues habían comenzado terapias con electricidad, no en su cabeza, si no en su cuerpo, además de otras pruebas dolorosas. Huesos estriados, piel quemada… Definitivamente era mejor estar muerta.

­Casi lo deseaba.

Pero no, no podía dejar sola a su rosa.

Quizá fue el trauma de cuidar el cadáver de su madre pero cuidar cosas la mantenía cuerda, al menos le hacía pensar que era útil ya que las palabras de los guaridas y los científicos en realidad no eran cálidas.

Ella no quería ser así, quería... Ser honesta.

—No te preocupes, estoy contigo…— Le susurro Anid a su rosa mientras abrazaba la pequeña maceta.

Esas palabras eran honestas, debían serlas.



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En el texto hay: aliens, multiverso, batallasepicas

Editado: 27.04.2025

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