Nexus Parte I I I: El Kraj.

Sensación de calidez.

Irene abrió los ojos solo para mirar aquel techo gris que para ese punto ya era bastante familiar.

Su cuarto era solo la cama en la que estaba, un mueble con montón de ropa bien doblada y pese a que había utilizado varios de los suministros médicos que había, aún quedaban cajas por ahí y por allá.

Pese a lo vacío, el aroma familiar a casa le hizo añorar esos días en donde era solo una estudiante.

Alguien toco la puerta— Adelante— Dijo Irene.

Una chica asomo la cabeza con cierta vergüenza— Espero no haberte despertado. Escuche que ayer terminaste tarde… Como sea ¿Quieres desayunar ahora o prefieres seguir descansando?

Pese a que su zona estaba tapada con cortinas, ese día estaban abiertas de par en par pues así las había dejado la noche anterior de tan agotada que termino.

La chica nueva vestía un pantalón de mezclilla rasgado y una blusa blanca sin estampados.

Bianca Esquivel tenía una dulce y suave voz. Era bastante bajita, de piel clara, cabellos cortos negros, ojos negros, labios delgados y con algunas pecas sobre su nariz. Era delgada pero bastante bien dotada y aun así su rostro era fino, adorable, desde su nariz, hasta sus labios carnosos.

—No te preocupes, yo me desperté sola y si, saldré en un segundo, gracias— Le tranquilizo Irene.

—Qué bueno, entonces iré sirviéndote también…

—E-espera ¿No le tocaba a Diego hoy preparar el desayuno?

—En teoría pero dijo que iría a ¿Entrenar? Creo. Se ha vuelto loco, en buen sentido aunque no creo que haya un buen sentido sobre eso— Dijo la chica negando con la cabeza.

—Y-ya lo creo… Me cambiaré enseguida.

Bianca asintió, cerrando la puerta tras de sí.

Irene se quedó recostada unos segundo, mirando de nuevo el techo.

El grupo era… raro. 

Se cambió su playera blanca de algodón y sus shorts cortos para ponerse un pantalón de mezclilla negro, sus botas negras y una blusa azul que le quedaba algo grande. Amarro su cabello en una coleta alta.

Se miró en el espejo antes de salir, contemplando sus cabellos castaños largos, sus lentes de pasta roja, sus ojos castaños oscuros, su nariz respingada y labios gruesos. Se consideraba delgada aunque últimamente había estado comiendo un poco más.

Quizá debería hacer más ejercicio mientras este ahí.

Cuando salió, se encontró con Bianca sirviendo otro plato de comida. Aparte de los dos suyos, había otros dos platos pero no estaban los comensales.     

—“¡Buenos días!”— Aquella voz que se escuchó en su cabeza aún era perturbadora e increíble para la joven científica— “¿Qué cocinaste? ¿De nuevo huevo?”

—Al menos esta vez tiene jamón…— Le dijo Bianca, señalando su plato con su espátula.

—“¿Ahumado?”

Bianca le miro con una ceja levantada como si se hubiese vuelto loca— No tenemos eso aquí…

La terrorífica voz provenía de una niña con vestido de lolita gótica, negro con blanco, falda larga negra con bordes de encaje blanco en al menos tres capas y una blusa blanca bordada con flores moradas. Llevaba también un corsé blanco además de un moño rojo pequeño en su cuello del mismo morado que las flores. Sus cabellos dorados en rulos caían alrededor de su rostro hasta casi su cintura. Tenía un conejo gris con un parche en el ojo en sus manos.

La mitad de su rostro era hermoso, de una tez pálida, de labios carnosos, de ojos carmesí brillantes, nariz respingada y de una expresión inocente. Una ternura que seguro escondía algo de malicia.

En la otra mitad de su rostro era una máscara de Kraj con grietas y rajaduras resultado de un combate con su hermano.

De alguna forma, ese lugar abandonado y mohoso parecía un hogar o al menos Irene estaba segura de que así lo verían esas dos chicas perdidas. Hasta ella comenzaba a verlo así pese a la presencia del Kraj de vez en vez.

—“¡Irene!”— Marie Winston era su nombre humano o al menos cuando lo era del todo— “Dios, te ves mal ¿Dormiste bien?”

—Me hubiera gustado pero el aparato, bueno, tarda en analizar los resultados y necesito procesarlos una vez que salen porque si no, ya no sirven— Respondió Irene, bajando el rostro— Pensé que estarías con mi hermano.

—“No me dejo seguirlo”

Irene asintió. De todos modos, era el que menos le preocuparía de ahí.

—Está bien…— Irene le acaricio la cabeza. Ya no era tan raro— Él es así… 

—“Y pensar que le perdone la vida para esto… Bueno, como sea ¡A comer!”— Dijo la niña inflando las mejillas unos segundos y entonces se fue a sentar con una gran sonrisa.

Irene eligió creer que eso no lo dijo con malicia.

— ¡¿Qué se supone que haces?!— Se quejó Bianca tras un rato comiendo.

—“¿Me quedo con tu jamón?”

— ¡¿Por qué?!

—Porque…

—Te puedo dar más, ahí hay ¡Lo único que haces es manosear mi comida!— Bianca soltó un largo suspiro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.