Nexus Parte I I I: El Kraj.

El niño, el desierto blanco y la serpiente.

Lo último que vio Markus Weber antes de que el portal se apagara, fue a su mamá tratando de alcanzarlo con desesperación con su mano.

El pobre chico, delgado, de cabellos castaños medio largos, de labios delgados, nariz fina, con el rostro cubierto de lunares como su mamá y unos bellos ojos verdes como los de su padre se quedó perplejo con lo que veía.

Un cielo oscuro y un desierto infinito.

—¡Mamá!— Grito y se removió en la extrañamente suave arena hasta lograr ponerse de pie, dándose cuenta de que de verdad no había final visible, solo mucha arena brillante que de hecho, era lo que iluminaba todo el lugar, si no, ese cielo oscuro lo engulliría todo en oscuridad.

— ¿Fluorescencia? Mamá hablo sobre ella…— Markus tomo un puño de esa arena y la dejo caer— Ya he sentido arena antes y esta es… Bastante más suave que otras ¿Dónde estoy? ¡Mamá! ¡Mamá!

Ni una respuesta.

Markus miro a su alrededor más cercano, notando varios de los aparatos de su mamá, enterrados en la arena.

— ¡¿Mamá?! ¡Mamá! ¡Por favor, quiero ir a casa!— Siguió gritando mientras caminaba de forma nerviosa por el área, sin irse muy lejos porque estaba seguro que su mamá volvería por él— Debo… ser paciente, mamá vendrá, siempre lo hace…

Se dejó caer, llorando con desesperación. Temblaba pese a que no había frio y no sabía qué hacer aparte de llamar a su mamá con desesperación.

Quería ir con su mamá. Quería salir de ahí, estaba aterrorizado.

—Mamá…— Sollozo.

Un ladrido lo asusto, haciéndolo querer meterse en la arena para estar a salvo ¿Era un monstruo? Su mamá había dicho que no debería haber vida en este lugar a menos que…

El chico vio entonces a un perro, sentado bastante apartado de él, jadeando.

— ¿Un perro? ¿Aquí?— Markus se levantó del suelo y comenzó a acercarse— ¿También fuiste atrapado? Imposible, no había animales a menos que los portales se hayan abierto en… Más lados al mismo tiempo.

El perro comenzó a moverse.

— ¡Espera! ¡Debemos quedarnos aquí! ¡Mamá vendrá por nosotros!— Le dijo Markus pero el perro solo se detuvo para voltear a verlo, como esperando que lo siguiera, pues incluso le ladro de forma insistente— No creo que sea correcto que nos vayamos.

El perro desapareció en un parpadeo, entonces desde la sombra de una caja cercana se formó, ladrando muy cerca del niño que retrocedió asustado pues ese no era un perro normal.

El animal era cuadrúpedo, de cuerpo alargado, con grandes garras y su rostro era alargado, con el hocico partido en cuatro partes, cada uno parecía tener vida propia y de su boca oscura, salía una lengua. Un par de ojos oscuros brillaban. Su pelaje era blanco, largo, y parecía afilado, como si fueran huesos.

Pudo ser su imaginación pero su cabeza daba vueltas, como si el solo verlo y tratar de describirlo fuera imposible para su cabeza. Como si en realidad esa no fuera su forma, y lo que veía solo era una forma de protegerse él mismo de volverse loco.

Cuando ladro, su apariencia regreso a ser la de un perro blanco, mucho más normal que hace rato.

Markus quería salir corriendo pero no pudo hacerlo. Estaba asustado, tanto que se orino encima.

El perro ladro de nuevo, acercándose un poco a él para comenzar a lamer sus zapatos.

— ¡No me comas!— Grito el chico pero el perro ni se inmuto, mirándolo a los ojos. Esos ojos demostraban que era inteligente.  

Y no solo eso, Markus no comprendió como, pero el perro le dijo que lo siguiera.

— ¿Cómo? ¿Qué se supone que eres?— Markus sostuvo su cabeza, completamente confundido, sentía un mareo como ninguno y su cuerpo estaba entumecido. Sentía que debía quitarse la vida.

El perro ladro y comenzó a correr en la dirección a la que iba desde el principio.

Markus se levantó como pudo y comenzó a seguirlo aunque no entendía porque, quizá porque si el monstruo lo hubiese querido matar, ya lo habría hecho o quizá porque no quería pensar en lo que le haría si no lo seguía.

Caminaron por unos minutos hasta que el chico noto varios árboles a lo lejos.

— ¿Q-qué es eso?— Markus miraba a todos lados pero solo se veían esos árboles en un punto específico.

Cuando se acercó más, pudo ver que no solo había árboles, también había arbustos grandes y palmeras, todas blancas, como si hubiesen sido hechas con la arena blanca pero eso era… Imposible.

El perro ladro, introduciéndose en los arbustos que se movían como si fueran arbustos reales.

— ¿Esto de verdad es arena?— El chico se quedó mirando el arbusto y lo toco, dándose cuenta de que tenía el tacto de una hoja pero si estaba hecha de la arena blanca— ¿Cómo es esto posible?

El perro ladro de nuevo y el chico tuvo que adentrarse más.

Los arboles eran variados e incluso había palmeras con cocos, arbustos con bayas que parecían comestibles. Su tacto era tal cual lo recordaba de los reales pero todo era blanco, hecho de arena.

El perro estaba sentado, frente a una pila de fruta blanca.




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