La Madriguera era una ciudad subterránea, como su nombre indicaba y solo se puede acceder a ella a través de un sistema de metro subterráneo que recorre kilómetros y kilómetros de terreno a máxima velocidad, esto sin mencionar los metros que debía sumergirse en las profundidades para llegar.
Así que las entradas a la gran metrópoli estaban bastante alejadas entre sí y se sabía que rodeaban todo el mundo por increíble que sonara.
Por dentro era una ciudad cilíndrica, que aprovechaba la lava del centro de la tierra para generar energía y que tenía al menos mil pisos, cada uno con habitaciones varias, tiendas, zonas de entrenamiento e incluso zonas recreativas para los niños. Desde el centro se levantaba un gran elevador que quedaba en medio de una zona vacía y de este elevador se desplegaban caminos que llevaban a los pasillos donde la ciudad se extendía.
Era como una red enorme, todo bajo tierra y lleno de gente y movimiento.
—No puedo creer que estés herido— Hela le estaba dando primeros auxilios a José quien tenía una herida roja y un poco sangrante en los antebrazos. Era la primera vez que con aquella armadura, resultaba herido— ¿Es dónde ese Kraj te pego?
—Ese monstruo de verdad era diferente— José hizo una mueca cuando la chica paso las gasas con desinfectante en las heridas.
— ¿Qué pasa? ¿Te duele? ¿Un tipo que pelea contra ejércitos de Krajs con solo su pie letal sufre cuando le curan las heridas con agua oxigenada?— La chica le sonrió con dulzura.
— ¿Vas a seguir con eso? ¡Y eso no es agua oxigenada!— José hizo una mueca— ¿Y tú cómo estás? También te dio un golpe o dos…
—Sí, pero las niñas mágicas son mucho más resistentes que ustedes— Hela Eira era el nombre de Blanca Nieves.
Hela vestía una blusa blanca con unos pantalones de mezclilla que combinaban muy con sus colores naturales mientras que José llevaba unos jeans azules y tenía a lado una playera con estampado de Fuck You.
Por otro lado Gabino no había recibido daños y tampoco su compañera, Lavanda White conocida como Bella.
Lavanda llevaba un vestido de color amarillo de mangas largas mientras que Gabino vestía una camisa de cuadros roja con unos pantalones de mezclilla negros. Todos tenían botas militares.
— ¿Nos vamos? No tenemos mucho tiempo pese a que conseguí el permiso de los altos mandos para hablar con él— Amapola entro en la enfermería mientras José ya se estaba poniendo la camisa.
Amapola Campell también era una niña mágica pero de momento estaba haciendo trabajo de oficina debido a ciertas razones personales.
Y era un alivio ya que era la mejor compañera de la silla que los chicos podrían tener.
Ella era una chica de baja estatura, de cabellos pelirrojos largos, de ojos azulados, de labios gruesos, nariz respingada y algunas pecas en su rostro claro. Tenía unas mejillas llamativas.
Ella llevaba un suéter de cuello de tortuga negro y unos pantalones negros de vestir, además de unos zapatos de tacón bajo. Su cabello portaba un prendedor con triángulos amarillos.
— ¿Y por qué no podemos visitarlo con normalidad?— Preguntó José, mirando a Amapola— Es nuestro amigo al final del día y ha hecho grandes cosas por la humanidad, bueno, antes de decidir huir.
—Hablaremos de cosas oficiales y quieren tener monitorizado toda la información que pueda salir de su boca— Amapola frunció los labios— No me gusta tampoco, pero no podemos desobedecer.
—Somos su defensa más grande y aun así desconfían de nosotros ¿No? ¡Pues vaya mierda!— José estaba molesto.
—Te entiendo, es muy frustrante— Amapola tampoco podía tomárselo tan bien, pues debido al sacrificio de todos ellos, es que la humanidad tenia esperanza, entonces, tratarlos así era… Muy injusto.
—Es una mierda esto— Aseguro José de mala gana.
Todos caminaron hasta el elevador principal, que en realidad eran al menos diez elevadores enormes que subían y bajaban por toda la Madriguera y que eran la columna vertebral de comunicación de todo el lugar.
Subieron a uno, y este comenzó a bajar.
En el último piso estaba la prisión, un lugar que no era visitado por nadie más que por los altos mandos o los policías de la ciudad. Era triste pero pese al desastre mundial, aún quedaban personas que preferían robar a hacer algo de provecho que no sea lastimar a otros.
Al final llegaron y comenzaron a caminar por aquel pasillo, pasando por varias zonas donde tenían a esa gente problemática.
Lavanda no pudo evitar sentirse algo triste al ver algunos rostros pálidos y sombríos.
Llegaron hasta la zona de confinamiento solitario.
— ¡Amapola!— Rocío Roswell corrió hasta esta para abrazarla. Ella le regreso el abrazo con energía.
— ¡Rosy! ¡Qué bueno verte!— Amapola estaba muy feliz.
Rocío era una chica de tez clara, ojos color miel, además de un largo cabello negro que le llega hasta la cintura, atado con una flor en una única coleta, de nariz respingada y labios delgados. Ella portaba una playera de color amarillo opaco, ajustada junto con una falda de color negro con bordes blancos.
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Editado: 09.07.2022