El pequeño Khaz había visto como todo se iba al carajo en su planeta aunque no es que estuviera bien desde el inicio.
Nunca fue fácil habitar Otakhi, el planeta era demasiado frio y raramente hacía el calor suficiente, lo que hacía prácticamente imposible sembrar verduras o frutas pero ¿Criar animales? De esos si había, de hecho, casi todos los animales ahí se comían y los pelajes gruesos eran aprovechados para crear ropa.
Pero ¿Cómo es que seres tan lampiños pudieron evolucionar en ese planeta tan inhóspito?
Por lo que Khaz sabia y había estudiado, el planeta no siempre fue frio y sufrió alguna especie de desastre natural que movió su eje o algo de eso, enfriándolo mucho y por eso, los humanos que habitaban ahí tuvieron que evolucionar o más bien, tuvieron que evolucionarse.
La realidad es que Otakhi no podrá ser un planeta militar pero en cuanto a bioquímica y genética, junto con Tovs (aunque este por detrás), eran de los más avanzados.
Aun así, y según sus propias leyes, modificar al humano no debe hacerse a menos que sea necesario para sobrevivir en el planeta y como ahora no lo era, pese a las circunstancias en guerra, entonces esas prácticas quedaron en el pasado aunque no en el olvido del todo.
Para ese tiempo, la guerra con los otros planetas avanzaba pero como en la actualidad, Otakhi era bastante ignorada, aunque a diferencia de hoy en día, las naves invasoras no faltaban de vez en cuando.
Antes de la llegada del pedazo de dios, todo era un poco más violento y caótico y se buscaban más beneficios por parte de los otros planetas para cuando terminara la guerra y podría no ser muy valioso a nivel de recursos naturales pero Otakhi seguía siendo un planeta entero que podía sostener vida.
Su padre, Khenzan, y dirigente del planeta hacia lo posible por buscar una alianza, algo que le permitiera descansar incluso si perdían al final. Si podían mantener a la población aunque mediamente subyugada, sería más que suficiente para él y para todos en el planeta.
Khenzan era un hombre bastante alto, de dos metros, tez clara pálida, como todos en Otakhi, de cuerpo delgado, aunque no esquelético, de labios delgados, nariz fina y unos ojos rojos brillantes.
Khaz entendía la situación y estaba de acuerdo con su padre, salvo en la parte de subyugarse “Medianamente” pues sabía que sea el planeta que acepte dicha alianza, no utilizaría la palabra entrecomillas.
Pero ¿Qué otra solución podría tener? Quizá la modificación humana sea la clave pero o bien nadie quiere mencionarla o ya lo hicieron y esa persona fue rechazada.
De todos modos, era un niño de siete años ¿Quién podría escucharlo si lo sugería?
—Mi señor, hemos encontrado algo— Dijo uno de los ayudantes de su padre, provocando que este levantara la vista de sus papales. Se encontraban en su oficina, mientras Khenzan organizaba papeles sobre la infraestructura de la ciudad, Khaz leía un libro para la escuela.
— ¿Qué es?
—No sabemos…— El tipo parecía confundido.
Khaz aprovecho para acompañar al grupo.
Tuvieron que subirse en uno de los vehículos que los llevo fuera de la ciudad, lo que no sorprendido a ninguno pues ese equipo buscaba recursos entre los caminos a las ciudades, sin salir de la zona habitable.
La llamada zona habitable del planeta era una franja de tierra enorme que rodeaba todo el planeta en general en su ecuador, como un cinturón de tierra, dejando la parte de los grandes polos completamente deshabitada en general. Desde ahí, una carretera que conectaba todo se mostraba, pasando por todos los asentamientos de humanos.
El viaje fue relativamente corto.
Todos bajaron, súper abrigados como suelen hacer, mirando a todos lados. Estaban realmente en medio de la nada. El siguiente pueblo estaba a unos kilómetros.
—Vamos, está cerca…— Dijo el hombre.
Avanzaron por la nieve con suma lentitud. Los vientos no parecían muy fuertes ese día pero la nieve caía de vez en cuando, en pausas, lo que no era raro en ese planeta.
Aun así, Khaz se abrazó con fuerza y su padre también lo abrazo, haciendo que este le sonriera de regreso.
—Aquí— Señalo el hombre, justo al agujero enorme en el suelo.
— ¿Q-qué es esto?— Preguntó Khenzan abriendo mucho los ojos incluso tras sus lentes para la nieve.
—Algo cayó del cielo pero nunca lo identificamos hasta ahora— De eso estaba seguro el hombre, pues había restos de lo que sea en el suelo justo a un lado del hueco, además de nieve acumulada— Dentro hay… Bueno, mejor que lo vean por ustedes mismos.
Khenzan asintió y entonces bajo con una cuerda que ya había sido preparada.
Bajo tierra, el calor los invadió lo que sorprendió a Khenzan, entonces se acercó, notando que el lugar era un hueco tal cual, con fragmentos de tierra y nieve sueltos pero en el centro, lo que cayo era un trozo de piedra enorme, más parecido a un meteorito pero el material relucía, pese a ser negro, brillaba en muchos colores con el reflejo del sol, dejando una estela de color increíble.
—Ya debió enfriarse ¿No?— Señalo Khaz mirando el fragmento con curiosidad.