Nexus Parte I l: El Laberinto De Las Pesadillas.

El continente sumergido.

La gran ciudad sumergida conocida como la Atlántida comenzaba a observarse entre la gran oscuridad del océano gracias a las luces que desprendía y gracias a los transportes pequeños que la rondaban. Era una imagen que ninguno de los observantes pensó que sería posible nunca con millones de años.

Los pequeños medios de transporte pasaban a su lado, vehículos individuales que parecían un huevo vertical que tenían aletas en la parte trasera y a los lados que se movían con forme la dirección. Contaba con grandes focos que iluminaban hacia el frente como si fueran los ojos de un gran pescado. Los pilotos no se veían gracias a la tecnología que impedía que se viera hacia dentro. Estaban armados, solo por si acaso.

— ¡Esos los vi en películas!— Celeste no pudo evitar reconocer el diseño de películas de ciencia ficción y de superhéroes.

—Muchos son diseños de Irene y Beatrisa así que seguro tomaron inspiración de películas de ciencia ficción— Señalo Kampfer.

—Aun así, espero poder conducir uno por un rato— Celeste no pudo evitar sentirse emocionada ante la idea.

La ciudad por fuera era otro espectáculo digno de verse.

La Atlántida estaba asentada en una placa de tierra del tamaño de un continente, rodeada de un gran domo gigante que funcionaba tal cual los cristales de los transportes, impidiendo que se viera hacia dentro y en los bordes del domo, estructuras como murallas se alzaban y de ellas, lo que parecían tentáculos electrónicos se dedicaban a moverse, ya sea verificando la estructura de todo el domo, a recambiar celdas de energía o transportando algunas esferas con recursos de un lugar a otro con mucho facilidad.

Algunos de esos tentáculos estaban armados y se extendían kilómetros vigilando y algunos se dedicaban a la verificación los transportes que salían de la ciudad y claro, los que ingresaban.

Había otros tantos que se estaban dedicando a destrozar el irregular suelo para entonces tapizarlo de nuevas rocas planas que servirían para agrandar el terreno de la ciudad. Eran imágenes hipnóticas.  

—Es como un enorme pulpo— Dijo José, tan sorprendido por lo que veía que tenía los ojos muy abiertos.

—En esto si se lucieron las chicas— Admitió Gabino, que no perdía de vista los fluidos movimientos de los grandes tentáculos.

El tren entro en el continente y tras algunos momentos de oscuridad, la luz ilumino sus ojos, dejándolos todavía más sorprendidos por todo lo que estaban viendo. Un mundo nuevo.

A fuera, las ciudades estaban destrozadas, invadidas por los Krajs o bien estaban sumidas entre la vegetación y los restos del combate por lo que solo algunas zonas estaban habitadas y la gente que un no había sido salvada, luchaba todos los días por sobrevivir y no morir.

Ese lugar era como otro mundo, muy aparte del de arriba.

Frente a ellos podía ver un cielo azulado, lleno de nubes y un sol brillante, tan cálido como la de hace años y justo debajo, una ciudad enorme, llena de edificios tan altos como los que habría afuera, lleno de gente que vivía sus vidas como si nada, algunos trabajando en el campo, otros criando animales. Lo más sorprendente era escuchar los ruidos de autos y de música que al menos ellos pensaban nunca volver a escuchar.

— ¿Estoy soñando?— Celeste no pudo evitar mirar la ciudad con una mueca mucho más sorprendida que antes.

—No… Parece que hay sueños bien escondidos— Alejandro no pudo evitar mostrar algo de descontento.

El tren paro en uno grupo de edificios grandes que estaban todos conectados por puentes.

— ¡Hola, sí que ha pasado mucho tiempo!— Andrej Horvat era un hombre rubio, de ojos azulados, alto, delgado, de labios delgados, nariz fina que vestía una camisa a cuadros café, un pantalón de mezclilla y su bata blanca desabotonada.

Él era uno de los fundadores de Hoffnungsschimmer, el grupo militar del gobierno que se encarga de investigar a los Krajs y el armamento mágico para hacerles frente.

— ¿Y… Quién eras?— Pregunto Alejandro tras un corto silencio.

— ¡Oye!— Se quejó el hombre.

El tipo los guipo por un grupo de pasillos donde la mayoría de los científicos y personas de ahí los miraban con atención. Algunos se mostraban emocionados de verlos y otros tantos preocupados por su presencia.

—Me gustaba más estar afuera— Dijo José.

— ¿Y dónde está Beatrisa?— Preguntó Kampfer hacia el hombre que no dejaba de explicar que es lo que estaban haciendo con respecto al manejo de la ciudad y como era difícil criar ganado ahí.

—Oh, pues viene para acá pero si necesitan saber sobre los Krajs, no hay mayor experto que yo— El hombre se mostró orgulloso, entonces dio una vuelta brusca— Vengan, los llevare a donde estoy haciendo las pruebas con los que recuperaron durante la caída de la Madriguera.

Los chicos, sin más opción, le siguieron el paso.

—Cuando recuperarnos los primeros cuerpos Krajs, me sorprendí mucho de lo sencillos que eran— El hombre comenzó su explicación ante las miradas atónitas de todos— Poseen sangre pero no órganos ni células.

—Eso debería ser imposible ¿No?— Celeste no pudo evitar voltear a ver a sus amigos quienes se mostraron igual de confundidos.



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En el texto hay: pesadillas, multiverso, chicasmagicas

Editado: 29.01.2023

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