Nexus Parte I I I: El Kraj.

El poder de los deseos.

Navier cayó al suelo inmóvil, manchando el suelo y el rostro de su enemigo con su sangre.

—“¿Quién sigue?”— El Kraj sonrió de forma tétrica, mirando a sus enemigos por encima del hombro mientras sus ojos y su fina sonrisa se tornaban más oscuros, tan vacíos que chorreaban aquel liquido negro.

Aunque eso también era debido al desgaste.  

Heldegarde solo pudo confirmar que eso ya no era Markus. Verlo de cerca la impacto lo suficiente como para hacerla caer de nuevo al suelo, llorando.

Alejandro grito con furia y se arrojó contra él, congelando todo a su paso pero el Kraj detuvo su puñetazo, levanto al chico del suelo y por poco le atraviesa el pecho, de no ser por Amapola quien recibió el impacto. De todas formas Alejandro termino con la muñeca dislocada.

Amapola genero una galleta muy pequeña para Alejandro.

—No necesitas hacerlo— Alejandro acomodo su propia muñeca y se preparó para seguir peleando.

—Tómalo de todas formas— Amapola sujeto la herida en el costado. Estaba cerrando pero parecía mucho más lento.

Navier escupió sangre y se levantó con sus últimas fuerzas, algo que todos sus amigos notaron, sintiéndose aliviados pero luego aterrados pues sus heridas no estaban sanando y seguía sangrando de forma ruidosa por cada una de ellas.

Las chicas trataron de embestir a su enemigo para cubrirla pero el Kraj extendió varios de sus huesos para empalarlas. Estaban tan agotadas que les era difícil esquivar los ataques como antes por lo que todas fueron impactadas o al menos, apartadas.

El Kraj extendió varios huesos y látigos pero no todos se mantuvieron, algunos se cayeron en forma líquida o simplemente se caían para deshacerse en el suelo. Ya le costaba mantenerlos.

Los chicos también actuaron pero el Kraj solo tuvo que empujarlos con uno de sus látigos hacia atrás. A ellos les mostraría como mataba a las niñas mágicas uno por uno para más placer antes de matarlos así que no podía herirlos de gravedad.

Fue una idea que le surgió tras el último ataque del chico de los puños de hielo.

—“Eres resistente, entiendo porque eres la niña mágica más fuerte”— El Kraj acerco su rostro al de Navier quien se quedó mirándole de mala forma aunque ya no parecía tan consiente— “Pero se acabó ¿Quieres ver como los mato a todos?”

Navier le golpeo sin hacerle daño.

—“Tú serás quien lo vea todo en primera fila”— Aseguro el Kraj.

—Voy a derrotarte, no por nada soy la niña mágica más fuerte— La chica esbozo una gran sonrisa, cubierta de sangre.

El Kraj la partió a la mitad de forma vertical con un rápido movimiento ante los ojos incrédulos de todos. El Kraj pudo sentir como la sangre manchaba su rostro, como partía los huesos y la piel como papel.

Pero antes de que todos pudieran lamentarse o hacer algo, Navier ya estaba detrás del Kraj, sin un rasguño y con un atuendo nuevo.

Su nuevo vestido era de un color blanco pulcro, con adornos de estrellas plateadas, con los hombros descubiertos que dejaban ver su piel, unos guantes largos que le cubrían hasta antes de los codos con adornos de estrellas plateadas, su falda era larga cayendo hasta los tobillos, aunque estaba abierta de ambos lados, dejando ver unas zapatillas blancas. Llevaba una especie de capa blanca que terminaba con estrellas. Su cabello estaba suelto, adornado con estrellas blancas y plateadas y aquella corona que ahora era transparente con brillos plateados. Sus ojos tenían sombras blancas con plateado. De hecho cada movimiento parecía soltar estrellas. 

—“¿Una transformación de último momento?”— El Kraj la miro por encima del hombro, algo irritado de ver ese momento otra vez— “¡No te servirá de nada, así como no le sirvió a la pelirroja, así como no le sirvió a ninguna de ustedes!”

Roció no quería ser negativa pero tenía razón. Incluso con esos poderes…

—Entonces haremos que sirva— La chica creo una espada y la enterró en el suelo, lo que libero una cantidad enorme de energía etérea a su alrededor.

Entonces alrededor de las chicas, paredes se levantaron y de a poco tomaron forma de un gran salón de ladrillo con mesas grandes, sillas cómodas y lo que parecía un ventanal en una torre que filtraba la luz dándole formas que se reflejaban en el suelo. Todo era de color blanco reluciente.

Irene desde afuera noto que era un castillo enorme de color blanco con sus torres, su ventanal y sus grandes pilares que lo habían ver como los clásicos de las películas del medievo. O más bien, de un cuento especifico, pues podía notar la torre del reloj ahí mismo.

—Lo sabía…— Susurro para sí misma— El verdadero poder de Cenicienta.

— ¿Verdadero poder?— Preguntó Alejandro, mirándola.

—Desde siempre dije que era imposible que una niña mágica tuviera la magia de copiar otras magias… El simple hecho de que la magia venga de la psique de la niña limita el potencial… Navier no puede ser ninguna de sus amigas y tampoco quiere serlo, ella quería ser algo más...

Alejandro seguía sin entenderlo.

—Quizá este power up es lo que necesitamos— Diego no pregunto más.   




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