— ¡Tamara! ¡No lo hagas!— Grito Bianca con lágrimas en los ojos mientras trataba desesperadamente de alcanzarla pero con su poder actual no podía siquiera acercarse más. De hecho estaba tan débil que ya no estaba transformada y su piel comenzaba a quemarse solo de estar ahí— ¡Por favor, no lo hagas! ¡Debe de haber otra forma! ¡No me dejes sola! ¡Quédate conmigo! ¡Yo te…!
— ¡No te acerques más o si no…!— Esa era la voz de Colín quien de hecho también trataba de detenerla de seguir avanzando hasta Tamara. Ella también estaba llorando pues también quería a Tamara y ahora…
—L-lo siento, chicas— Les dijo Tamara mientras les miraba por encima de su hombro. En ese momento ella era el cuerpo físico de Dualidad, la única con poder para enfrentar a Demiurgo cara a cara. Sus ojos se cruzaron con los de Bianca una última vez— Esto lo hago para que seas feliz ¡Quiero que seas feliz! ¡Por favor!
Bianca aun recordaba lo hermosa que se veía en ese momento. Brillante e inalcanzable.
Tamara tenía los cabellos largos morenos, ojos castaños oscuros que en ese momento no llevaban sus lentes negros de pasta. No era especialmente alta, delgada, de labios delgados. En algún punto tuvo una cicatriz en el rostro pero tras la fusión, esta desapareció.
La fusión fue un proceso que comenzó desde que Tamara se volvió una niña mágica y que en ese momento termino. Caos, Orden y Tamara ahora eran un solo ser: Dualidad.
En ese nuevo estado portaba un vestido de color negro con contrastes blancos en las mangas y en el borde de la falda la cual le llegaba hasta los tobillos con una pañoleta en el cuello larga de color blanco.
Fue la última vez que la vio sonreír. Un sueño recurrente.
— ¡Mierda!— Bianca se abrazó a sí misma cuando despertó, tratando de cubrirse con la manta que traía pero no logro tranquilizarse ni volver a dormir, por lo que se levantó, lista para hacer su día como siempre.
No pudo evitar recordar lo que paso tras aquel suceso.
Las tres niñas mágicas del grupo de siete se separaron regresando a su vida normal, incluso Colín, cosa que de alguna forma le alegro pero aun así, ella misma termino abandonando su hogar y todo lo que conocía para volverse una viajera, una errante, una mujer perdida y loca.
Ella cargaría con el recuerdo de Tamara.
— ¿Estás segura?— Preguntó Colín, quien la había ido a ver antes de que se fuera— ¿Eso te hará feliz?
—No lo sé…
— ¿No lo sabes? Entonces deberías pensarlo antes de irte— Colín no era la más cuerda pero se preocupaba por Bianca, por Tamara y por el resto, pues con el tiempo se volvieron su familia. La única familia que tuvo.
—No lo sé pero buscare mi felicidad y no creo que este aquí, eso es todo— Bianca le miro con cierta tristeza— Lo que nos pasó, lo que vivimos ya no me deja estar y solo ser yo, como antes…
Colín la comprendía, ella misma hizo lo mismo de más joven.
—Promete… Que vendrás a visitarme…— Colín no quería llorar pero se le estaba haciendo difícil.
—Lo haré— Bianca le dio un beso en la mejilla antes de tomar su maleta e irse con el brillo de la luna sobre su cabeza.
La verdad es que Bianca sentía que ya lo había perdido todo y no tenía sentido pensar que sería feliz sin Tamara, incluso cuando ese fue su deseo egoísta. El deseo por el que se sacrificio.
Pero no podía decirle eso a Colín, quien ya había tenido suficiente de niñas mágicas.
—Estúpida Tamara— La maldijo antes de terminar de acomodar su ropa y evitando con todas sus fuerzas derramar lágrimas. Debía olvidarlo y centrarse en continuar con su viaje.
Lo peor de todo es que seguía recordando todo su viaje.
En ese punto de su vida tampoco temía usar sus poderes para sobrevivir. Era fácil robar e incluso llego a ser divertido para ella matar algunos maleantes con los que se topaba. Violadores eran torturados y narcotraficantes eran masacrados en sus manos.
Puede que ya no hubiera Deformados pero aun quedaba destrozar el mal del mundo como cualquier niña mágica haría. Eso es algo que Tamara le hubiera dicho ya que ella amaba a las niñas mágicas.
De hecho, incluso si disfrutaba eliminar el mal la verdad es que seguía siendo una chica muy noble, ayudando a otras personas con detalles minúsculos como cargar cajas o curando a la gente que podía y salvándolas de desastres naturales.
El Ángel, la conocían en las noticias. Para todos, un cuento más, una leyenda.
Pero pese a eso, su vida, según ella fue un constante de matar y sobrevivir sin razón hasta la llegada del Kraj.
Esos monstruos le dieron una razón nueva para usar sus poderes y liberar toda su frustración pero lo haría a su modo lo que implicaba que no se uniría a los múltiples ejércitos que surgieron para detener al Kraj durante la Primera Guerra Humano-Kraj si no que iría por allí, ayudando a los que pudiera.
Esos monstruos caían como moscas.
—Pensé que no te volvería a ver— Era la otra superviviente al desastre de Demiurgo. La otra niña mágica que en ese momento estaba peleando junto a ella para repeler al Kraj en un pequeño pueblo a las afueras de algún lado de E.U. Su nombre era Diana Garbera.