En la oscuridad del desierto blanco, una nave sobrevuela una zona completamente inmaculada, sin Oasis a la vista, en completo silencio y rodeada de algunas naves más pequeñas que parecían mantener una vigilancia rigurosa en toda la zona.
La nave era grande, muy parecida a las más modernas usadas por la COFOS pero era de una tonalidad dorada, con algunos detalles azules, pero el dorado era el color predominante. Eran naves largas, como cohetes, con ventanas invisibles desde afuera y motores internos que se mantenían brillando en colores azules. Definitivamente eran más grandes pero también parecían mucho más ligeras y quizá, solo un poco más fáciles de esconder.
Aunque esta, por su color, no servía para eso.
—Me encanta visitar Oso Padre— Señalo la voz infantil de un chico mientras comía una paleta, observando la nave con detenimiento, llena de cosas brillantes y doradas, incluso cosas que no deberían tener ese color como tiburones y comida.
—Me gusta más Osa Madre— La voz infantil a su lado era una niña.
—Demasiado llamativa para mi gusto— Dijo un hombre vestido con un traje verde, acomodando las mangas de su saco.
— ¡Me alegra que pudieran venir!— Los saludo la voz alegre de una mujer, la cual estaba en la cima de unas escaleras, extendiendo sus brazos con energía— Vamos, el resto ya están en el comedor ¡Una reunión familiar completa! ¡Que emocionante!
— ¿Completa?— El trajeado hizo una mueca.
—Casi...— La chica alegre le guiño un ojo.
La dueña de Oso Padre era peculiar.
Una mujer rubia alta, de labios gruesos, tez olivácea, ojos de color dorado como el oro, nariz respingada y una expresión alegre que podría esconder más matices que solo su belleza. Porta un monóculo en su ojo derecho y porta un vestido de gala de color dorado, con los costados abiertos, dejando ver sus piernas, con zapatillas doradas y pese a tener escote, lo cubría con una mascada con brillos dorados.
Los tres en la base de la escalera intercambiaron miradas pero avanzaron para subirlas.
Dentro del comedor, otras tres personas ya estaban sentadas.
—Si, como esperaba, casi están todos— Señalo el hombre trajeado de verde.
—Debió pasar algo grave ¿O me equivoco?— Agregó un hombre apuesto, sentando con formalidad a uno de los costados de la mesa.
Era un hombre cabellos castaños revueltos que se veían bien pese a todo, de labios delgados, nariz respingada, y ojos castaños brillantes. Es alto, delgado y musculoso, vistiendo unos pantalones grises, una camisa blanca, un chaleco con bordes de flores y un moño negro.
— ¡Mierda, mierda! ¡¿Qué paso?!— Susurró el hombre sentado a su lado.
Era en apariencia un hombre, aunque cubierto por una túnica negra. Incluso su rostro estaba cubierto por el ala larga de un sombrero además de con un velo negro que impedía verlo. Es alto en apariencia, sacándoles casi una cabeza a todos ahí, pese a que estaban de pie.
—Siempre tan divertido, Duckling— Señalo la niña, soltando una risotada.
—Me gustaría decir que es una simple reunión familiar pero no es el caso— Todos los presentes miraron a la mujer que estaba bebiendo vino en silencio hasta hace poco— Una mujer ajena a nosotros, nos descubrió.
Ella era una mujer de tez clara, demasiado, casi pálida, de labios gruesos, nariz respingada, y unos hermosos ojos rojos brillantes, de cabello negro lacio y largo siempre peinado en un chongo de tipo japonés. Portaba un kimono con hojas de cerezo bordadas un poco abierto, dejando ver sus hombros y parte de su escote.
—Te descubrió, querrás decir ¿No? Kaguya…— Señalo la mujer rubia esbozando una peligrosa sonrisa mientras frotaba sus hombros.
—Tomo responsabilidad de mis seguidores de ser necesario pero no es el caso— Kaguya dio un sorbo a su bebida— La culpa de todo fue de Pinocchio y sus enviados ya que fueron ellos quienes dejaron al descubierto la operación.
— ¿Mis…? Imposible— Pinocchio, el chico apuesto hizo una mueca— Pero si ese es el caso, me hare cargo de…
—Ya me encargue de ellos pero lo que preocupa es la única superviviente, una pajarita que escucho sin querer…— Dijo Kaguya.
— ¡Eso suena a un desastre! ¿Quién?— Preguntó Duckling, nervioso moviendo sus manos una sobre otra en la mesa.
—Sparkle…
— ¿La famosa idol? ¡Increíble!— La chica de voz infantil se mostró emocionada— Espera… No es tan increíble ahora que lo medite bien.
— ¿Y qué haremos?— El hombre trajeado de verde levanto la vista hacia Pinocchio y hacia Kaguya— Esto es su culpa, resuélvanlo.
—Yo limpiare el desastre de Pinocchio pero requiero ayuda de…— Kaguya volvió la vista hacia la única miembro de la familia que no había dicho ni pio, y que se encontraba comiendo carne con despreocupación— Tu…
— ¿Mía?— Preguntó la joven de cabellos rojos, levantando los ojos de su plato.
—Nadie más podría ejecutar la justicia en la familia Historia mejor que tú, Red Hood…— Kaguya le sonrió.
—Eso es verdad ¡Soy genial! Bien, te ayudaré…— La pelirroja se encogió de hombros, sonriendo y mostrando sus dientes filosos.