En la Madriguera, Diego estaba trabajando en una máquina que no había dejado de soltar chispas de vez en cuando. El chico se apartaba cuando saltaban de forma peligrosa pero no dejaba de intentar arreglarla… Quizá.
— ¡Mierda!— Se quejó cuando otras chispas saltaron y quemaron su mano.
— ¿Qué mierda haces?— Hela hablo a su espalda, haciéndolo saltar un poco de la sorpresa.
—Oye ¿Qué no ves que lo estoy arreglando? Ahora si me disculpas…— Diego negó con la cabeza y regreso al aparato que soltó más chispas cuando lo toco.
—Déjame hacerlo a mi ¿Si? Se nota que no sabes…
— ¿Eh? ¿Y tú sí?— Diego le miro con una ceja levantada.
—Claro que sí, mira…— La chica lo aparto a lo que este hizo espacio para que sentara— Mira, fíjate… ¡Dame esa cosa!
—Me preocupas ¿De verdad sabes?— Dijo Diego, pasándole el destornillador.
— ¡Cállate, si sé hacerlo!— La chica se puso a trabajar, entonces comenzó a salirle humo.
— ¿Por qué le está saliendo humo?— Preguntó el chico, preocupado.
— ¿Por qué le estaban saliendo chispas?
—Pero no le estaba saliendo humo…
— ¡Cállate, mira, se hace así…!
—No seas idiota, eso no va ahí, va aquí, déjame hacerlo…
— ¡Yo lo hago!
No muy lejos de ahí, José y Amapola los observaban con atención.
—No deberíamos detenerlos…—Hablo José.
— ¿Podríamos?— Amapola dejo caer sus hombros, algo que también hizo José— ¿Café?
— ¿Por qué no?— José se encogió de hombros.
Los dos se fueron a la cocina y mientras Amapola preparaba café casero, José revisaba algunas de sus notas.
— ¡Lo logramos!— Diego y Hela aparecieron por la puerta de la cocina, hablando al mismo tiempo con los rostro brillantes.
Sus compañeros les miraron con interés.
— ¿Y…?— Comenzó José al ver que la pausa dramática continuo.
— ¡Ya no saca humo ni chispas!— Hela parecía orgullosa.
— ¿Y funciona?— Preguntó Amapola.
Los dos chicos se quedaron callados, mirando el aparato y entonces ambos comenzaron a toquetearlo esperando que algo se moviera y lo hizo pero ninguno de los dos pudo entender para que era.
— ¿Cargado, verdad?— Amapola soltó un largo suspiro.
—Si, por favor— Dijo José, dejando caer sus hombros.
— ¡Yo también quiero!— Hela perdió interés en el aparato y se fue a sentar.
— ¿Puedes hacerme un chocolate?— Preguntó Diego, también dejado de lado el aparato.
—No.
Diego se puso triste.
Tiempo después todos tenían sus bebidas, incluyendo el chocolate de Diego él cual bebía con una gran sonrisa.
— ¡Qué bonito!— Dijo José en un tono burlón hacia Amapola.
— ¡Callarte!— La chica se sonrojo.